Artículo publicado en Rojo y Negro nº 383 de noviembre
Las gentes baladrinas de las islas africanas, de Canarias, acostumbradas a vivir rodeadas de oxígeno, en ese país insular, han hecho llegar estas palabras llenas de amor por lo que se va, quieren que se difundan por tantos mundos libres como queden porque forma parte del cuidado hacerlo de nuestro entorno. Romper nuestros recuerdos vinculados al paisaje en el que crecimos es de una violencia incalculable e irreparable. Va por ustedes, va para todas, que no ardan nuestras vidas, que no quemen nuestros recuerdos, que no desaparezca nuestro entorno:
«Es mañanita ya. Subo rápido a la azotea de mi casa a mirar pa´rriba. Trato de engañarme, de pensar que no, que no está pasando. Pero abro la puerta y ya no me hacen falta los ojos. El olor a madera quemada, el aire denso y oscuro me dice que no es un sueño.
Los quejidos de la Isla se meten por mi piel y mis generaciones de antes y de después se agolpan en mi memoria, se abrazan asustadas y yo no sé qué decirles, no sé qué hacer. Y me derrumbo y empiezo a llorar, a resquebrajarme, a quemarme también. Lo siento Isla, lo siento abuelo, lo siento madre, lo siento hijos. Solo puedo abrazarme a ustedes y vaciarme de lágrimas para sentir alivio. Y sé que no estoy solo. Que hay mucha gente llorando. Y maldiciendo.
Se nos quema la memoria, la vida. Los recuerdos se estallan en la noche y en este día triste. Abuelo Domingo echándose una siesta bajo la acogedora sombra de cualquier pino, padre Manuel subiendo a coger leña para cambiarla por aceite, madre preparando un guiso, papas con leñita que nos mandó a recoger por los alrededores, mi propia imagen, mil veces repetida entre las veredas, con mis hermanos del barrio pateando, con mi compa recogiendo agua de tus entrañas, con mis hijos aprendiendo de los brezos y de las jaras, de los pájaros, de los lagartos…
El dolor es fuerte. Te rompe. Es colectivo. Es dolor de todas. El duelo será largo y tendremos que estar juntas».
Gentes de Baladre
Fuente: Rojo y Negro