«La producción masiva de biocarburantes y la subida de alimentos es hoy un crimen contra la humanidad y un asesinato en masa» (Jean Ziegler, ponente especial de la ONU sobre los problemas alimentarios).
El Norte, EE.UU., Europa, y más exactamente los países fuertes de ese gran mercado capitalista llamado Unión Europea, a partir de la finalización de la segunda guerra mundial, contruyen un sistema productivista y desarrollista basado en la esquilmación de recursos y materias primas de los países del Sur y la utilización de una energía muy barata (el petróleo) hasta la mitad de los años 70. Así sustentaron sus sistemas de Estados de Bienestar, donde el consumismo y los sistemas de transporte de vehículos a motor de gasolina, tanto para mercancías como para personas, se convierten en las señas de identidad del mejor de los mundos posibles : el capitalismo.
Cuando el Norte sufre las consecuencias de su propio sistema productivista/desarrollista, cambio climático, desertización, agotamiento de energías baratas, desigualdades sociales y territoriales, etc., y países del Sur emulan el modelo del Norte (China, India…) y también quieren “comer filete”, no encuentra mejor respuesta que externalizar dichas consecuencias a los de siempre, es decir al Sur, a cientos de países empobrecidos por su barbarie y criminalidad.
Ahora, y sin ruborizarse tan siquiera, sino desde la más fría racionalidad de la lógica económica, van a causar una nueva crisis alimentaria a más de treinta y tres países y serán los causantes del hambre de cien millones de personas. ¿Por qué más barbarie ? Pues sencillamente porque hay que seguir llenando el depósito de gasolina de los del Norte y enchufar el aire acondicionado, ante el calor que parece que hace, y mucho.
Nuestro planeta (es un decir, porque los verdaderos dueños son cuatro : las multinacionales, los grupos financieros de inversión, los militares OTAN y políticos, entre ellos la Iglesia Católica), es finito y limitado : el 70 % de la superficie es agua y el 30 % tierra.
El agua como fuente directa de alimentos solamente proporciona el 6 % de las proteínas consumidas y un 2 % de las calorías. Algo más del 90 % del suministro de alimentos humanos proviene de los pastos y la tierra cultivada, que representa menos del 10 % de la superficie terrestre. Tanto los efectos de las fuerzas naturales (bien inducidas, bien deducidas), como los efectos de la actividad humana (modelos energéticos, modelos de producción, modelos de transporte, modelos de vida, etc.), reducen de forma exponencial el área de la tierra cultivable ; la desforestación de los bosques reduce el área de vegetación y sus efectos negativos son directos en pastos, cultivos y medio.
Conclusión obvia : cuando la tierra es escasa, su explotación intensiva y productivista (máquinas) y se le angosta con mierda química (pesticidas, fertilizantes), la producción de alimentos disminuye, y además se produce de forma desigual y se reparte en función del poder, y, de éste, el Norte tiene mucho o todo, según vengan dadas . Y en última instancia, se invaden los territorios con nuestra “santa alianza democrática” (como en Irak).
Ni tan siquiera la denominada “revolución verde” (producir mucho por medios genéticamente modificados) ha resuelto nada del problema. Al revés, se ha especializado en monocultivos con búsqueda de rendimientos muy altos en dinero y no en cubrir necesidades, ha contribuido a la destrucción de la biodiversidad biológica y hace dependientes a los agricultores de grandes monopolios farmacéuticos propietarios de las patentes de semillas.
La Unión Europea decide que para reducir las emisiones y hacer algo contra el calentamiento hay que dedicar una parte de la tierra para la producción de plantas como base de los biocarburantes. Para el 2020 el objetivo es alcanzar el 10 % de uso de éstos en transporte. Y sus políticas comerciales, causantes del empobrecimiento de las agriculturas de los países del Sur (subvenciona a agricultores propios y financia la exportación de los excedentes agrícolas), siguen la senda de la profundización de la brecha entre quienes deben “llenar el depósito de gasolina todos los días”, los menos (el Norte), y quienes ni siquiera llenan el estómago, los más (el Sur), aunque si andan vivos, entre residuos sólidos y gaseosos y artilugios militares, seguro que lo llenan.
Los precios de los alimentos se han disparado por la acción del Norte : sus crisis financieras, sus mercados de divisas que juegan a la ruleta con las monedas “pobres”, sus multinacionales que roban, matan y roban más y matan mejor, sus productos agrarios desviados para producir energía barata, sus relaciones comerciales injustas, monopolistas e imperialistas, son las causas que explican que una masa de población de cien millones de personas vuelva a entrar en una crisis de hambre a muy corto plazo.
Si lo sumamos a la crisis de desnutrición permanente de 1.000 millones de personas, más las crisis de agua potable, infraviviendas, etc., nos encontramos con un mundo de desigualdad y horror que hace complicado seguir llenando el depósito de gasolina y encender el aire acondicionado, como si no pasara nada.