¿Juntos, es mejor? Es una pregunta que muchos nos podemos estar haciendo en el contexto actual. Y me parece un buen tema para comenzar una serie de columnas en las que reflexionaré sobre conceptos habituales en política.
La unidad parece ser una de las aspiraciones humanas más transversales. A diestra y siniestra se busca la unidad: nacional, de clase, ideológica, de acción. La unidad como objetivo, pero también como estrategia o como experiencia.
Dicen los místicos que la experiencia de unidad de todo lo existente es el colmo del estado meditativo, algo que no se puede explicar. Y, según el refrán, la unidad hace la fuerza, así que a menudo la buscamos haciendo alianzas que parecían imposibles, y a los que la rehuyen les tilda de sectarios.
La unidad parece ser una de las aspiraciones humanas más transversales. A diestra y siniestra se busca la unidad: nacional, de clase, ideológica, de acción. La unidad como objetivo, pero también como estrategia o como experiencia.
Dicen los místicos que la experiencia de unidad de todo lo existente es el colmo del estado meditativo, algo que no se puede explicar. Y, según el refrán, la unidad hace la fuerza, así que a menudo la buscamos haciendo alianzas que parecían imposibles, y a los que la rehuyen les tilda de sectarios.
La unidad, generalmente, parece algo «bueno», mientras que la disgregación parece perniciosa. Y como la tendencia humana (dicen) es ir detrás de lo bueno, aspiramos a formas de unidad cada vez más grandes. Del clan a la tribu, de la tribu al poblado, el reino, el estado y la nación. Y la nación-estado aún nos queda pequeña, así que la agregación en una entidad supranacional (que aún no sabemos demasiado como llamar) sería un paso más hacia la unidad humana (humanidad). La humanidad como objetivo. Es bonito, ¿verdad?
Antes decía que podíamos hablar de la unidad como objetivo, como estrategia o como experiencia. Pero quizás aún podríamos considerar otra forma: como negación de sí misma. Pensemos en la unidad por la fuerza. A mí esta expresión me parece un oxímoron, porque la realidad interna de la unidad forzada es la disgregación. Y, sin embargo, a menudo defendemos esa apariencia de unidad con uñas y dientes por miedo al mal mayor de la disgregación. Pero … ¿la disgregación es un peligro real? ¿Es tan perniciosa como se nos quiere hacer creer?
El universo, según las teorías vigentes, es fruto de la mayor disgregación imaginable. La vida misma es fruto de la separación física de progenitor y descendiente. Así que podríamos decir, a modo de hipótesis, que el juego/choque constante entre unidad y disgregación es uno de los motores de nuestra realidad. Y quizás «junto» y «separado» no son términos antagónicos, sino diferentes estrategias para alcanzar el objetivo de unidad. (Sin tener claro, no obstante, porque la unidad es, en sí misma, buena. Pero bueno, hagamos un voto de confianza.)
Carlus Jové
* Carlus Jové es miembro del Colectivo Cataluña. Artículo publicado en el núm. 144 de la revista Catalunya
Fuente: Carlus Jové