El aparato de espionaje de EE UU estuvo "absolutamente equivocado en casi todos sus juicios sobre el arsenal de armas de destrucción masiva de Sadam Husein antes de la guerra", según la comisión que ha investigado durante un año el "gran fiasco de inteligencia" sobre el que se justificó en buena medida la invasión de Irak. El informe, que recomienda decenas de cambios importantes para evitar errores similares en sus casi 600 páginas, hace un esfuerzo para intentar salvar a la Casa Blanca de responsabilidad política y pone toda la carga sobre la CIA y el resto de organismos de inteligencia.

El aparato de espionaje de EE UU estuvo «absolutamente equivocado en casi todos sus juicios sobre el arsenal de armas de destrucción masiva de Sadam Husein antes de la guerra», según la comisión que ha investigado durante un año el «gran fiasco de inteligencia» sobre el que se justificó en buena medida la invasión de Irak. El informe, que recomienda decenas de cambios importantes para evitar errores similares en sus casi 600 páginas, hace un esfuerzo para intentar salvar a la Casa Blanca de responsabilidad política y pone toda la carga sobre la CIA y el resto de organismos de inteligencia.

«Comparto la conclusión básica del informe : la comunidad de inteligencia de EE UU necesita cambios fundamentales para abordar los desafíos del siglo XXI», dijo George W. Bush, que ha dado instrucciones a su asesora de seguridad, Fran Townsend, «para que revise los hallazgos de la comisión y garantice que se adoptan medidas concretas».

A pesar de que la conclusión principal asesta un golpe devastador al argumento número uno de la guerra -la urgencia de neutralizar las supuestas armas de destrucción-, la Casa Blanca se beneficia de la generosidad con la que la comisión trata al presidente y, sobre todo, al vicepresidente Dick Cheney, que en agosto de 2002 se lanzó a hacer afirmaciones como ésta : «No hay duda de que Sadam Husein tiene ahora armas de destrucción masiva». Ni Bush ni la CIA habían dicho antes nada semejante. En octubre de 2002, el Informe Nacional de Inteligencia concluyó que Irak había reconstruido su programa de armas nucleares y tenía armas químicas y biológicas.

Tanto el juez retirado Laurence Silberman, republicano, como el ex senador demócrata Charles Robb, copresidentes de la comisión, aseguraron no haber hallado pruebas de manipulación : «Examinamos todas y cada una de las posibilidades para ver si algún miembro del Gobierno pidió a algún analista que cambiara sus conclusiones o si hubo alguna presión indebida. Y no encontramos absolutamente nada», según Robb.

«Las sesiones diarias de inteligencia que el presidente recibió antes de la guerra eran erróneas : exageraron el argumento de que Irak estaba reconstruyendo su programa de armas de destrucción masiva mediante afirmaciones hechas para llamar la atención y el repetido uso de datos cuestionables». Según la comisión, el principal error del espionaje en Irak fue «su incapacidad para conseguir buena información sobre los programas de armas, los graves fallos de análisis y el fracaso a la hora de determinar cuáles de esos análisis se basaban en prejuicios en lugar de en pruebas». Y añade : «En asuntos así, simplemente no podemos permitirnos el lujo de tener fracasos de esta envergadura».

El chivo expiatorio
Los servicios de inteligencia son el chivo expiatorio, como ocurrió con las conclusiones de la comisión que investigó los antecedentes de los atentados 11-S. «Nuestra comunidad de inteligencia», concluye el informe elaborado por los nueve republicanos y demócratas nombrados por el presidente, «no ha sido lo suficientemente ágil e innovadora como para proporcionar la información que el país necesita». En vista de que otras comisiones coinciden, «no habría que esperar a otra comisión o a otro Gobierno para imponer un cambio general en la comunidad de inteligencia».

La comisión aporta 74 recomendaciones y asegura que la mayoría pueden adoptarse por decisión ejecutiva, es decir, sin que el Congreso intervenga. Entre ellas se le sugiere a Bush que no sea tímido a la hora de reforzar el poder de John Negroponte, nuevo director de inteligencia nacional, que tiene que lidiar con los 15 organismos de espionaje que han desarrollado una cultura de rivalidad y que están poco acostumbrados a la cooperación. Se pide también que el FBI forme un solo departamento que agrupe los recursos que dedica ahora a antiterrorismo y contraespionaje.

Varios representantes de los organismos de inteligencia, de manera pública o anónima, han acusado al poder político de forzar los informes, de presionar a los analistas para que se ajustaran a la estrategia de la Casa Blanca y de favorecer la información procedente de exiliados iraquíes cercanos a Ahmed Chalabi, estrecho colaborador del grupo de neoconservadores del Gobierno.

Hay dos versiones del informe ; la que se ha mantenido secreta abunda en detalles que no se quieren dar a conocer sobre capacidades y riesgos de países como Irán y Corea del Norte, pero también China o Rusia. Lo que sí se dice en la parte no clasificada es que Estados Unidos tiene un conocimiento «perturbadoramente escaso» de las amenazas nucleares «de muchos de los protagonistas más peligrosos de la escena internacional».

JOSÉ MANUEL CALVO

EL PAÍS