Artículo de opinión de Octavio Alberola
En un interesante artículo, titulado “¿Qué queda del ideario socialista que quisimos tantas y tantos?” (1), Pepe Gutiérrez-Álvarez describe, en detalle y con gran lucidez y valentía, el proceso de ocaso -en la España y el mundo de hoy- del “proyecto socialista”, y, tras refutar la pretendida eficacia del “triunfal-capitalismo”, termina afirmando que “para comenzar a cambiar se requiere un desarrollo de la conciencia…”
En un interesante artículo, titulado “¿Qué queda del ideario socialista que quisimos tantas y tantos?” (1), Pepe Gutiérrez-Álvarez describe, en detalle y con gran lucidez y valentía, el proceso de ocaso -en la España y el mundo de hoy- del “proyecto socialista”, y, tras refutar la pretendida eficacia del “triunfal-capitalismo”, termina afirmando que “para comenzar a cambiar se requiere un desarrollo de la conciencia…”
Es pues por considerar absolutamente necesario reconocer hoy este ocaso y un deber revolucionario hacerlo sin tapujos, como él lo hace en este artículo, que he resaltado su “lucidez y valentía” por haberlo hecho. Y tanto por aquello de que “solo la verdad es revolucionaria” como por ser, además, imposible negar una tal realidad. ¿Cómo negar que, “para la práctica totalidad de los movimientos sociales de la II República así como para el antifranquismo, el socialismo era un ideal a inmediato y a largo plazo”, y que ahora el ideal de los movimientos sociales y los partidos progresistas es la “democracia capitalista”? Y ello a pesar de ser esta “democracia” un modelo que “lleva a las guerras expoliadoras, al hambre, al desamparo y a la enfermedad a la inmensa mayoría del planeta, y a la destrucción ecológica acelerada”, como nos lo recuerda Pepe.
Es pues obvio que, siendo el mundo lo que es hoy y tan bajos los niveles –por no decir cero- de adhesión al “proyecto socialista” en los movimientos sociales y en las propias masas explotadas y dominadas, no tenga sentido negar la realidad de tal dimisión revolucionaria, y menos aún si nuestra pretensión es cambiarla; puesto que solo se puede cambiar lo que se conoce.
Ahora bien, si es una necesidad reconocer este ocaso y un deber revolucionario decirlo sin tapujos, también son una necesidad y un deber no resignarnos y reaccionar… No solo para salir de esta nefasta situación de dimisión revolucionaria, tan funesta para el porvenir de la emancipación social, sino también para poder relanzar la lucha en defensa de los intereses de la clase trabajadora y contra todas las formas de explotación y dominación del hombre por el hombre. Y de ahí que sea tan necesario y fundamental, para hacer posible este relanzamiento, conocer, primero, y no olvidar, después, las razones de un tal grado de desafección revolucionaria, puesto que nuestro interés debe centrarse tanto en el conocimiento del pasado como de nuestra actuación en el presente.
Es por ello que, independientemente del esfuerzo que hagamos para aproximarnos lo más posible a la realidad de las causas que han provocado tal desafección, me paree que nuestro interés debe centrarse hoy en la búsqueda de formas de concienciación y de movilización para enfrentarnos a las actuales ofensivas del Capital y a su proyecto de hegemonía mundial. Y de ahí que mi propósito aquí no sea polemizar en torno a las razones de la desafección revolucionaria actual. No solo por estar de acuerdo con muchas de las que Pepe avanza en su artículo para explicarla, sino también por estar convencido de que todos somos más o menos conscientes de ellas, auque nos cueste reconocerlo, por estar en juego nuestra propia responsabilidad.
Sobre la necesidad de “un desarrollo de la conciencia”
Mi propósito aquí es pues prolongar su reflexión sobre la necesidad de “un desarrollo de la conciencia” para poder revertir la actual situación de desafección al “proyecto socialista”. Y ello por no compartir -pese a estar de acuerdo con él en que el desarrollo de la conciencia requiere “un conocimiento y una comprensión de las grandezas y miserias del proyecto socialista que alumbró la historia desde el siglo XIX hasta la revolución sandinista, todo un paradigma de hasta donde pueden invertirse los conceptos”- la solución que él nos propone para conseguir tal concienciación… Y no solo por considerar inviable hoy lo de “regresar a la educación militante” sino también por considerarlo una forma de proselitismo inadecuado para conseguir el objetivo concientizador que requieren los tiempos que vivimos. Unos tiempos que, además de estar caracterizados precisamente por la aceleración del tiempo y la enorme capacidad del Sistema para publicitar su ideología y anular todas las formas de “oposición” que se le oponen, vuelven anacrónicos los “apostolados”… Pues, si el “apostolado social” era eficaz en los tiempos pasados, cuando era posible dedicar una vida a convencer, no lo es en los actuales, con el capitalismo globalizado controlando la televisión, Internet y demás medios de “información/formación para inocular la sumisión y la adhesión -casi patológica- al consumismo en las masas.
