La CGT tiene abierto un proceso de debate, diseminación e implementación de discursos, políticas e intervenciones antagonistas frente a la nueva realidad de las relaciones de poder instituidas en el marco de la progresiva precarización de la vida humana, como aspecto estructural de la nueva fase del capitalismo globalizado. Lo que sigue son los ejes que, de un modo abierto y a penas ebozados, nos planteamos para un discurso de actuación frente a la precariedad.
El punto de partida es afirmar que la función del sistema económico debe ser garantizar los procesos de sostenibilidad de la vida, es decir, la satisfacción adecuada y autogestionada de las necesidades de la gente. Sin embargo, el sistema económico dominante, el capitalismo en su actual fase de globalización, convierte a los mercados en el epicentro de la organización social, haciendo que las personas lo asumamos como “natural” y “normal”. Debemos tomar conciencia de que el capitalismo necesita la precariedad como una condición estructural.
Desde esta perspectiva, nos atrevemos a definir la precariedad mulitdimensionalmente : es la inseguridad en el acceso sostenido a recursos, institucionalizada como falta de derechos. Se pueden analizar diferentes formas de vivir la precariedad (o las precariedades) relacionadas, en primer lugar, con los distintos ámbitos de las necesidades y de las formas de satisfacerlas, pero siempre vinculadas con un deficiente o escaso reconocimiento, acceso y ejercicio de derechos sociales.
Esta definición nos permite hablar globalmente de la precariedad en la vida, no sólo de precariedad en el empleo, ni en el acceso a un salario, ni siquiera de precariedad en la obtención de un ingreso monetario, sea vía mercado laboral (salario) o vía prestaciones públicas (salario diferido). Proponemos una concepción más amplia, que englobe al conjunto de necesidades, que atienda a las relaciones de poder realmente existentes y que, luego, pase a ver por qué no se satisfacen o no es seguro que se puedan satisfacer.
Hemos de preguntarnos qué necesitamos para vivir : no sólo es cuestión de cubrir necesidades materiales básicas, si no también todas aquellas necesidades inmateriales que conforman la esfera socio-afectiva, cultural, comunicativa de las personas. Es necesario empezar a entender la precariedad como un fenómeno relacional y no de personas aisladas, cuyas múltiples y a veces coyuntarales necesidades se interrelacionan dinámicamente.
Para comprender adecuadamente esta retroalimentación en la satisfacción de las necesidades, hay que poner el énfasis político necesariamente en el trabajo de cuidados, remunerado y no remunerado. Este es un un trabajo mayoritariamente hecho por mujeres., cuyo objetivo directo es la satisfacción de necesidades, y que implica una fuerte componente afectiva y relacional en tanto que con él se presta un servicio a alguien. Es un trabajo donde la diferenciación entre tiempo de vida y tiempo de trabajo es sumamente dificultosa, más aún cuando se combina con diferentes formas de trabajo remunerado. Podemos establecer como hipótesis que los trabajos de cuidados suponen 2/3 de la economía política institucionalmente declarada, y sin embargo, sus señas distintivas son su gratuidad e invisibilidad (¡que no por casualidad van juntas !).
El trabajo de cuidados socialmente necesario se realiza siempre en condiciones de precariedad : remunerado o no remunerado, dentro o fuera del hogar, las mujeres no tienen derecho a no cuidar ni existe un desarrollo adecuado del derecho a cuidar en condiciones dignas.
Por lo tanto, el cruce entre la precariedad en el empleo y la precariedad en los cuidados es fundamental para ver que la precariedad en la vida tiene muchas más dimensiones a parte de la del empleo-dinero : son dos dimensiones cruciales, porque ambas resultan determinantes de la calidad de vida y porque su interrelación permite ver ese conflicto de lógicas. La crisis de los cuidados pone en cuestión el funcionamiento social, y su cierre reaccionario a través de una mayor precariedad demuestra cómo, si no se cambia la lógica que guía la sociedad, los problemas que emergen en la relación socio-laboral se resolverán a costa del trabajo de cuidados no remunerado, es decir, de las mujeres.
Vivimos, pues, inmersos en una doble lógica, la del mercado y la de la vida, en la que el conflicto es inevitable, pues la priorización dominante de la primera frente a la segunda hace que los individuos pensemos en un doble sentido, intentando siempre compaginar ambas, cuando estructuralmente se encuentran enfrentadas. En una sociedad donde la lógica de acumulación se prioriza, se está poniendo siempre en riesgo la sostenibilidad no alienada de la vida humana.
Quienes mayores responsabilidades en el cuidado de la vida asumen, mayores riesgos de precariedad tienen, lo cual implica que no podemos erradicar la precariedad dentro del sistema en que vivimos sin cuestionar la lógica dominante y el reparto de todos los trabajos : Luchar contra la precariedad no es sólo luchar por mejores legislaciones en el mercado de trabajo o por mayores prestaciones sociales, es luchar contra la lógica profunda y oculta que rige nuestras vidas.
La precariedad es cada vez más el elemento común que establece las condiciones de vida de una gran parte de la población. En sus distintas dimensiones e intensidades, es elemento central del funcionamiento del capitalismo hoy.
No obstante, son múltiples los aspectos “perversos” de la precariedad que dificulta sobremanera la intervención social en la misma. La precariedad se ve como problema temporal e individual, los espacios socio-económicos de la precariedad se ven atravesados por un tiempo que no se vive como precario si no sólo como “transitorio”. No se “es” precario si no que se “está” en precario… La precariedad confiere al precario/a su propio velo de alineación. Es fragmentaria y polivalente, dispersa, ambigua y cambiante : no hay territorios permanentes donde la precariedad se asiente.
Las salidas, sean individuales o colectivas, a la precariedad son experimentadas de forma heterogénea en función de las distintas posiciones de poder que cada persona ocupa : no es un conflicto uniforme de un colectivo social frente a otro, ni de la clase trabajadora frente a la clase capitalista ; ni de mujeres frente a hombres ; ni de personas migrantes frente a autóctonas, ni…
Todas/os tenemos responsabilidades en la retroalimentación constante de las diversas formas de precariedad, todos y todas la padecemos de una u otra manera, en sus diferentes niveles y dimensiones, todas y todos debemos pues articular formas de lucha y de apropiación social que la visibilicen y la denuncien, todas y todos debemos conformar espacios abiertos donde la conjuremos mediante fuertes dosis de solidaridad imaginativa, y ante todo, la hagamos objeto prioritarios de nuestro discurso y acción en los social, en lo sindical y en lo poítico.