Estamos en periodo electoral, tiempo de promesas. Pero no dejamos de estar en la realidad en la que estamos, en el tiempo del engaño crónico, permanentemente reiterado e hilvanado, formando parte de lo habitual, del consenso político y también social.
Lo político es una farsa, ¡vaya que sí! ¿Pudiera decirnos alguien cuáles de las decisiones del gobierno de Zapatero estaban en su programa electoral? o ¿cuáles de las promesas de Rajoy vienen avaladas por las realizaciones de su partido en las comunidades que gobierna?
Pero no es solo la
separación entre promesas electorales y su cumplimiento, el engaño
es más cotidiano y de más largo alcance. Hace cuarenta años con un
un contrato de trabajo se adquiría el derecho a una pensión en unas
condiciones determinadas, pero esas condiciones han variado a la baja
unilateralmente reiteradas veces. Se quedan, total o parcialmente, en
papel mojado los derechos sociales y laborales.
Pero no es solo la
separación entre promesas electorales y su cumplimiento, el engaño
es más cotidiano y de más largo alcance. Hace cuarenta años con un
un contrato de trabajo se adquiría el derecho a una pensión en unas
condiciones determinadas, pero esas condiciones han variado a la baja
unilateralmente reiteradas veces. Se quedan, total o parcialmente, en
papel mojado los derechos sociales y laborales. Nos meten en guerras.
Nos modifican de un plumazo y gravemente la constitución que un día
nos llamaron a votar en referéndum. Y así un largo etcétera.
Y no es cierto que no
haya nada que hacer, que las circunstancias les obliguen. Las
circunstancias condicionan pero no determinan. Siguen teniendo un
alto nivel de responsabilidad sobre su gestión, responsabilidad que
les debemos exigir.
Valga un ejemplo. Navarra
tenía una economía solvente, así nos lo hicieron creer y el dinero
corría con alegría: TAVes, autovías, …, y de paso, para ellos,
puestos, sueldos varios, comisiones, cesantías y dietas. Pero no era
tan solvente como nos lo decían y hubo que hacer ajustes. ¿Dónde
aplicarlos? Nuestra Presidenta decidió que el TAV y las autovías
eran un compromiso adquirido y, por tanto, intocable, los recortes
había que aplicarlos en los gastos más cercanos y que más
repercuten en la vida de los y las ciudadanas: sanidad, educación,
bienestar social… Barcina se sometió a la cadena de mando. Y la
cadena de mando continúa. ¿Qué hubiera pasado si la Consejera de
Sanidad le hubiera planteado a la Presidenta que Sanidad no se
recortaba o ella dimitiría? Barcina hubiera tenido un problema. Pero
no lo tuvo, la Consejera de Sanidad se sometió a la cadena de mando.
Y la misma actitud tomaron sus Directores y Subdirectores y demás
puestos de responsabilidad, sometiéndose al dictado y descargando
los costos hacia escalones más bajos, hasta que recaigan sobre la
ciudadanía.
Esa cadena de
sometimientos es la que hace que la realidad sea la que es, cada vez
más pétrea y poderosa, la que nos plantean como el “esto es lo
que hay” que supone una amenaza y una declaración de que nosotros
no contamos y vamos a ser los paganos de sus decisiones.
Y somos nosotros y
nosotras quienes tenemos que decidir si continuamos la cadena de
sometimiento o tratamos de romperla, intentando cambiar la realidad.
Para ello tendremos que tener en cuenta: primero, que tenemos un
compromiso con la sociedad pero no con nuestros gobernantes, ya que
ellos lo han roto hace mucho tiempo; y segundo, que nuestra posición
como ciudadanas no es igual para todos y que, por tanto, tampoco son
las mismas nuestras posibilidades y responsabilidades ni el precio
que nos toca pagar.
De lo primero se deduce
que tenemos el derecho e incluso la obligación de no acatar las
decisiones de nuestros gobernantes, de salir de la cadena de
sometimiento con posturas propias de, o próximas a, la desobediencia
civil, ejercidas en los temas que nos parezcan importantes: trabajo,
impuestos… Tenemos que ejercer nuestras responsabilidades, intentar
hacerlas colectivas y exigir las suyas.
De lo segundo, que
tenemos que tomar esas decisiones en función de mayores cotas de
igualdad, en ponerla en práctica nosotros y en exigirla de quienes
vienen beneficiándose e impulsando las desigualdades.
Sin duda lo electoral y
sus campañas son un camelo. La actitud que frente a ella tomemos es
bastante indiferente y banal. Por suerte o por desgracia la realidad
no se decide con el voto. Nuestra responsabilidad no puede reducirse
a eso.
Txema Berro.
Fuente: Txema Berro