Corría el año 2005 cuando, un 22 de marzo, se aprobó el Plan de Fomento del Plurilingüismo en Andalucía. Aparecía como una innovación impartir en un idioma extranjero materias no lingüísticas. Antecedentes los hubo al finalizar la década de los 90 del siglo pasado. La Consejería de Educación, como si de un juego se tratara, decía entonces que este plan era “una apuesta para la adquisición de la competencia en lengua extranjera mediante su contextualización en las áreas humanísticas y científico-tecnológicas con la metodología AICLE (Aprendizaje integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras)”.  Más que apuesta debería haber sido un “reto”, pero como los retos hay que afrontarlos decididamente, mejor dejarlo en “apuesta”. En junio de este 2021 la Junta de Andalucía informaba de que: “Más de 472.800 alumnos han estudiado este curso en los centros bilingües de Andalucía”, en alguno de los 1550 colegios e institutos que imparte esta modalidad de enseñanza. Además de que el pasado curso 2020-2021 el programa en FP alcanzaría a 110 ciclos, incrementándose el número de centros y la red de Bachillerato Internacional. A los idiomas afectados tradicionalmente, inglés y francés, se le sumó con el tiempo el Alemán y recientemente el “Programa Confucio” que pretende la integración del chino como lengua extranjera, en el curso escolar 2020/21 ha habido un total de 37 centros adscritos, con 3.445 estudiantes. En el próximo curso se alcanzarán los 43 centros, con 37 docentes”.

¿Cuál es la evaluación que sobre este programa bilingüe ha realizado la Consejería de Educación andaluza? Más allá de unos cuantos números que la Junta aporta en cada comienzo de curso escolar, no parece que haya mayor interés en valorar el desarrollo y los resultados. Algún intento para analizar que ocurría en los centros llevó al sindicato CGT a promover un estudio que acuñó el lema “Lo llaman Bilingüísmo y NO lo es”. Basta acceder a una multitud de memorias de los centros educativos que desde el principio han ido abundando en disfunciones e incidencias que este programa introdujo en la organización y funcionamiento de los mismos. En ellas se recogían las necesidades, de dotación de personal especializado y sistemas formativos del profesorado estable, no resueltas, más allá de “exigir” un reciclaje atropellado a cada docente para la obtención de la titulación de C1, en las Escuelas Oficiales de Idiomas, si no querían esas personas ver comprometidos sus destinos en esos centros. Con lo cual miles de docentes han tenido que añadir a las tareas ordinarias esta formación, sin reducciones de jornada, sin personal sustituto, sin ampliación de personal. Más aún cuando ni siquiera se dotó a todos los centros bilingües con personal auxiliar de conversación, ya que según la propia Consejería de Educación “A lo largo del curso que acaba de terminar, 928 personas han desarrollado esta labor”. Y el número de centros es de más de 1500, aunque promete a incrementar con “614 profesionales en 2021/22, hasta alcanzar los 1542 auxiliares.”

El seguimiento a las cohortes de alumnado que, durante más de 15 años, ha participado en este experimento permitiría concluir si se ha conseguido el pretencioso objetico formulado anteriormente. El día a día refleja que el dominio de las lenguas extranjeras por parte de la juventud sigue siendo una asignatura pendiente, conllevando un coste adicional por el deterioro de otras áreas de conocimiento que se han visto afectadas. En este sentido hace dos dias 92 centros educativos de otras comunidades han anunciado que, analizados los resultados obtenidos con sus programas bilingües, lo abandonan. Como afirma la dirección de uno de ellos: bastó que pasaran un par de años para que se dieran cuenta de que el sistema no solo no funcionaba, sino que empeoraba el aprendizaje de los niños. Principalmente por dos motivos. El léxico y la gramática de los libros de asignaturas como ciencias o historia eran mucho más avanzados que los de inglés, por lo que a los alumnos les costaba gran trabajo comprender las lecciones y no les quedaba otra solución que memorizar los contenidos.”

A esto hay que sumarle que durante años el bilingüismo se ha ofertado voluntariamente en los centros, generando dos tipos de aulas, las Bilingües y las NO bilingües, en las que el alumnado quedaba clasificado en función de las mayores expectativas de familias y alumnado. Los grupos No bilingües se han mostrado más complejos de gestionar y con peores resultados que los otros. De hecho lo que la ley de educación no permite que es segregar el alumnado por niveles de conocimientos lo ha legitimado la organización de los grupos de alumnado por la opción bilingüe.

Concluyendo, la moda del Bilingüismo ha pasado, aunque los políticos de la Junta de Andalucía, aún no se han enterado. El aprendizaje de idiomas sigue siendo una asignatura pendiente, que no ha resuelto esta “innovación” y no parece que tenga remedio a pesar de las miles de horas de enseñanza dedicada a ello. ¿Hasta cuándo?

Rafael Fenoy Rico


Fuente: Rafael Fenoy Rico