La crisis del sistema y del modelo productivista y desarrollista por primera vez se manifiesta de forma global y sus consecuencias se sienten desde el Cono Sur (Argentina, Bolivia, Brasil, Perú), los países de Centroamérica (Salvador, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, etc.), los países del Norte, sobre todo EEUU, Europa en su totalidad, el continente africano prácticamente entero, pasando por Asía y los denominados “países emergentes”.

La crisis del sistema y del modelo productivista y desarrollista por primera vez se manifiesta de forma global y sus consecuencias se sienten desde el Cono Sur (Argentina, Bolivia, Brasil, Perú), los países de Centroamérica (Salvador, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, etc.), los países del Norte, sobre todo EEUU, Europa en su totalidad, el continente africano prácticamente entero, pasando por Asía y los denominados “países emergentes”.

Crisis del sistema, no en el sentido político, pues nadie le cuestiona “globalmente” y mucho menos con fuerza política suficiente como para ser una alternativa “global” anti-sistema (cuestionando su gobernanza global, sus aparatos globales de poder económicos-políticos -FMI, OMC, BM, ONU…- y sus aparatos militares -OTAN, Ejércitos de Santas Alianzas, etc.-). La crisis, y aquí se encuentra la paradoja, radica en sus contradicciones : el modelo desarrollista/productivista se lleva pasando “tres pueblos” desde hace bastantes décadas, y aquí desde la tierra, el agua y el aire y cualquier especie que habita el planeta, cada día que pasa, coge una “gripe de existencia” más aguda y las vacunas económicas y políticas para lo que sirven es para agravar el mal.

En esta nuestra Unión Europea, la cual avanza a velocidad de crucero para ser la “economía más competitiva del mundo en torno al 2010”, las libertades civiles (presunción de inocencia, derecho al habeas corpus, respeto por las decisiones adoptadas por mayorías de sus pueblos en referéndum), los derechos fundamentales de las personas (la movilidad de cualquier persona a fijar su residencia en cualquier lugar del mundo, el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a tener una casa o un techo) y las libertades políticas (el respeto por las reglas de juego de las democracias representativas, la soberanía que reside en los pueblos y no en el “soberano”, las libertades sindicales), son obstáculos que se han convertido en ruinas al paso de ese “ángel exterminador” denominado modernidad.

Si en algo están de acuerdo los gobiernos “globales” -además de sus tasas de ganancia-, sean estadounidenses, europeos, chinos, indios o zulúes, es en que la máquina no puede parar, así haya que quemar en su “horno de la modernidad” derechos, libertades, clima, tierra y cualquier especie que alimente a la bestia. Es lo de los hermanos Marx en el Oeste : “más madera, es la guerra”.

Sufrimiento parece que no es poco : hambrunas en 40 países producidas por la acción global del capitalismo en el terreno financiero y en la soberanía alimentaria de los pueblos. Invasiones en países soberanos por el simple hecho de sus reservas de petróleo y/o su posición geoestratégica. Bloqueo de las libertades políticas y civiles a niveles globales, para garantizar la seguridad del capital. Millones de trabajadores (inmigrantes) sometidos a los designios del mercado, los cuales son tratados “sin ninguna vergüenza” como mano de obra sobreexplotada, cuando se les necesita, y como delincuentes, cuando les son perecederos. Libertad del trabajo digno (decente en términos OIT), asesinada a diario por directivas liberalizadoras (Directiva Bolkestein y dumping social), y libertad sindical más que cuestionada, domesticada y “socialmente responsable” (la huelga es incompatible con la libertad de prestación de servicios y la libre competencia del capital). Y para que el personal tenga más dinero y podamos seguir con nuestras “pulsiones egoístas” de consumo y seguridad, pues directivas de trabajo (libre, claro está) de semanas de 65 horas que en ciertos casos pudieran llegar a 78.

Ojalá habláramos de que lo que está en crisis somos las personas que de forma “global” nos hemos cuestionado nuestros modelos sociales y morales y hemos decidido democratizar la sociedad, y en consecuencia nuestras decisiones sobre cómo comportarnos, relacionarnos, respetarnos y apoyarnos, las tomamos nosotros y no ningún soberano, sea rey, presidente o militar.


Fuente: Desiderio Martín