En algún momento en los meses anteriores le he prestado atención a los acosos que ha padecido el movimiento del 15 de mayo. Vuelvo ahora a la carga con la cuestión porque hay dos circunstancias que merecen -creo yo- atención.

La primera
alguna relación guarda con un fenómeno que nos afecta desde tiempo
atrás: la principal estrategia que los medios de comunicación
progresistasEl País y Público, la SER y La
Sexta, Televisión Española y Radio Nacional- han desplegado en
relación con el movimiento ha consistido en rebajar la radicalidad
de las demandas que a menudo llegaban de este último.

La primera
alguna relación guarda con un fenómeno que nos afecta desde tiempo
atrás: la principal estrategia que los medios de comunicación
progresistasEl País y Público, la SER y La
Sexta, Televisión Española y Radio Nacional- han desplegado en
relación con el movimiento ha consistido en rebajar la radicalidad
de las demandas que a menudo llegaban de este último. Hace unas
semanas un periodista que cubría una manifestación del 15-M
madrileño para la televisión pública terminó su intervención
señalando que los asistentes habían coreado las consignas
habituales a favor de la reforma de la ley electoral. No he escuchado
nunca consignas sobre una cuestión tan estimulante como ésa. El
periodista estaba volcando sobre el movimiento una percepción
prejuiciosa que hacía de éste una simpática y festiva reunión de
jóvenes que, lógicamente molestos por el horizonte que se les
ofrece, se contentarían con demandar una más que razonable reforma
de la ley electoral… ¿Para qué prestar atención a todo lo demás
que se reclama en las manifestaciones y que revela con frecuencia una
franca vocación de poner el dedo en la llaga de las miserias del
capitalismo que padecemos?

 

Cuento todo
lo anterior porque hora es de subrayar que distorsiones parecidas se
hacen valer, también, en el interior del movimiento. Las transmiten
gentes que en la abrumadora mayoría de los casos han peleado de
siempre por horizontes bien diferentes de los que postula en estas
horas el 15-M -en lugar central la asamblea, la autogestión y el
rechazo de los liderazgos- y que hace unos meses no apreciaban otra
posibilidad que la que ofrecían pactos cupulares de la mano de los
sindicatos mayoritarios. Gentes que, luego de subrayar la aparente
liviandad de muchos de los jóvenes que están en las calles y de
afear su presunta falta de radicalidad contestataria, al final poco
más reclaman que la reconstrucción de los Estados del bienestar de
los que se supone disfrutábamos un lustro atrás.

A tono con
el retrato del 15-M que ofrecen los medios progresistas, las
personas de las que hablo huyen de cualquier contestación franca del
capitalismo -basta, a sus ojos, con repudiar la deriva neoliberal de
este último- y apuestan por lo que a menudo es un cortoplacismo
aberrante que cancela cualquier perspectiva de transformación
radical del sistema. Los derechos de las mujeres, los de las
generaciones venideras y los de los habitantes de los países del Sur
rara vez se asoman a sus preocupaciones, que encajan a la perfección
con las letanías que han acabado por hundir a la izquierda
tradicional. Alguien agregará que nada de lo anterior sería
particularmente relevante –es evidente que la posición que
menciono está presente en el 15-M- si no empezase a cobrar cuerpo un
fenómeno inquietante: tras chupar de la imagen de un movimiento con
el que comúnmente han mantenido vínculos escasos, algunos de los
representantes de estas posiciones habrían empezado a arrogarse una
suerte de portavocía del 15-M, que a sus ojos precisaría
inequívocamente de representantes externos.

La otra
circunstancia que quería mencionar remite a una realidad diferente
ante la que conviene estar preparadas. Con el PSOE en la oposición
no conviene perder de vista un riesgo que está ahí: el de que ese
partido en virtud de una decisión orgánica -o sus militantes y
simpatizantes de forma más o menos espontánea- decida desembarcar
en el 15-M y utilizar éste como ariete frente a las políticas del
nuevo gobierno. Si semejante horizonte gana terreno habrá que estar
ojo avizor, y ello siquiera sea por una prosaica razón: el
desembarco del que hablo acarrearía, por lógica, un designio de
rebajar, una vez más, la radicalidad de muchas de las demandas del
15-M y alejaría a éste del designio de buscar un acercamiento
urgente con los segmentos resistentes del movimiento obrero. Pondría
en bandeja, por añadidura, una posible alianza entre los
antineoliberales que ya están dentro y los que, luego de respaldar
lo indefendible, se aprestan a llegar.

Carlos Taibo


Fuente: Carlos Taibo