Artículo de opinión de Antonio Pérez Collado
Mucho antes de que las kilométricas caravanas de automóviles, cargados de maletas e ilusiones, iniciaran la tradicional y agónica operación salida estival, ya sabíamos que este año las vacaciones no serían como las de siempre. Cierto que la gente se amontona en la arena y los chiringuitos; que la tele emite más basura que el resto del año; que nuestro bar favorito echa la persiana dos semanas. Vamos, lo habitual de todos los veranos desde que llegaron el seiscientos y el bikini.
Mucho antes de que las kilométricas caravanas de automóviles, cargados de maletas e ilusiones, iniciaran la tradicional y agónica operación salida estival, ya sabíamos que este año las vacaciones no serían como las de siempre. Cierto que la gente se amontona en la arena y los chiringuitos; que la tele emite más basura que el resto del año; que nuestro bar favorito echa la persiana dos semanas. Vamos, lo habitual de todos los veranos desde que llegaron el seiscientos y el bikini.
Pero lo que no se detiene, por más que el calor (el caloret, que diría nuestra más entrañable ex) apriete, es el curso político; con independencia de que los parlamentos se tomen su par de meses de merecido descanso. Una cosa es que no haya sesiones y otra muy distinta que los políticos renuncien a todo un agosto de ruedas de prensa, entrevistas y peleas internas.
Y es que la vida política no está tan tranquila como para tirarse a la piscina o la playa. La mala digestión que han provocado en algunas sedes centrales los resultados del 24M, la inminencia de las elecciones catalanas y las próximas generales aconsejan a cualquier futurible cargo público estar lo más cerca posible de un micro o una cámara. Lo que se diga o haga es lo de menos; lo que cuentan son las veces que sales en los medios.
Los del PP no se recuperan de un susto y ya tienen otro encima. Por si no fuera suficiente con los innumerables casos de corrupción, que más que salpicar ya diluvian sobre el partido de la gaviota, la vuelven a cagar tanto si se resisten a retirar a sus caras más gastadas, como cuando eligen a los nuevos cargos. ¡Mira que premiar con lo de París a Wert! ¡Y la reunión con Rato! ¿No les quedaba nadie con peor imagen que los ungidos en Cataluña o Valencia?
El PSOE tampoco quiere aprovecharse del desastre de sus rivales y, sin cerrar las heridas de Andalucía, se inmola en Madrid, otro de sus históricos bastiones, abriendo una imprevisible crisis al cargarse al televisivo Carmona a las pocas semanas de entrar en el ayuntamiento de la capital.
De IU, que también tiene su calvario en la comunidad madrileña, lo más destacable es la bipolaridad de sus máximos responsables. A estas alturas, todavía no saben si apostar fuerte por sus propias siglas o buscar la forma de chupar rueda de las listas triunfadoras en las municipales.
Ciudadanos, la vieja derecha con cara juvenil, no las tiene todas consigo. Rivera aporta su tirón, no se lo vamos a negar, pero es una pena que no se pueda clonar para no correr riesgos con sus inoportunos fichajes.
Nos queda Podemos, la gran esperanza blanca de la izquierda ilustrada y del mundillo de la cultura, que desertaron años ha del PSOE, aunque no de la socialdemocracia. Desde luego que el partido de Iglesias y sus doctos colaboradores ha perdido fuelle y respaldo de sus bases, pero cuenta con su capacidad para seguir seduciendo y con los medios; unos lo apoyan sin tapujos y otros le atacan con tanta virulencia como torpeza, con lo que acaban favoreciendo al pablismo.
Con UPyD tan hundida como la propia IU, lo único que se puede pronosticar es unas elecciones entre cuatro y un gobierno de dos. Tampoco es un gran revulsivo para superar el trauma postvacional.
Antonio Pérez Collado
CGT-PV
Fuente: Antonio Pérez Collado