El trabajo es un factor geoestratégico básico en las guerras del S.XXI
El factor trabajo se está convirtiendo en clave de la competitividad internacional y por tanto en clave geoestratégica diferencial. Una mala noticia para los trabajadores de todo el mundo.
El trabajo es un factor geoestratégico básico en las guerras del S.XXI

El factor trabajo se está convirtiendo en clave de la competitividad internacional y por tanto en clave geoestratégica diferencial. Una mala noticia para los trabajadores de todo el mundo.

Alguien dijo que el muro de Berlín se había caído sobre nuestras cabezas. Ese sabio y anónimo personaje quizás vislumbraba, la uniporlaridad en el poder mundial de Estados Unidos, y el fortalecimiento de los factores que pueden perpetuar su poder : la nueva Revolución Industrial de las tecnologías TIC ( ordenadores, internet ,… ) y la consiguiente Revolución laboral que son su consecuencia. Una y otra revolución en tanto que nuevas suponen una ventaja diferencial para la potencia imperial que las domine en forma de competitividad. Si a esto añadimos, que nadie dijo que la competencia tuviera que ser además de libre, leal o equitativa, concluimos en un cambio radical del mundo del trabajo constante y profundo. La productividad es así, el sacrosanto lema del Imperio. Un elemento básico en la lucha de poder entre los grandes bloques en liza, Estados Unidos, Europa, Japón, China, India, Mercosur,…

Como consecuencia inevitable se produce una ruptura estructural del equilibrio de fuerzas entre capital y trabajo a nivel mundial generando una reducción del poder negocial de los trabajadores, y una manifiesta tendencia estructural a la individualización de la negociación del contrato de trabajo. Los ejércitos de trabajadores son los peones del gran tablero mundial -a la manera de Brzezinski- y es necesario su sacrificio por mor del beneficio colectivo ( la viabilidad como hiperpoetencia de nuetra nueva «patria» económico-financiera, la UE en nuestro caso ).

A la subdelegación del gobierno comunitario, o sea al gobierno español de turno, no le queda más remedio que preocuparse por el nivel de aprendizaje de sus súbditos, y es que su capacidad competitiva está en entredicho si no es capaz de conseguir un elevado índice de comprensión tecnológica y de adaptabilidad intelectual a los nuevos entornos y exigencias empresariales hiper-eficientes y multi-lingües.

A corto plazo ha de incidir sobre la población de mediana edad ante un rápido envejecimiento de sus habilidades profesionales. Sobre la población juvenil y en edad escolar ha de garantizar su productividad y competitividad futuras mediante una hipercualificación técnica y tecnológica, además de lingüísitica. Y todo esto sin cuestionamientos éticos o filosóficos sobre modelos educativos alternativos o alejados de la guerra latente. Esto les supone la creación ex novo de valores ( o anti-valores, según lo veamos ) legitimadores del futuro ciclo vital del homo studens. El títere no debe ver la cuerda del artista. El títere ha de ser lo que es, un títere inerte, ciego, guiado por el tierno paternalismo del estado y sus siempre legítimas razones.

La juventud debe asumir la naturalidad e inevitabilidad del mundo que le circunda como si fuera el único mundo existente y posible. Así, emergen nuevos valores, políticamente correctos y adaptados a los prin-cipios generales del movimiento -perdón- , de la modernidad » democrática» de los medios públicos de manipulación ( ….quería decir comunicación ).

Así, «democráticamente», los jóvenes tendrán que ser hipereficientes en su futuro laboral, hiperflexibles, acríticos, apolíticos, asindicales, agnósticos, y sobre todo crédulos. Crédulos de la inevitabilidad de las cosas.

Pagarán sus créditos hipotecarios ( eso sí, religiosamente ) con el sudor de su frente, y disfrutarán de las «ventajas» del mundo moderno en forma de packs de ocio. Packs milimetrados de telebasura o de vacaciones que permitan al trabajador volver en condiciones óptimas de producir de alguna de las cienmil formas creativas que su empresa tenga para especular en su respectivo mercado donde todo es vendible.

El / la joven de hoy se adaptará a las empresas actuales cada día menos tangibles, al paraíso de la precariedad tan necesario para la correcta sincronía del capital y la producción a la competencia internacional.
Esa implícita economía política de la inseguridad crea un «natural e inevitable» efecto dominó : las bases del Estado social se deterioran ( sistema de salud se resiente ), se programa la pobreza para los jubilados del futuro ( las pensiones no podrán pagarse en su totalidad a medio plazo ) ; los exiguos presupuestos de los municipios no podrán financiar los servicios de asistencia social ; finalmente, la trayectoria psicológica y vital de las personas se fragiliza.

