Artículo de opinión de Rafael Cid publicado en el número de Junio de Rojo y Negro
Cuando el 15M español pasa a ser leyenda de almanaque, en Chile otro 15M logra la ruptura democrática que nosotros no alcanzamos.
El pasado mes de mayo se cumplieron diez años de la irrupción del 15M en la escena política y social de España. Una fecha emblemática que sin embargo pasó tan sin pena ni gloria que las televisiones cubrieron el acontecimiento con imágenes enlatadas. Prueba de que el movimiento de los indignados ya es agua pasada, como evidenció la anecdótica performance que ensayaron como homenaje algunos jóvenes en la Puerta del Sol. Mientras, y para que no quedara nada a la espontaneidad, los diarios que entonces lo reprobaron sin disimulo publicaban sentidas crónicas sobre la efeméride. A enemigo que huye puente de plata.
Si hemos de creer a esos grandilocuentes mentideros, su legado ha quedado circunscrito a lo que en la actualidad representa Unidas Podemos (UP), el partido que se autoproclama <<hijo del 15M>>, y que comparte gobierno con el PSOE de Pedro Sánchez. Otro oxímoron consumado, porque fue precisamente contra un Ejecutivo socialista que los indignados llenaron calles y plazas aquella gozosa primavera de 2011. Hartos de estar hartos, y después de que el 29 de septiembre del año anterior los sindicatos instaran una Huelga General en respuesta a la contrarreforma laboral aprobada por José Luis Rodríguez Zapatero y a la prevista de las pensiones.
Otro vuelco de opereta, porque CCOO y UGT son ahora amigos para siempre de la coalición de izquierdas que está en el poder. No es ya solo que las proclamas que figuraban en el manifiesto suscrito por ambas centrales en buena medida sigan vigentes (“No al despido fácil y barato. No a la temporalidad abusiva. No a dar más poder a los empresarios. No a la congelación de las pensiones. No a los recortes salariales y sociales”), es que en lo referido al empleo la situación ha empeorado notablemente. Aquí y ahora, nuestro país lidera el desempleo juvenil de toda la Unión Europea (UE), afectando a un 41% de los que tienen entre 18 y 25 años, por encima incluso de la tres veces rescatada Grecia.
Parece que la aparición en las instituciones de una nueva formación con pedigrí progresista es como el bálsamo de Fierabrás. Adiós aquellas protestas masivas que ponían en evidencia los manejos de la casta política al dictado de la troika (CE, BCE y FMI). Desde Moncloa lo que hoy se pregona son los logros del <<escudo social>> (aumento salario mínimo interprofesional, ERTEs e Ingreso Mínimo Vital, sobre todo), y la necesidad de franquiciar a su servicio el activismo de la sociedad civil para impedir que el <<trifachito>> revierta lo conseguido. Pero los hechos son tozudos y cotizan al margen de los indudables beneficios ideológicos del <<no pasarán>>. Ya nadie habla de derogar el hachazo laboral y de las pensiones del PSOE. Solo y exclusivamente de los bajonazos del PP (<<PSOE, PP, la misma mierda es>>, gritaba la gente el 15M).
Tampoco de expurgar el artículo 135 de la Constitución en su última y expeditiva modificación, que convierte en acreedores eternos a las generaciones venideras. Serán ellas, víctimas del paro al por mayor y de la precariedad, quienes tendrán que apechugar con la carga mediante recortes económicos y sociales. Porque la bulimia de la deuda, que ya supera con creces al PIB (1,39 billones de euros), es una manera egoísta e insolidaria donde las haya de endosar su pago a las personas que vengan detrás. Flagrante inequidad que rige también en el capítulo de las pensiones. Ahí se exige (con toda razón, basta decirlo) su actualización con el IPC (vetada coyunturalmente por Rajoy), y a la vez se obvia el ajuste estructural (aplicado por Zapatero) que agravará su percepción por quienes se jubilen en años venideros.
