Si no ha oído todavía nada acerca de ello, prepárese para hacerlo, porque es uno de esos temas que los cronistas de la escena política adoran, aunque sólo sea por lo que suponen como ruptura de la monotonía. En diferentes países del mundo, como Suecia, Alemania, Austria, Bélgica, Estados Unidos o España, está apareciendo un nuevo movimiento, que en nuestro país se ha concretado en el llamado Partido Pirata.
Resulta aún demasiado pronto para saber si se tratará de una aventura finalmente sin consecuencias, del estilo de la protagonizada por el cómico francés Coluche o por el Partido para la Legalización del Cannabis, o llegará a tener algún impacto, aunque sea minúsculo, sobre el arco parlamentario. Pero su sola existencia merece un análisis acerca de los motivos que pueden estar llevando a una serie de ciudadanos a agruparse bajo esa bandera.
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«Los políticos no se han enterado de que hay móviles e Internet»
El pasado enero Rickard Falkvinge, de 34 años, dijo basta. La aprobación, unos meses antes, por el Gobierno sueco de una ley prohibiendo el intercambio de archivos en Internet sin pagar derechos de autor había colmado su paciencia. Ni corto ni perezoso se lanzó a una cruzada para «abolir la propiedad intelectual» y que no sea delito el descargarse de la Red música, películas o juegos gratis. Para ello fundó su propio movimiento, el Partido Pirata, y naturalmente lo hizo en su web. En menos de 24 horas ya había reunido las 1.500 firmas necesarias para participar en las elecciones del próximo domingo.
«Hemos tenido un éxito tremendo. Ya hay 15 países en Europa que se han unido a la iniciativa o que están en ello. El partido tiene al día de hoy 9.000 miembros, más que Los Verdes que sólo tienen 7.200 y están en el Parlamento», asegura Falkvinge, que está convencido de que sus opciones de lograr un escaño son reales. «Cuando empezamos, según todos los estudios, se decía que había más de un millón de suecos en edad de votar que habitualmente se intercambian archivos de Internet. Sólo necesitamos que nos vote un 20% de esa gente para entrar en el Parlamento». La ley electoral sueca exige un 4% de los votos, en torno a los 225.000, para obtener representación en la Cámara.
De momento, los sondeos de opinión no apoyan su optimismo y los piratas van en la cola del pelotón dentro del deprimente apartado de Otros. Sin embargo, Falkvinge tiene una explicación : «Los que hacen las encuestas no buscan a la gente joven, no llaman a los móviles de la gente, no consultan vía Internet».
En su opinión, «los políticos no se han enterado de lo que ha pasado en los últimos 15 años con la revolución que han supuesto los teléfonos móviles e Internet. Siguen repitiendo las mismas cosas y tienen que comprender que en la era de Internet el copyright es incompatible con el derecho a la confidencialidad. Ningún Gobierno puede llegar a decretar que cada pieza de comunicación privada, y más aún en el futuro, es ilegal, que si yo envío una canción o un vídeo por e-mail a un amigo estoy cometiendo un delito».
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