Según el clásico, las leyes del mercado (capitalista) son de hierro, es decir : suceda lo que suceda, siempre son aplicables las mismas “recetas”. Que el ciclo de la economía de mercado (capitalista) es de crecimiento de su modelo económico, social y político, esto es, hay desarrollo, creación de riqueza y, a veces, sólo dinero, pues oiga, esto va “de cine” : las cuentas de resultados de empresas de todo tipo, bancos y ejecutivos y políticos, crecen y crecen, por lo tanto el país es más rico, moderno y competitivo y “todos contentos”.
Visto así, nada parece empañar ese paraíso idílico que nos muestran de la película. Y claro, los más de once millones de asalariados que son mileuristas ; los cerca de diez millones considerados pobres, los cientos de miles (quizá más de un millón) de personas sin techo por carecer de dinero o patrimonio suficiente para que un banco (especuladores, todos, por su naturaleza social), les financie una hipoteca que van a pagar 2,5 veces el valor de su piso ; los millones de personas “asfixiadas” en el espacio-entorno en el cual trabajan y viven, tragando mierda por quemar y quemar petróleo con sus coches, en los cuales invierten horas y horas de su tiempo de vida para moverse hasta sus puestos de trabajo… Toda esta realidad y más, mucha más, parece que no existiera, en ese espacio-tiempo donde la película es de “guapos y ricos”, es decir cuando la “economía patria juega en la liga de campeones de ese mercado global de unos pocos países y personas”.
Y ahora que el ciclo de su economía de mercado (capitalista), está en “crisis” por su modelo de desarrollo y de crecimiento, hacen lo del clásico (sinvergüenza), “hacen la herida y ellos mismos se ponen la venda”.
Como sus cuentas de resultados -de empresas, bancos, financieras, chiringuitos inversores, ejecutivos y políticos- sólo mantienen los niveles de beneficios del año anterior (los beneficios empresariales aumentaron en un 73 % en el último quinquenio, mientras los salarios perdieron un 5 % OCDE), o a base de alimentar la “gallina de los huevos de oro”, ésta revienta, dicen que hay que aplicar las leyes del mercado, y son de hierro.
Es decir, cuando especuladores de todo tipo : del ladrillo, banqueros, petroleros, de alimentación, de la energía, etc., han basado su enriquecimiento y bienestar en la utilización de todas las tropelías existentes en los códigos, bien penales, bien civiles, y lo han hecho desde la más absoluta impunidad, las cosas ya están bien como están y cuando sus propios actos y su modelo revienta, somos la mayoría social, trabajadores, ciudadanos, inmigrantes, familias y demás gente de “mal vivir” quienes tenemos que hacer un “esfuerzo” y así la “crisis” es cosa de todos y de arrimar el hombro se trata.
Es decir, que sus leyes “inexorables” caen sobre trabajadores, ciudadanos, inmigrantes y familias, como la peor de las plagas bíblicas : despidos y mayor desregulación de los mercados de trabajo, cierres de empresas -construcción, derivados de construcción, automoción, componentes del auto, comercios- ; despidos masivos -Seat, Renault, Delphi, Michelin, Martinsa-Fadesa, Tecnocasa, FCC, Acciona, Endesa, Iberdrola, Gas Natural, Roca, Spanair, la banca, Iberia, RTVE, y Comercio pequeño, además de reestructuraciones en las grandes firmas (Inditex, etc.) ; deslocalizaciones de industrias enteras, moderación salarial y congelación del gasto público : menos educación y menor calidad, menos empleos públicos, peor sanidad y privatización de lo público que aún queda (AENA, Renfe y parte de la Seguridad Social en pensiones -fondos privados de pensiones-), unido a medidas como encarecimiento del coste del dinero para asalariados y clases medias y transferencias de más de 1 billón de euros a las entidades financieras, para financiarles a precios “ridículos” sus mierdas de hipotecas basura y sus chiringuitos especuladores y sus altísimos beneficios.
La ley del embudo reaparece, renombrada bajo las “leyes inexorables del mercado (capitalista)”, es decir legalizar (una vez más) sus maquinaciones y tropelías para alterar el precio de las cosas (viviendas, alimentos, materias primas, etc.) y requerir de los esquilmados y ninguneados (trabajadores, asalariados y clases medias) que los Estados y sus organismos de control de los dineros públicos (Bancos Centrales, Reservas Federales), les “regalen” nuestros dineros, aquellos que aportamos a la hacienda pública para que nuestras necesidades sociales sean cubiertas con criterios de suficiencia, reparto solidario y equidad.
Como sostiene J.A. Martín Pallín en su artículo Es la crisis, no el apocalipsis, “no creo que fuese descabellado plantearse, ante una conducta delictiva universalizada, sino debemos reconsiderar respuestas más enérgicas”.
Nuestras crisis, además de las materiales, sobre todo son crisis de respuestas. Nuestras respuestas tienen que ser “enérgicas”, es decir, de cuestionar la barbarie con fuerza social, con conflicto social generalizado.
Respuestas necesarias ante el continuo incumplimiento de los soberanos modernos (empresarios, ejecutivos, empresas de consultoría, banqueros, políticos y sindicalistas mayoritarios) de la justicia social, porque sus reglas “inexorables” no contemplan en la práctica aplicarles la Legislación Penal Internacional ante actos masivos de delitos contra la humanidad, como son los actos económicos y políticos que los capitalistas de esta economía de mercado están realizando.
Fuente: Desiderio Martín