Todo eso pasa a segundo plano aunque persista como espada de Damocles, dado que esa extrema derecha panfletaria y abracadabrante ya es la tercera fuerza parlamentaria, a muchos escaños y miles de votos de distancia a su favor de UP, favoreciendo la tesis maniquea. Un amenazante <<sorpasso>> al que se añade la afrenta de contemplar como los grandes de las finanzas emprenden vía EREs la mayor destrucción de empleo habida en el sector desde la transición. Con diurnidad y alevosía, porque el mayor despido colectivo lo va a ejecutar CaixaBank, precisamente la entidad en la que el Estado ostenta el 16% de las acciones. Por no hablar de la inacción en temas de calado institucional, como acabar con los aforamientos o cambiar la Ley Electoral para que las elecciones con listas cerradas y bloqueadas dejen de ser un amén a lo decidido previamente por las cúpulas de los partidos. Sin que ante ese deprimente panorama sirva de excusa los rigores de la pandemia que padecemos. El gobierno español, es de todos los de Unión Europea, en términos relativos, el que menos lleva gastado en ayudas para combatir los efectos del coronavirus.
Pero focalizarlo todo en el efecto desmovilizador provocado por UP al erigirse en <<el partido del 15M>> dentro del marco institucional del Régimen del 78, sería hacernos trampas en el solitario y escapar de nuestras responsabilidades. La integración de la formación liderada por Pablo Iglesias en el sistema, con sus luces y sus sombras, no explica por si solo la incapacidad de los quincemayistas más beligerantes a la hora de abordar con éxito la deseada ruptura democrática. A lo sumo el 15M permitió fomentar entre la opinión pública una mentalidad deconstituyente, pero no de ahí no pasó a mayores. El primitivo Podemos patrimonializó ese activo con el saldo favorable de desbaratar el bipartidismo, aunque luego lo reinstauró con más fuerza en su versión del maniqueísmo bloquista. Puro tactismo ante la imposibilidad de zafarse de las limitaciones que conlleva la vertical del poder (la famosa <<jaula de hierro>> de Max Weber).
Aquella fue una oportunidad perdida, aunque su espíritu perviva en el imaginario colectivo, como el celebrado 68 parisino. Pero lo que nosotros ni supimos ni pudimos hacer otros más resueltos lo han conseguido. La sociedad chilena, alertada por una juventud obstinada y combativa, acaba de lograr conquistas que ni todas las primaveras árabes ni el 15 M español soñaron. Tras meses de duros enfrentamiento con las autoridades desde el estallido social de octubre de 2019, y sin que los muertos y los numerosos heridos provocados por la violencia policial pudieran frenarlo, el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera tuvo que claudicar y abrirse a un proceso constituyente de participativa planta. Porque el modelo adoptado para elegir a los compromisarios que deberán redactar la nueva constitución supone una innovación revolucionaria respecto al tipo de representación tradicional monopolizado por los partidos.
Caso inédito en la praxis política de referencia, serán los ciudadanos de a pie y no solo la clase política quienes decidan sobre el texto de la Carta Fundamental. Habrá padres y madres de la patria en situación de paridad, y la reserva expresa de 17 escaños para las poblaciones indígenas en el parlamento que surja. Con el 64% de electos independientes de entre 155 constituyentes, obtenido en los comicios celebrados entre el 15 y 16 de mayo, los chilenos han enterrado en las urnas a los partidos que consensuaron la transición a la democracia. Curiosamente la nueva era que ahora comienza en Chile tiene como fecha inaugural otro 15M, una década después de ese primer ensayo de demos fundante que nos interpelaba con un <<Dormíamos, despertamos>> desde las acampadas del territorio español. Y aunque aún es prematuro prever el recorrido cierto que el sugestivo 15M chileno tendrá en lo sucesivo, el paso de gigante dado con esta experiencia de constitución directa y no cooptada es una prueba de que pensar y actuar históricamente entraña un aval de futuro.
El subidón de autoestima ciudadana en el país sudamericano, contrasta con el clima sombrío que se registra en España después de año y medio de Gobierno progresista. Estas son las conclusiones del último Eurobarómetro de la Comisión Europea, publicado a mediados del pasado abril: el 94% de los encuestados califica negativamente la situación del empleo; el 91% considera el estado de la economía como <<totalmente malo>>; el 90% desconfía de los partidos políticos; el 84% cree que los medios de comunicación distorsionan la realidad; el 76% recela del Congreso de los Diputados; y un 74% muestra desconfianza del Gobierno de Pedro Sánchez. Más allá de la habitual fanfarria oficial, los datos expuestos nos devuelven a la casilla de partida donde nació el 15M que ya es leyenda.
(Nota: este artículo se ha publicado en el número de Junio de Rojo y Negro)
Fuente: Rafael Cid