Artículo publicado en Rojo y Negro nº 386 de febrero

A estas alturas del panorama ibérico creo que todes ya habremos escuchado la noticia de que el 45% de los hombres dice vivir oprimido por el feminismo. ¡Cómo no hablar de esto! Es que una ya no sabe ni por dónde empezar, si por la malicia del CIS o por la de los titulares «clickbite» de las noticias.

Hay una parte de mí que ni siquiera se asombra de esta noticia, que de alguna manera siente que en la calle cada vez está más legitimado odiar al feminismo (y a las mujeres y a la peña trans y… básicamente a todo lo que no represente un hombre de bien, el macho ibérico 100%), y hay otra que no se sorprende de que los titulares de las noticias sean capaces de sacar todo de contexto y cambiar el trasfondo de un estudio para poder conseguir clicks.
Me encantaría ser una persona de bien con una carrera digna como Sociología para poder hablar con propiedad de esta encuesta, de esas que se paran y analizan a ver cuáles son las preguntas que se han hecho, a qué población se las han hecho y cómo se han cruzado los datos para sacar las conclusiones. ¡Ah! y, evidentemente, pensar en cuál era la verdadera conclusión del estudio antes de que la derecha la enviara a tomar por saco con un titular escandaloso. De hecho, me quiere sonar que la colega que tengo con carrera de bien me comentó que la encuesta da un resultado bastante contrario al mencionado: la media de la población española es bastante feminista y quiere la igualdad de oportunidades para todes. Si es que en el fondo no somos tan mala gente (aquí yo incluyéndome en un sentimiento de país al que no sé ni si pertenezco o si siquiera me acepta) y juraría que hasta hay un artículo bastante esperanzador de El País que indaga en el tema (confieso que a dos días de tener que entregar este artículo, porque Miguel no para de perseguirme, no he hecho una búsqueda en profundidad del tema). Simplemente, los hombres cis me siguen sorprendiendo con su incapacidad de estar cómodos con el transfeminismo. Chicos, de verdad, ¿qué os pasa? Escribidme, busquemos soluciones: mucho militar en movidas de clase, decir que apoyáis a les compas y después pasito para atrás cuando hay grupos de trabajo sobre feminismo (o formaciones de planes de igualdad). ¿No será que seguimos sin saber cómo abordar el tema? ¿Sin saber cómo trabajarnos el privilegio?
Últimamente, me tiene bastante obsesionada la masculinidad y el cómo ser hombre en un mundo supuestamente sin referentes. Entiendo que nos han vendido el estereotipo de hombre rudo que no se preocupa de nada y es un gran amante por las noches, pero que, en el fondo, se preocupa por la gente (¡increíble!, ¡se preocupa!), un ser absolutamente distópico de película de Hollywood que, sinceramente señores, nadie querría en su vida. Así que, en esta nueva era donde el hombre tiene que aprender, ¿cuáles son los modelos? Os digo ya que la industria cinematográfica nos ha dado poco o nada a lo que aferrarnos y que tampoco creo que la idea sea leer un manual e intentar ser esa persona. Dejar ir el privilegio para existir de otra manera implica un juego de destrucción y creación repetitivo: primero, entender cómo ejercemos el privilegio, segundo, cómo relacionarnos desde esta nueva posición y, tercero, vuelta a repetir —vamos, como las lavadoras, que aunque pongas una, dentro de una semana toca otra—.
En mi busca he estado leyendo lo que les amigues me han ido recomendando como Masculinidades y feminismo de Jokin Azpiazu Carballo donde relata las reflexiones de varios grupos de hombres, pero aquí tampoco hay respuestas claras porque simplemente nadie puede decirnos cómo vivir nuestras vidas (aunque los neoliberales sigan creyendo que si trabajas duro lo conseguirás, ilusos). No obstante, Azpiazu nos plantea que reflexionemos desde los roles de poder, ergo si gestionamos algo y después el resultado sigue haciendo que las mismas personas tengan el poder, y el resto no, es que no hemos solucionado nada.
En el libro pone un ejemplo que me parece bastante clarificador: en la hora del patio de un cole los niños ocupan la gran parte del espacio jugando a fútbol y las niñas juegan en los márgenes, las niñas se acaban quejando y los niños les dicen que ellos no pueden jugar al fútbol en ningún otro lado y que en cambio ellas pueden jugar en cualquier rincón y los niños hasta las invitan a participar en el fútbol si dejan que ellos puedan seguir igual. Aquí acaba la escena, ha habido un diálogo y un debate donde se ha llegado a posturas en las que todes están de acuerdo, pero ¿realmente los chicos han dejado de ocupar todo el espacio?, ¿sigue siendo más importante lo que hacen ellos? En vez de repartirse los días de quién ocupa el centro del patio y de abrir el camino a que ellas puedan jugar a otras cosas, que quizá puedan ser más expansivas, todo sigue igual, el juego de ellos es más importante y, además, si ellas deciden participar en el centro del patio tiene que ser al juego que ellos han decidido ¡y tienen que dar gracias a que ellos las han dejado participar! Aquí no ha habido ningún cambio de poder.
Esto mismo ocurre en nuestras asambleas. Señoros míos, ¿cuantos de vosotros intervenís tranquilamente en las reuniones sin pensar qué personas no están hablando? Y, después, cuando algunos intentáis dar un paso atrás y acabáis volviendo a ocupar el espacio, os justificáis diciendo “es que si no nadie dice nada”… pues quizá va siendo hora de hacer la reunión de otra manera, como haciendo una ronda de opiniones para que todo el mundo pueda decir la suya. Nunca sabremos qué opinan les compas si no creamos maneras de participar que funcionen para todes. ¿Cuántos tomáis actas o hacéis de moderador? ¿Alguna vez habéis contado la cantidad de veces que intervienen las personas por géneros? Otra cosa supercuriosa que nosotres hemos detectado es que siempre hay algún señoro que llega tarde y aun así interviene el primero para dar su opinión. Os juro, esta es de manual.
Como siempre, os invito a que reflexionéis sobre vuestros espacios y de paso que hagáis cuatro números rápidos con un muestreo de cinco reuniones para ver qué tal va vuestra asamblea favorita. Puede que no tenga esa carrera de bien para hablar del tema, pero mis amigues me han enseñado estos truquillos chapuceros como quien usa cinta americana para todo. Quizá así logremos acompañarnos mejor en este camino loquísimo que es CGT.

Ester M.
Joven enfadada y mordaz
mapache@rojoynegro.info

 

 


Fuente: Rojo y Negro