Es por ello que no me parece posible ni “útil” intentar “resucitar aquel proyecto cultural emancipador que el anarquista Federico Urales decía que había que llevar hasta el último rincón, hasta los más recónditos lugares, como antaño había hecho la Iglesia, llevando sur ermitas hasta los puntos más sombríos”. Pues, aunque fuese posible resucitarlo, no me parece responder a las necesidades y urgencias de nuestro tiempo.
Claro que, si hay voluntades para intentarlo, tampoco me parece tener sentido oponerse. Pero me parece que la urgencia es ser conscientes de la gravedad de la situación en la que nos encontramos y de la necesidad de reaccionar para impedir que los irresponsables que gobiernan el mundo consigan destruirlo.
Socialismo o barbarie…
Ser conscientes de ello, no olvidarlo e intentar impedirlo es lo prioritario hoy y debería serlo para cuantas y cuantos quisimos un día el ideario socialista. Y no solo por estar en juego nuestras propias existencias sino también por contribuir así a la actualización del combate de ayer por el socialismo; puesto que el dilema sigue siendo socialismo o barbarie. Y lo es por ser obvia la responsabilidad, del sistema capitalista y de su ideología productivista, en la orientación ecocida que ha tomado la historia, y, en consecuencia, por ser tan vital y urgente la necesidad de cambiarla o por lo menos de frenarla.
¿Cómo negar tal necesidad y tal urgencia? Y, al mismo tiempo, ¿cómo no ver que ya somos muchos millones en el mundo en ser concientes de ello? Parece pues lógico no ignorarlo y comenzar a preocuparnos por movilizar esta importante masa decisoria para cambiar la orientación ecocida impuesta a la historia por el capitalismo. Y ello es de más en más posible; porque, a pesar de los numerosos y poderosos intereses que se oponen al cambio de rumbo, la verdad es que -como decía Camus ya entonces- somos cada vez más los que queremos salir de la humillación y la barbarie.
Por supuesto, ser conscientes de tal amenaza no es suficiente. Debemos preguntarnos seriamente por qué, siendo ya tantas y tantos las y los que tenemos conciencia del peligro que nos acecha con el capitalismo, seguimos soportando un Sistema tan injusto, irracional, peligroso e irresponsable. De ahí el interés vital que deberíamos tener -todas y todos los que quisimos y seguimos queriendo el “ideario socialista“- en encontrar una respuesta a la cuestión de la sumisión, por ser obvio que el sistema de explotación y dominación no se mantendría sin ella
Deberíamos, pues, tener esto presente y privilegiar la lucha contra el capitalismo a todas las otras luchas… Sobre todo ante aquellas que no lo cuestionan y merman esfuerzos para luchar por lo que es hoy esencial: asegurar la continuidad de la aventura humana. Y no solo por ser obvia la necesidad vital de preservar la vida en el planeta y quizás en el cosmos, sino también la de cambiar nuestro actual modo de vida, fundado en la competición de unos contra otros, desde que la ley del más fuerte instituyó el “derecho de propiedad” a partir de “lo tuyo y lo mío”. Ese egoísmo individualista, motor del capitalismo, que ha permitido la apropiación y concentración del capital y el poder en unas pocas manos, la instauración de la relaciones de explotación y que, además de generar una enorme desigualdad social, “está cuestionando -ecológicamente- el propio futuro de la especie”, como nos lo recuerda oportunamente Pepe.
¿Cómo pues no convertir en prioritaria la lucha contra este sistema y no considerar que el dilema sigue siendo “socialismo o barbarie’? Por supuesto un socialismo con libertad, capaz de promover la autoorganización, la solidaridad y una conciencia igualitaria y ecológica.
Octavio Alberola
(1) http://kaosenlared.net/que-queda-del-ideario-socialista-que-quisimos-tantas-y-tantos/
Fuente: Octavio Alberola