Así, dedicamos cada vez más tiempo a la actividad laboral, tanto al trabajo directo como al indirecto : desplazamiento, aprendizaje, «deberes laborales «, etc. Por otro lado, los esquemas negociados por la patronal de despido barato induce a la gente a aceptar infrasalarios que sólo pueden ser compensados mediante sobretrabajo.

Para la correcta eficacia del sistema cada vez más aparecen dos tipos de trabajadores. El trabajador cualificado económica e intelectualmente que sabe y puede adaptarse a las necesidades cambientes del entorno económico y profesional y el trabajador genérico sin cualificación adaptativa que simplemente recibe instrucciones y ejecuta órdenes y que incluso no le dejan hacer más que eso. Este tipo de trabajo es el trabajo que efectivamente puede ser eliminado fácilmente y sobre el que el darwinismo social será implacable. Los compromisos empresariales implícitos con el personal reemplazable son instrumentales, meramente comerciales, como corresponde a la concepción de trabajador-mercancía amortizable.

El nuevo concepto de empresa implica trabajadores capaces de convivir con empresas muy poco leales a sus empleados, en un ambiente laboral deteriorado para el concepto de solidaridad y con una cierta estabilidad condicionada a la eficacia de un trabajo más duro e intenso. Como títeres entrenados a funcionar sólo con la perspectiva de lo inmediato, con compromisos puntuales y con identidades discontinuas episódicas y fragmentadas, somos carne de cañón de los terapeutas.

La movilidad geográfica y funcional de los/as trabajadores hace que la familiar nuclear vaya desaparenciendo en múltiples fórmulas asociativas sexuales y/o afectivas, familias monoparentes, etc. Desestructurados los apoyos emocrionales aparecen un sinfín de enfermedades psicosomáticas.

Nosotros que somos los peones estratégicos, nuestro cuerpo y nuestra psique se ponen al servicio de la patria multinacional ( en nuestro caso Unión Europea ) y de su capacidad competitiva en la guerra fría de las relaciones económicas internacionales ( Organización Mundial de Comercio, FMI,… ).

Este desajuste entre un modelo laboral eficiente para el sistema y el modelo psicoafectivo personal provoca un absentismo nada despreciable en términos macroeconómicos. Ante tan intolerable desaguisado presupuestario, el Macroestado ( la Unión Europea ) se ve en la necesidad de fortalecer a sus ejércitos de dóciles peones con toneladas de inhibidores de la xerotonina ( sedantes, antidepresivos,…) que producen los más sonados orgasmos de la industria farmaceútica ( en compensación por la traición estatal de los genéricos ). Así, el capital vuelve al capital. Y el títere vuelve a la caja que le guarda y conserva de ser ese » Pinocho» humanizado, libre e independiente de la mano del paternal Leviatán que le cuida y alimenta.

Mientras, en el lejano Oriente un niño no duerme en la elaboración de un juguete para acompañar el sueño de otro niño en Occidente. Y es que este Occidente ha perdido por razones desconocidas la capacidad de forzar a los gobernantes asiáticos a respetar los derechos humanos laborales. Sus valores y su ética laboral confuciana ( orden, disciplina, trabajo duro, responsabilidad familiar, colectivismo… ) chocan con el individualismo de allende los mares, con sus excesos, crimen, falta de respeto a la autoridad, responsables según ellos de la inminente decadencia de Occidente.

Pero la guerra, porque estamos en guerra (en la III guerra mundial económico-terrorista) está ganada si la droga legal (recuerden, inhibidores de la xerotonina) mantiene a los ejércitos, como en el Tercio del Gran Canuto. Así, no hay enemigo mongoloide ni sarraceno que nos aterre… De nuevo, el trabajo nos hará libres, como en Auschwitz… (o ¿era la verdad la que nos había de hacer libres ? ).

Iñaki Alonso Isusi

Secr. ASOC .ESP. LICENCIADOS EN CIENCIAS DEL TRABAJO


Par : Iñaki ALONSO CGT CORREOS



Fuente: Iñaki Alonso Isusi Delegado CGT CORREOS