MADRID.- La Esfera de los Libros ha reeditado la biografía de Buenaventura Durruti que Abel Paz publicó primero en francés en 1962 y que no pudo ver la luz en castellano hasta 1978. Más de 700 páginas en las que hace una revisión exhaustiva de la vida del dirigente anarquista leonés, su prodigiosa actividad revolucionaria y la leyenda que le rodeó tanto en vida como tras su oscura muerte.


MADRID.- La Esfera de los Libros ha reeditado la biografía de Buenaventura Durruti que Abel Paz publicó primero en francés en 1962 y que no pudo ver la luz en castellano hasta 1978. Más de 700 páginas en las que hace una revisión exhaustiva de la vida del dirigente anarquista leonés, su prodigiosa actividad revolucionaria y la leyenda que le rodeó tanto en vida como tras su oscura muerte.

Para escribir sobre Durruti, Paz necesitó más de 20 años de investigación en bibliotecas, hemerotecas y archivos. También pudo entrevistar a compañeros y familiares del militante anarquista. El relato resultante ha sido escrito desde un punto de vista muy diferente al del historiador o el académico. Abel Paz es uno de los muchos nombres bajo los cuales se ocultó Diego Camacho, también militante anarquista, detenido y encarcelado durante la guerra y el franquismo, después exiliado, y que terminó como escritor y propagandista libertario. Sólo la vida del autor, su participación en la primera línea de la historia española desde los años treinta, merece ya de por sí un libro.

Por eso el historiador José Luis Gutiérrez Molina dedica buena parte de su introducción de ’Durruti en la revolución española’ a contar las sucesivas ’reencarnaciones’ de Diego Camacho, un hijo de jornaleros almerienses que pasó buena parte de su vida en las cárceles y campos de concentración franquistas y nazis, mientras intentaba organizar y reorganizar la CNT por enésima vez. Una vez transformado definitivamente en Abel Paz, su empeño fue colocar a Buenaventura Durruti en el sitio que, a su juicio, le corresponde en la historia de España, lejos de la mitificación pero también de su reducción al bandidaje.

El sufrimiento

«Desde mi más tierna edad, lo primero que vi a mi alrededor fue el sufrimiento, no sólo de nuestra familia sino también la de nuestros vecinos. Por intuición, yo ya era un rebelde. Creo que entonces se decidió mi destino», le confiesa Durruti a su hermana Rosa en una carta. Y, en efecto, Buenaventura, el segundo de ocho hermanos, comenzó su militancia sindical muy pronto, en 1917, en el seno de la UGT, de la que fue expulsado por radical. En 1919 ya pertenecía a la CNT. Después creó Los Justicieros, Crisol, Los Solidarios, Nosotros… todos ellos grupos de autodefensa del proletariado contra la burguesía y el capital.

Según Gutiérrez Molina, «la rebelión de Durruti es la del pueblo español que no acepta el papel de comparsa que se le adjudica». Y la respuesta de las clases dirigentes, también las izquierdistas de la Segunda República, a la conflictividad social siempre fue reducirla a un mero problema de orden público. En su introducción destaca el historiador la incapacidad del «reformismo republicano» para solucionar los graves problemas de España, mientras los anarquistas intentaban seguir adelante con su revolución social.

Con su libro, Abel Paz da un primer paso para contar la Guerra Civil desde un punto de vista diferente, alejado de la propaganda del bando vencedor y de la historiografía oficial posterior a la Transición. Para José Luis Gutiérrez, esta última siempre ha obviado la importancia de los intentos de transformación social llevados a cabo por los anarquistas, sobre todo en Aragón, en lo que él llama la ’Edad de Oro’ del anarquismo y Hans Magnus Enzensberger, en su famosa novela sobre Durruti, bautizó como ’el corto verano de la anarquía’.

La muerte del rebelde

Así que Abel Paz explica, con profusión de datos y fuentes, la épica aventura de Durruti en América de 1924 a 1926, o las peripecias de la Columna Durruti, que intentó liberar Zaragoza del control franquista en 1936. Tampoco olvida sus planes para atentar contra el rey Alfonso XIII en París, sus múltiples pasos por prisión, sus problemas dentro de la CNT y finalmente, las sospechas sobre su muerte. Durruti falleció durante un combate en la Ciudad Universitaria de Madrid el 19 de noviembre de 1936, a los 40 años. Recibió una bala y desde ese mismo momento, subraya Abel Paz, «los propios testigos del hecho se enredaron, al relatarlo, en contradicciones, e inmediatamente comenzaron a a circular versiones contradictorias (…) Es evidente que detrás de cada versión se ocultaba el interés político del que la sostiene».

Las conjeturas fueron múltiples : traición (la bala partió de las propias filas anarquistas), persecución estalinista, una bala perdida del enemigo fascista… Lo cierto es que su entierro en Barcelona fue multitudinario, una auténtica manfiestación de dolor popular. De la importancia del mito que se creó en torno a su figura cabe destacar que el libro de Paz ha sido traducido al inglés, portugués, italiano, alemán y japonés, más de 40 años después de su desaparición.

De hecho, ha pervivido más el mito que la utopía ácrata. El anarquismo fue decayendo hasta quedar como un movimiento residual según iba avanzando el siglo XX, pese a que España fue el país en que más cerca estuvo su sueño de hacerse realidad. León Felipe se equivocó al escribir -Abel Paz cierra su libro con la frase- : «La nobleza de la vida de Durruti inspirará en el avenir el nacimiento de una legión de Durruti».

ELMUNDOLIBRO