No protestan por verse perseguidos por motivos políticos, ni porque piensan que se violan sus derechos fundamentales. Lo hacen porque las administraciones autonómica y municipal no les han pagado lo que les deben desde hace años por realizar servicios sociales a su comunidad. Por este motivo tres personas entraron hace semanas en huelga de hambre, y la salud de una de ellas, que renuncia a asistencia médica, ya peligra. Y todo ante unas autoridades y de una sociedad que prefieren mirar hacia otro lado. [ LAURA L. DAVID. 31 de enero 2012 - Atea y Sublevada ]

«Es
perverso que lo que estoy haciendo yo sea visto casi como un acto
heroico porque, en el fondo, es un acto de violencia pura y dura
contra mi cuerpo. ¿Qué pasaría si en lugar de eso yo tuviera aquí
cerrado un miembro del Gobierno, 18 días secuestrado, sin darle de
comer? Sería considerado un terrorista, un violento … no sé qué
se diría de mí!

«Es
perverso que lo que estoy haciendo yo sea visto casi como un acto
heroico porque, en el fondo, es un acto de violencia pura y dura
contra mi cuerpo. ¿Qué pasaría si en lugar de eso yo tuviera aquí
cerrado un miembro del Gobierno, 18 días secuestrado, sin darle de
comer? Sería considerado un terrorista, un violento … no sé qué
se diría de mí! Y en cambio estaría haciendo algo más lógico,
estaría atacando a quien, en realidad, es el culpable de nuestros
males».

Son
palabras de 
Toni
Valero
 ,
quien 18 días después de comenzar su huelga de hambre por la
campaña de solidaridad con el Parque Alcosa, ayer tuvo que ser
ingresado, muy débil, en el Hospital Clínico .

Antes
que él, otras dos personas secundaron sendas huelgas de hambre, de
23 y 17 días respectivamente, hasta que peligro su estado de
salud. En Toni la hospitalización le duro cuatro horas y pico,
porque con los resultados de la analítica por el suelo, firma el
documento para rechazar la asistencia médica y le dan la baja
voluntaria. 
«Pienso
llegar hasta las últimas consecuencias, esto es una huelga
indefinida «
 ,
dice. Hasta que el Ayuntamiento de Alfafar y la Generalitat
paguen los 400.000 euros de la deuda. Pero, sobre todo, hasta
que la Administración se siente con ellos para renegociar 
un
proyecto de formación y de empleo
 que
les han tumbado y que daría trabajo a unas setenta personas, con el
consiguiente efecto multiplicador para el barrio.

«Somos
una nada en medio de la inmensidad, hoy por hoy somos unos cuantos
más de los tantísimos afectados por los impagos. Ponen de excusa la
crisis, pero no es eso»,
denuncia Toni
con voz decidida. Reclaman un apoyo continuado, una estabilidad
para una ciudad dormitorio que roza el 40% del paro y que, desde los
años 80, toda administración les ha negado. La verdad es que a
la gente del Parque Alcosa no tienen que explicar nada, de
crisis: 
ellos
y ellas viven en crisis permanente
 .

«Somos
el cuarto mundo, somos África. No existimos y no quieren que
existamos. Somos los excluidos y así nos quieren»,
 asegura
este animador sociocultural que, como sus vecinas, tiene el culo
pelado de plantar batalla a la autoridad . Hace 26 años que la
comunidad lucha por salir de ella, ella misma, los problemas
generados por el capitalismo salvaje. Del trabajo precario, del
paro, de la droga, de la marginalidad, de la exclusión. Mediante
cooperativas laborales, iniciativas de economía social y solidaria,
de las que 
«aquí hace veinte años
no había oído hablar nadie».


No
mirar, no hablar, no molestar 

«molestas
porque miramos la Administración a los ojos, de igual a igual, y
cuestionamos el sistema subsidiario: nosotros queremos participación
ciudadana y estamos por el derecho a decidir de la gente, para
garantizar que todos tenga una vida digna que el mal llamado Estado
del Bienestar no nos da: no nos valen las políticas asistenciales,
no nos valen sus muelles «,
 dice
clavando unos ojos azules enormes en su interlocutora. Mientras
habla, se recoloca unas gafas de cristales sucios, hechas a medida
para un rostro más redondo que lo que el paso del ayuno le dibuja
ahora. De vez en cuando, se apoya en la pared o se estira,
directamente, sobre el colchón para retomar fuerzas.

