Artículo de opinión de Rafael Cid

Nada más asumir la presidencia de Pedro Sánchez se han destacado tres primicias: que es el primer inquilino de La Moncloa que se maneja en inglés sin necesidad de intérprete; que también es el primero en prometer el cargo sin tener delante una biblia y un crucifijo; y que es igualmente el primero en acceder al puesto sin haber pasado por las urnas. Asuntos varios de valor indeterminado que cada cual pondera según sus anteojeras ideológicas.

Nada más asumir la presidencia de Pedro Sánchez se han destacado tres primicias: que es el primer inquilino de La Moncloa que se maneja en inglés sin necesidad de intérprete; que también es el primero en prometer el cargo sin tener delante una biblia y un crucifijo; y que es igualmente el primero en acceder al puesto sin haber pasado por las urnas. Asuntos varios de valor indeterminado que cada cual pondera según sus anteojeras ideológicas. Unos lo hacen para valorarlo positivamente, como precursor de los cambios progresistas que pueden esperarse, y otros para cuestionar su legitimidad democrática de acceso al poder. Todos a una por el “interés general”.

Y sin embargo, si se monitoriza la película de lo sucedido desde la aprobación de los Presupuestos Generales 2018 con Mariano Rajoy al mando, hasta su defenestración tras la moción de censura, se demuestra que es más lo que une a unos y a otros que lo que les separa. Censores y censurados, vencidos y vencedores, han actuado bajo el  mismo troquel político. Ese “saber hacer” que inspirara a Maquiavelo considerando que el arte de gobernar no exige ética ni estética. Solo hechos consumados. Que el fin justifica los medios y que el talento político reside en la habilidad para inventar una teleología seductora que excuse la probidad de los medios utilizados. Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones.

Comenzó la apuesta el Partido Nacionalista Vasco (PNV) cuando, tras proclamar urbi et orbi que nunca apoyaría los presupuestos del PP mientras siguiera vigente el artículo 155 en Catalunya, giró en redondo (“sin complejos”, apostilló el varas Andoni Ortuzar) y puso su firma sobre las cuentas después de arrancar al gobierno de la nación una partida extraordinaria para Euskadi de 540 millones de euros. Y luego, con la seguridad dada por el promotor de la moción de censura de mantener tan suculenta dote, cambió de bando y puso sus votos a disposición de Sánchez para tumbar al dispendioso Rajoy. La razón esgrimida para semejante revolcón fue que tras la sentencia del caso Gürtel era imposible mantener la palabra dada por sentido de la responsabilidad. Ni era verdad ni estaba bien encontrado. El mismo día en que el PNV dijo sí a Rajoy era profusamente detenido el ex ministro de Aznar Eduardo Zaplana y el fallo sobre Gürtel, que se publicaría justo al día siguiente, ya era conocido en los cuarteles generales de los principales partidos. ¡Ay de esa mano inocente que desde el CGPJ chivaba a sus padrinos políticos incluso la frase de censura a Rajoy que destilaba la sentencia!

Sigamos con el frente-mantra “hay que echar a Rajoy de La Moncloa”. Tenemos a Unidos Podemos, que con su consentimiento incondicional ex ante dejaba al PNV con su parca mochila de cinco escaños como supremo decisidor. Primero  neutralizando sus poderes y luego reactivándolos como amenaza al Euzkadi Buru Batzar  (EBB) al manifestar que si la moción de censura del PSOE fracasaba estaba dispuesto a poner sus 71 diputados a disposición de una réplica instrumental para convocar elecciones (en línea de lo reclamado por Ciudadanos). De esta manera “el pablismo” cerrada un camino de memoria, el que denostaba al bipartidismo a granel (“PSOE, PP, la misma mierda es”), y exploraba una nueva senda confluyendo con el PNV, el único partido confesional del Estado (su lema, “Jaungoikoa eta Lege Zaharra”, podría interpretarse libremente “Como Dios manda”) que rige en la comunidad tradicionalmente más privilegiada de España, y el nacionalismo catalán del “tres por ciento”, hasta semanas antes denostado por corrupto y base de su equidistancia entre el procés y el 155. Mutis por el foro igualmente sobre los ajustes y recortes introducidos en el mercado laboral y el sistema público de pensiones por el PSOE de Sánchez diputado, el 135 o el macrojuicio de los ERE que al mismo tiempo se sesionaba en la audiencia andaluza.  No hay compensación bastante para semejante sacrificio por parte de una fuerza emergente antisistema.

Y como donde las dan las toman, quedaba por ver, ahora de la mano del malherido PP en el senado, la última pirueta con que los aparatos de los partidos visionan lo que entienden por “representación democrática”. Abusando de su mayoría de control en la cámara alta los populares han anticipado enmiendas selectivas a su propio presupuesto en la parte que antes  beneficio a los peneuvistas. Todo con la perversa idea de devolverlos al toril y que entre los conjurados aflore la diversidad incompatible que en origen les determina. Un gesto hostil que ha merecido el epíteto de “vengativo” por los mismos que antes les dejaron en la estacada. Sin al parecer importar demasiado que los de Génova 13 hayan compartido alineación contra los presupuestos del PP-PSOE (en realidad también lo son de PDECAT, ERC, EH Bildu, Compromís y Nueva Canarias) con sus pares de pupitre de Unidos Podemos en el Senado.

A veces el interés general asume razones particulares. Quizás por eso hoy tenemos un gobierno a cuyo frente se encuentra un presidente que no presentó programa de gobierno. Por tanto, y solo en teoría, nada le compromete ante la ciudadanía.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid