Propuestos por la familia, denuncian anomalías durante el juicio contra el último ejecutado a garrote vil del franquismo
MADRID.- Dos testigos propuestos por los abogados de la familia de Salvador Puig Antich, el último ejecutado a garrote vil en el régimen franquista, han puesto de manifiesto ante la Sala Militar del Tribunal Supremo las anomalías que rodearon el proceso seguido contra el anarquista, juzgado y condenado por la muerte del subinspector Francisco Anguas.
Propuestos por la familia, denuncian anomalías durante el juicio contra el último ejecutado a garrote vil del franquismo

MADRID.- Dos testigos propuestos por los abogados de la familia de Salvador Puig Antich, el último ejecutado a garrote vil en el régimen franquista, han puesto de manifiesto ante la Sala Militar del Tribunal Supremo las anomalías que rodearon el proceso seguido contra el anarquista, juzgado y condenado por la muerte del subinspector Francisco Anguas.

Francesc Garriga, otro miembro del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) que estaba con Puig Antich el 25 de septiembre de 1973, cuando se produjo la detención de ambos en Barcelona, y el doctor Ramón Barjau, que examinó el cadáver de Anguas en el Hospital Clínico, han prestado declaración ante el Pleno de la Sala Militar en el marco del proceso de revisión de la condena a muerte instado por los letrados Sebastián Martínez Ramos y Olga de la Cruz, que representan a las hermanas de Salvador.

Puig Antich tenía 25 años cuando fue condenado a muerte y ejecutado tras ser hallado culpable de homicidio terrorista. Había sido detenido el 25 de septiembre de 1973 cuando acudía a una cita clandestina con integrantes del MIL. Seis policías le dieron el « alto » y le introdujeron para reducirle en el portal situado en el número 70 de la calle de Gerona, donde se registró un tiroteo que acabó con la vida del agente Anguas y dejó a Salvador malherido.El consejo de guerra se celebró en un tiempo récord de tres meses y en un ambiente caldeado por el atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco. « ETA m’ha matat » (« ETA me ha matado »), exclamó Puig Antich al conocer en la cárcel la noticia del asesinato del presidente del Gobierno.

Valor histórico

De todos los procesos de revisión que están pendientes en la Sala Militar del Tribunal Supremo, el caso Puig Antich es el que con más profundidad están analizando los magistrados. Además de su valor histórico y de la importancia que tiene en particular para la familia del condenado, también está en juego si la justicia castrense del siglo XXI es capaz de reprobar a unos tribunales franquistas que condujeron a un hombre al garrote vil tras un proceso en el que sus posibilidades de defensa estuvieron muy limitadas, empezando por el hecho de que una prueba esencial -los casquillos de bala desperdigados en el portal de la calle de Gerona, 70- desaparecieran sin que nadie investigara esta circunstancia. Se esfumó, así, la posibilidad de saber cuántos disparos hubo y de qué armas procedían.

Esta cuestión no es baladí porque, con apoyo en una prueba pericial infográfica presentada con la demanda de revisión, los recurrentes sostienen que Puig Antich efectuó sólo uno o dos disparos. Pero el cadáver de Anguas presentaba, según la autopsia oficial en la que se basó la condena, tres orificios de bala. De acuerdo con el testimonio del doctor Barjau el cuerpo del policía presentaba al menos cinco disparos.

El testimonio de Ramón Barjau nunca fue oído por el tribunal castrense que juzgó a Puig Antich, pese a que la defensa lo propuso.El pasado viernes, ante los seis magistrados que integran la Sala Militar del Tribunal Supremo, Barjau relató que el 25 de septiembre de 1973 prestaba servicio como jefe de guardia de Traumatología en el Hospital Clínico cuando llegó el cadáver del subinspector. « Sin poder precisar el número exacto de los impactos », declaró, « sí que recuerda haber visto uno de ellos localizado en el tercio superior de la extremidad inferior derecha y otro a nivel de la ingle, seguido de un número indeterminado que se podía situar entre el abdomen y el tórax, alineados ».Su impresión fue que Anguas « estaba cosido a balazos ». Sin embargo, en la autopsia oficial -que no fue realizada, como era habitual, en el Instituto Anatómico Forense, sino en una comisaría de Policía- sólo figuran tres disparos en el abdomen y en el tórax. Treinta y tres años después, Barjau leyó el pasado viernes por primera vez el informe de la autopsia y dijo a la Sala que « en cuanto a la localización de los impactos que presentaba el cadáver no está de acuerdo y no coincide con el recuerdo que conserva de lo que él vio entonces, y asimismo discrepa en cuanto al número de los impactos, que era superior a los tres que se mencionan en el informe ».

Por su parte, Francesc Garriga compareció en el Supremo el día 11 y declaró que, tras su detención, fue objeto de reiterados malos tratos -« verdaderas torturas »- por parte de la Policía.« Estaba aterrorizado », manifestó el compañero de Puig Antich, al que dijeron que éste había muerto durante el tiroteo en el portal de la calle de Gerona. Dijo que la declaración que prestó en esas circunstancias, en la que dijo que él vio a su amigo disparar sobre Anguas, fue « inducida » por los policías.


Fuente: MARIA PERAL/EL MUNDO