Del
Clínico, Toni ha ido otra vez hacia el edificio antiguo de la
Universidad de Valencia, donde ha quedado recluido en el pequeño
habitáculo de los servicios públicos. Allí se ha hecho una
pequeña casa: un colchón, sábana, edredón y almohadilla, un
montón de periódicos, algunos asuntos para el aseo personal, una
botella de agua, un radiador eléctrico encendido a la máxima
potencia, dos móviles y un aparato transmisor de radio de aquellos
de otro tiempo. Poco más. En el reducido cuartito que
antes albergaría los utensilios del personal de limpieza se ha
habilitado, también, una especie de despacho. Un portátil en
marcha 
– «tengo un poco de
dificultad para redactar, pero todavía puedo trabajar»,
 asegura
Toni-, más periódicos esparcidos, algunos papeles manuscritos y la
pila de hojas del proyecto, que espera sobre la mesa la llamada de la
Generalitat.

Entra
un compañero en el habitáculo, donde el calor y el agrio olor de un
lugar sin ventilación en el que vive alguien desde hace más de dos
semanas cargan el ambiente. Con él pasa también un poco de
aire frío, gracias a esta tarde helada, que se cuela, no se sabe
cómo, por el interior del edificio. 
«He
venido a ver como estás y me voy al barrio» ,
 dice
el hombre. 
«Estoy de puta
madre!»,
 contesta enérgico Toni
quien, ejerciendo aún desde La Nave sus funciones de coordinador del
colectivo, manda: 
«Queda con aquel
para ordenar el local, que lo haga y punto. Debemos mantener la
conexión con los jóvenes, es importante «.
 Poco
después, entra otro compañero y le dice que su lucha ha salido a la
edición digital de un diario de tirada nacional. 
«De
puta madre, estad atentos, en cualquier momento pueden tocar para la
negociación «.
 Toni se aferra al
optimismo, pero no puede evitar pensar hasta cuándo será el Consejo
capaz de tirar de la cuerda. Aunque todos los grupos
parlamentarios de las Cortes les han mostrado su apoyo, PP
incluido, 
«hay miedo a que alguien
diga que hay que aguantar un poco más»,
vaticina
Toni. 
«Yo no sé si tendré fuerzas
para llegar a los 30 días. Con 30 días, la situación sería
crítica «.
 ingiriendo agua
solamente, poco más se puede aguantar.Excepto si te dices 
Orlando
Zapata
 , cubano
anticastrista que murió 86 días después de iniciar la huelga de
hambre más mediática que se recuerda.

La
semana pasada los recibió la consejera de Educación, 
María
José Catalán
 .«Sólo
palabras, no recibimos ningún compromiso en firme»,
 recuerda
Toni con una mezcla de tristeza y rabia porque 
«las
cosas vayan a funcionar así, como siempre lo hemos conseguido todo:
bajo presión «.
 Crear un «clima
de opinión favorable»
 y recibió
el apoyo ciudadano es 
«muy
importante»,
 valora Toni, quien se
lamenta, sin embargo, de la 
«poca
cultura política»
 de la sociedad
valenciana. «
Tenemos que conseguir
hacer entender que 
estamos
todos en la misma lucha
 y
que sin la movilización, no hacemos nada «,
 dice.

Próximas
convocatorias –

La
próxima marcha en apoyo por el Parque Alcosa será este jueves y,
una vez más, irá de la plaza Manises en la plaza de la
Universidad. Sábado, hay convocado un ayuno colectivo para
todos aquellos que quieran sumarse: será de las 20:00 de la tarde a
las 12:00 del día siguiente. Dice Toni que entonces, si puede,
continuará llevando el megáfono con el que hasta ahora ha hecho de
portavoz y ha agitado conciencias. Ahora bien, se despide con la
esperanza de que la próxima que nos encontramos » 
sea
para beber
 «, señal de que algo
tendremos que celebrar. Y, como dice que se encuentra bien,
tratará ahora de ponerse » 
a
trabajar un poquito en el ordenador
 «. Antes,
sin embargo, una decena de hombres y mujeres la espera en el rellano
del entresuelo de La Nau.
«Como
está?»,
 espeta Toni con una
sonrisa telefónico como de escuela de formación de teleoperadores
de algún servicio de atención al cliente.  
«¿Cómo
estás tú?»
 , se atropellan unos
y otros, respondiendo casi a una sola voz . 
«Yo!?
De puta madre!»
 .


Fuente: Atea y Sublevada