¿Alguien se acuerda del sociólogo navarro Mario Gaviria? (Cortes, 1938) Haremos memoria. En la década de los setenta, en la plenitud de sus treinta y pocos años, hizo tronar y llover con sus artículos, libros, estudios y campañas a favor del desarrollo ecológico-es decir, razonable-del largo valle del Ebro (agua, energía y agricultura), de Extremadura, etc.
Hombre de pensamiento complejo (urbanismo, arquitectura, ecología, economía y sociología), profesor en varias universidades norteamericanas y españolas, cofundador del periódico aragonés Andalán, algo libertino, liberal (en la más noble acepción de la palabra) y totalmente libertario, continúa tan pancho, a sus 74 años, dando la tabarra contra los poderes totalitarios del Estado y sus representantes económicos, los grandes conglomerados eléctricos (Endesa e Iberdrola), los cuales, durante todos los tiempos de dictadura y ahora, han hecho (y sobre todo deshecho) lo que han querido con las ag
Hombre de pensamiento complejo (urbanismo, arquitectura, ecología, economía y sociología), profesor en varias universidades norteamericanas y españolas, cofundador del periódico aragonés Andalán, algo libertino, liberal (en la más noble acepción de la palabra) y totalmente libertario, continúa tan pancho, a sus 74 años, dando la tabarra contra los poderes totalitarios del Estado y sus representantes económicos, los grandes conglomerados eléctricos (Endesa e Iberdrola), los cuales, durante todos los tiempos de dictadura y ahora, han hecho (y sobre todo deshecho) lo que han querido con las aguas del padre Ebro, de Cantabria en el Delta.
El caso es-como Mario no sabe estarse quieto-que hace unas semanas, desde su feudo navarro de Cortes, tocó generala, convocando otros viejos milicianos de la causa humana, ecológica y antinuclear para ver si, entre todos, daban un empujón para hacer posible-después de 41 años de funcionamiento-el cierre de la nuclear de Garoña, en la provincia de Burgos, junto al río amado, en previsión, después del gran cataclismo de Fukushima (marzo de 2011), que no pase algo parecido en el reactor burgalés, de tecnología similar a uno de los tres que sufrió la fusión del núcleo en Japón.
En las reuniones que hubo a finales de junio en Tudela, Zaragoza y su casa de Cortes (puesta nuevamente por Mario a disposición de esta noble causa), se produjo un intenso despliegue dialéctico entre los asistentes, todos los cuales habían tenido, hace treinta y cuarenta años, una larga experiencia en el combate para detener los más de treinta proyectos nucleares que el franquismo propuso en toda España. Y allí, entre pimientos, tomates y espárragos navarros, vino de la Rioja y carnes de la ganadería aragonesa, pudimos asistir a los recuerdos del pasado y a las urgencias del presente.
Los, digamos, tenores de este concilio (empezando por el propio Mario Gaviria, con los catalanes Santiago Vilanova y Pep Puig, los vascos José Allende y Sabino Ormazábal, el murciano Pedro Costa Morata, el alicantino José M. Perea, el ‘extremeño Juan Serna, el madrileño Juan Manuel Naredo, los aragoneses Jerónimo Blasco, Víctor Viñuales y Javier Celma, los también navarros Juan Ignacio Ursua y Javier Tuñón, así como Carlos Bravo, de Greenpeace, entre tantos otros) armaron una zarabanda de iniciativas, concretadas finalmente en el documento Diez argumentos para cerrar Garoña y desnuclearizar España y Europa, presentado en Tudela y en Zaragoza ante la prensa.
Lo que son las cosas: justo una semana después de estas reuniones, el gobierno español, el pasado 3 de julio, publicaba en el BOE la orden por la que otorgaba a la empresa de Garoña, Nuclenor (Endesa e Iberdrola), concesión para explotar hasta el 2019 la planta nuclear, revocando la decisión de 2009 del gobierno Zapatero, por la que se ordenaba el cierre en 2013. Los que ya hacía algunos años que contemplaban este panorama (el mismo Gaviria, la gente de Ecologistas en Acción y Greenpeace) intuían, casi con total seguridad, que el PP, otra vez reinante, facilitaría este alargamiento de explotación a la propiedad de Garoña, prescindiendo de las lecciones que ha sido necesario aprender de Fukushima, como han aprendido los alemanes, que en diez años han acordado cerrar todos los reactores nucleares.
Aquí no. Se ve que no les importa exponer los miles de habitantes de todo el valle del Ebro (siete u ocho autonomías), con sus recursos naturales y agroalimentarios, que quedarían permanentemente fuera de uso y de mercado en el caso, no improbable, de una fuga radiactiva. Como han dicho los históricos del movimiento antinuclear, nos podríamos ahorrar esta temeridad, porque el cierre de Garoña no afecta al potencial de producción eléctrica española, ampliamente excedentario actualmente. Pero, como siempre, una cosa es el bienestar de las poblaciones y los espacios agrícolas y naturales y la otra, el insaciable vicio de acumular beneficios.
* Xavier García, es periodista y activista ecologista. Publicado en el diario El Punt Hoy
Fuente: Xavier García