Lavapiés(Madrid) 20.00 h. La plaza está tranquila. La policía se dirige a dos chavales, posiblemente menores, posiblemente “trapicheros”, y les pide la documentación. Parece que uno se pone “chulito”, forcejeos, empiezan a acercarse curiosos, murmullos… Un despiste y uno de los chavales sale corriendo, tras él tres policías porra en mano. Tropieza, cae y se golpea la cabeza, queda en el suelo. Los tres policías llegan y empiezan a pegarle, en el suelo. De pronto la plaza es en un clamor, decenas de personas empiezan a gritar pidiendo que no le apalicen, cada uno con su acento, algunos desde lejos, otros desde muy cerca. “¡Circulen, circulen !”. Se lo llevan esposado, rodeados, abroncados. Al poco se empiezan a oír sirenas, muchas sirenas, motos, coches, “furgonas”, decenas de policías apresurados que dicen a decenas de vecinos que allí, en su barrio, en su plaza, ya no pueden estar. Pero la gente no se inmuta y planta cara, firme, sin violencia. Gritos, carreras, cargas, palizas… y la gente planta cara, firme, sin violencia. Finalmente la plaza queda prácticamente desierta, sin personas, solo hay uniformes.

Lavapiés(Madrid) 20.00 h. La plaza está tranquila. La policía se dirige a dos chavales, posiblemente menores, posiblemente “trapicheros”, y les pide la documentación. Parece que uno se pone “chulito”, forcejeos, empiezan a acercarse curiosos, murmullos… Un despiste y uno de los chavales sale corriendo, tras él tres policías porra en mano. Tropieza, cae y se golpea la cabeza, queda en el suelo. Los tres policías llegan y empiezan a pegarle, en el suelo. De pronto la plaza es en un clamor, decenas de personas empiezan a gritar pidiendo que no le apalicen, cada uno con su acento, algunos desde lejos, otros desde muy cerca. “¡Circulen, circulen !”. Se lo llevan esposado, rodeados, abroncados. Al poco se empiezan a oír sirenas, muchas sirenas, motos, coches, “furgonas”, decenas de policías apresurados que dicen a decenas de vecinos que allí, en su barrio, en su plaza, ya no pueden estar. Pero la gente no se inmuta y planta cara, firme, sin violencia. Gritos, carreras, cargas, palizas… y la gente planta cara, firme, sin violencia. Finalmente la plaza queda prácticamente desierta, sin personas, solo hay uniformes.

Ayer el miedo estaba inquieto en Lavapiés ; lo vi en la cara del chaval que huía, cuando le aporreaban ; Lo vi en la cara de los tres policías, cuando la dignidad se reveló contra la injusticia cotidiana en forma de grito ; lo vi en el “borrachín” apaleado ; lo vi en la gente que corría perseguida por los que tienen la fuerza, sólo la fuerza.

Lavapiés 23.00 h. La plaza está tranquila. La policía se dirige a dos chavales, posiblemente menores, posiblemente “trapicheros”, y les pide la documentación.

Y entonces, me acordé de París

Lavapiés, 31 de enero de 2006


Fuente: lavapiés