Esta claro que ver la realidad vasca desde la confortable lejanía de Madrid produce estragos. Si durante la campaña electoral, la clase política nacional y los medios de comunicación de referencia se posicionaron performativamente sobre los comicios, poniendo toda la carne en el asador de los intereses del eje del bien, nada más cerrarse los colegios electorales el tándem ha vuelto a las andadas. Ahora, copando radios, televisiones y medios escritos, han dirigido sus energías a demostrar que con los datos en la mano se certificaba el fracaso del “plan Ibarretxe”. Y, sigo porque me toca, que el nacionalismo democrático -hasta ayer tildado poco menos que de fratricida- tenía que volver grupas hacia la casa común del constitucionalismo. Pero esta no es una reflexión sería de los resultados electorales, sino que más parece la doctrina de los bien pagaos. Veamos.

Esta claro que ver la realidad vasca desde la confortable lejanía de Madrid produce estragos. Si durante la campaña electoral, la clase política nacional y los medios de comunicación de referencia se posicionaron performativamente sobre los comicios, poniendo toda la carne en el asador de los intereses del eje del bien, nada más cerrarse los colegios electorales el tándem ha vuelto a las andadas. Ahora, copando radios, televisiones y medios escritos, han dirigido sus energías a demostrar que con los datos en la mano se certificaba el fracaso del “plan Ibarretxe”. Y, sigo porque me toca, que el nacionalismo democrático -hasta ayer tildado poco menos que de fratricida- tenía que volver grupas hacia la casa común del constitucionalismo. Pero esta no es una reflexión sería de los resultados electorales, sino que más parece la doctrina de los bien pagaos. Veamos.

Primero. El atrezzo electoral previo, con la ilegalización de una agrupación de electores (AG) avalada por 18.000 firmas ante notario por no realizar una condena expresa del terrorismo de ETA (el T.C. dixit) y el consecutivo nihil obstat a otra formación (EHAK) que tampoco lo había hecho, ha demostrado que al Estado le preocupaba más laminar a un PNV con facticidad soberanista que impedir la entrada en el Parlamento vasco del supuesto brazo político de ETA, con capacidad resolutoria mucho más problemática. Ello a costa incluso de haber utilizado métodos flagrantemente antidemocráticos (el medio es el fin), como es impedir por la fuerza la participación política, y al mismo tiempo encadenar a sus juegos de poder al mismísimo Tribunal Constitucional, que se dejó manipular por unanimidad.

Segundo. Que no es cierto que el gran perdedor haya sido el “plan Ibarretxe”. Al contrario, en el puzzle de conjuntos y puesta en valor que son unos comicios, podría decirse que la caída del PNV ha sido precisamente por no apostar claramente durante la campaña por ese programa cosoberanista. Curiosamente esos mismos medios, tertulianos, analistas orgánicos, enteraos y aficionados a pensar por delegación, se han cansado de decir que el PNV no estaba sacando apenas el argumentario del “plan Ibarretxe” durante su campaña. O sea, que en el combate pendular de las dos almas que anidan en el nacionalismo vasco, la autonomista y la independentista, la dirección del partido había optado por poner sordina al “plan” para tratar de fagocitar flancos próximos al lado más vasquista del bloque constitucional. Craso error, la bajada de casi diez puntos en participación (69% frente al 79% de 2001) ha demostrado que esa política lo único que ha provocado es una desconexión con sus bases más militantes (juventudes sobre todo), “licenciadas” tras meses de vivaqueo constante a costa de las embestidas del poder central contra todo lo que oliera a “plan Ibarretxe”, aunque llevara el aval de la mayoría de la cámara de Vitoria. El resultado ha sido una centrifugación del voto nacionalista con la consiguiente disminución de su cuota para la coalición PNV-EA a costa del abertzalismo.

Tercero. Tampoco es cierto el triunfo antinacionalista. Sin incluir a EB, que ha sabido resistir los embates de la marca “comunista” EHAK, cuando era su principal víctima propiciatoria (teniendo en cuenta además la enemiga de sus socios del PCE en Madrid), las elecciones del pasado 17 de abril han arrojado un nuevo mapa de Euskadi más ampliamente nacionalista. Frente al 41% de los votos que obtuvo en 2001, el bloque constitucionalista formado por PSE y PP ha obtenido en 2005 un 39,9%, o sea un punto menos. Aunque, claro, eso se puede interpretar como se quiera si el objetivo declarado era sólo tumbar al PNV, que ha pasado del 42.7% al 38,6%, con todas las baterías del Estado en su contra por tierra, mar y aire. Y es un País Vasco más nacionalista, pero menos moderado, porque si en las pasadas elecciones el “hecho diferencial” aglutinaba el 52,7% de electorado (PNV+EA+EH), ahora supone el 53,4% (PNV+EA+EAHK+Aralar). Resumiendo, el PNV ha bajado cuatro puntos, pero el nacionalismo en su abigarrado conjunto ha subido casi un punto, y es un nacionalismo que ha girado a la izquierda frente al que dominaba antes.

Quinto. El PP no solo ha sido el gran derrotado junto al PNV. Además de haber bajado en casi seis puntos (el 17, 3% frente al 23,1%), quienes han cedido terreno han sido los “moderados” de San Gil, convirtiendo en excelentes resultados los obtenidos hace cuatro años por los halcones del Mayor Oreja, hecho que inevitablemente se trasladara a Madrid, dando nuevos bríos a los aznaristas que conspiran, con Acebes a la cabeza, para derrocar a Mariano Rajoy. Como dato hay que tener en cuenta que el PP ha sacado escasamente 59.000 votos más que EAHK, aunque en escaños eso se haya traducido en otros 6 diputados (9 de EAHK por 15 del PP).

The end. Si con este escenario, aún algunos de nuestros sabios políticos y mediáticos, en impúdico amancebamiento, se obstinan en prever un gobierno de “salvación nacional” (PNV+EA+PSE+¿EB ?) que deje sin referente político el claro viraje hacia una profundización por la izquierda del “plan Ibarretxe” (que el 53,4% del censo ha reflejado) es que siempre hay quien se obstina en ir de victoria en victoria hasta la derrota total . (Salvo que la alianza entre las cúpulas del PNV y PSE incluyera una reforma en profundidad del Estatuto y una negociación con el mundo de ETA para dar una salida política al conflicto armado).