Boston.- El padre de Patrick McSorley se acababa de suicidar y su madre, esquizofrénica, apenas podía sacar a la familia adelante. Por eso, cuando el padre John Geo-ghan, párroco de Weston (suburbio de Boston), se ofreció a ayudarla con el niño, fue un gran alivio. Corría la primavera de 1986. El mismo día que el sacerdote fue a dar el pésame sacó a Patrick, de 12 años, a tomar un helado para consolarle.
Al volver en coche a casa le empezó a tocar los genitales y a masturbarse. “Me quedé paralizado y asustado, sin saber qué hacer”, recordaba esta semana Patrick durante una entrevista en presencia de su abogado.
El sacerdote le dijo que ambos debían guardar el secreto y Patrick lo cumplió por un tiempo, mientras batallaba con depresiones y alcoholismo. La semana pasada logró, en parte, cerrar ese oscuro capítulo de su vida, cuando la archidiócesis de Boston se comprometió a proporcionarle una indemnización de medio millón de dólares.
El de Patrick era uno de los 86 casos cerrados tras lograrse un acuerdo extrajudicial entre la archidiócesis y el abogado de las víctimas, Mitchell Garabedian. Esos pactos suelen incluir una cláusula de confidencialidad para evitar la publicidad, pero Patrick puede hablar con la prensa porque su defensor se negó a firmar el acuerdo bajo esas condiciones. “No quise aceptar, porque el secretismo es la raíz de todo el problema”, señala Garabedian.
El ahora ex sacerdote Geo-ghan, de 66 años, cayó en la tentación con, al menos, 130 menores : 41 casos, además de los citados 86, se cerraron con indemnizaciones ; en dos le han retirado los cargos por haber prescrito, y por otro cumple condena de 10 años. A diferencia de los otros casi 70 sacerdotes supuestos pederastas que protagonizan, por abusar de adolescentes, el mayor escándalo de la Iglesia católica en Boston, Geoghan lo hizo mayoritariamente con niños.
Uno de ellos tenía sólo cuatro años. A veces el abuso duró años con las mismas víctimas, hasta que era descubierto y las autoridades de la archidiócesis le iban trasladando de parroquia en parroquia, negligencia por la que ahora al cardenal Bernard Law le piden la renuncia la mayoría de los feligreses.
Los relatos de las compulsiones sexuales de Geoghan, descritos en los sumarios de las demandas presentadas contra él en el tribunal de Boston, producen escalofríos.
Siempre elegía a víctimas vulnerables. A mediados de los años setenta, por ejemplo, las víctimas fueron siete niños de una misma familia en Forrest Hills. Maryetta Dussourd, madre soltera y pobre, agradecía la ayuda del párroco, que no faltaba ni un día a su cita con los pequeños. Los llevaba de paseo, los cuidaba cuando ella tenía que salir y los acostaba de noche. Era en ese último momento cuando les tocaba en los genitales y les forzaba a que le tocaran a él, frecuentemente mientras rezaban.
De parroquia en parroquia
“El señor Geoghan” —como se refiere a él el padre Christopher Coiné, portavoz del cardenal de Boston, para hacer hincapié en que ha sido expulsado de la Iglesia— no es el único “pederasta en serie” en la ciudad, cuya archidiócesis se ha convertido en el epicentro de la crisis que atraviesa la Iglesia católica en EE UU.
Por ejemplo, James Porter abusó de más de 100 niños y adolescentes, provocando el primer escándalo en 1992. Su expulsión de la Iglesia marcó el comienzo de una purga silenciosa de pederastas ordenada por el cardenal Law.
Los casos los pudieron mantener en silencio las autoridades eclesiásticas hasta hace unas semanas, cuando explotó con la fuerza de un volcán a raíz de que un juez decidiera hacer públicos los sumarios de Geoghan, a petición del diario The Boston Globe. El escándalo se ha extendido como la pólvora por numerosas diócesis del país, que afrontan cientos de acusaciones similares.
El detonante de las revelaciones sobre los curas pederastas fueron documentos publicados por The Boston Globe que muestan cómo Law y otras altas esferas eclesiásticas permitieron que los abusadores volvieran al ministerio público, tras cortas estancias en centros de rehabilitación.
Ello pese a un informe confidencial de la Conferencia Episcopal de EE UU realizado en 1985 y que, sobre los casos de curas pederastas, advertía claramente de que “no hay esperanza de que se curen” y proponía un plan a escala nacional.
Ningún experto ha podido explicar aún las causas del alto porcentaje de pederastia contra varones menores que se registra en la Iglesia católica. Una teoría radical es la de Philip Saviano, que fue víctima hace años y es actualmente coordinador de la Red de Sobrevivientes de Víctimas de Abusos por el Clero de Massachusetts. “Hacerse sacerdote es un buen escondite para los pederastas”, afirma. El sacerdote que abusó de él en 1970, David Holley, deambuló por parroquias hasta su arresto en 1993, y ahora cumple una condena de 275 años por molestar a ocho adolescentes.
Uno de los obispos que ha tenido que renunciar, acusado de abusar de un adolescente, lo achaca a la revolución sexual característica de los años sesenta. En una confesión pública al presentar su renuncia hace dos semanas, el todavía popular obispo de Palm Beach (Florida), Anthony O’Connell, afirmó : “En aquellos años, Masters and Johnson (autores de un famoso estudio sobre los hábitos sexuales en EE UU) estaban de moda, y había por doquier un ambiente de experimentación sexual”.
Fuente: Rosa Townsend