Tanto el proceso del 29-S, como el día material mismo de la HG, expresión del conflicto de confrontación de fuerzas entre el mundo del trabajo -sobre todo del empleo-, y el capital (empresariado, mercados y la clase política que les representa), es que no han sido capaces de romper el “encantamiento” y el “espejismo” en el que se encuentran -nos encontramos-, subsumidos las clases populares, las clases asalariadas.
La realidad sigue mostrando o mejor, demostrando, esa paradoja de difícil resolución. Por un lado nuestros deseos [los de la mayoría social, las víctimas de la acción bárbara del capitalismo y en particular en resoluciones de sus crisis], se siguen moviendo entre la “buena voluntad” de esperar un cambio de ciclo económico : volver a tener empleos (explotados y precarios), volver a tener capacidad de endeudamiento (créditos consumo, hipotecas,etc.), volver a un estado de bienestar aunque sea cada vez “más concertado”, “más privado” (educación, sanidad, transporte), y por otro lado, el avance y desarrollo del ciclo de la desposesión de las clases asalariadas y populares y la cada vez mayor desigualdad, en que el capitalismo se encuentra.
El proceso hasta el 29-S, hasta la HG es significativo y en él encontramos claves explicativas, que nos ayuden a discutir del mañana. Para CGT al menos dicho proceso comenzó hace más de dos años, mientras que para CC.OO y UGT, solamente tiene de vida menos de 6 meses y sólo comienza ante el cambio de ruptura de las reglas de juego por parte del empresariado y toda la clase política, representada por el PSOE en la Mesa de Diálogo Social. Diálogo Social o Concertación Social que duraba más de 6 años (desde el 2004).
En este proceso no han caído ciertos mitos en los cuales se han constituido las relaciones sociales y laborales en la década del “chocolate del loro” de la economía española (1998-2007), es decir, sobre las bases materiales e ideológicas sobre las que se construía día a día esta realidad de barbarie.
El mito del productivismo-desarrollismo-consumismo, sin límites ecológicos, medioambientales y sociales, si cabe, aún más, ha salido reforzado.
Desde el lado de los Sindicatos CC-OO y UGT y un amplio espectro del arco parlamentario, a lo más que se llega es a teorizar, acerca de un “nuevo modelo productivo”, basado, como no, en la competitividad. Ahora no sobre el “ladrillo”, pero si sobre la reactivación de la demanda (consumir y consumir por las clases populares) y desde el lado político social-liberal, sobre supuestos falsos, tramposos y “engaña-bobos”, condensados todos ellos en una Ley de Economía Sostenible (LES).
Lo cabreante es que unos y otros, capital – trabajo, aplauden medidas absolutamente contrarias a lo que se enuncia (desarrollo sostenible) : financiar compra de automóviles, financiar grandes infraestructuras viarias (alta velocidad y autopistas), financiar la gestión privada de todo lo público que huela a negocio (pensiones, hospitales, comunicaciones, etc.), financiar los beneficios empresariales por todas las vías posibles (subvencionando la contratación, los costes laborales, la impositiva).
El otro mito significativo (hay algunos más), es el del conflicto, la lucha colectiva, como garantía de los derechos (laborales y sociales) y la libertad. El proceso ha sido para CGT una lucha muy desigual en el convencimiento del mundo salarial y del social de que la búsqueda del “beneficio privado” no debía ser la lógica que rigiera las relaciones sociales.
Nuestra ética sindical de cooperación, reparto del trabajo, reparto de la riqueza y lo suficiente para todos y todas, era “machacada” ERE tras ERE, despido tras despido, dobles escalas salariales y flexibilización tras flexibilización del tiempo de trabajo, de la jornada, de las condiciones de trabajo, por empresarios, sindicatos CC.OO y UGT y clases políticas.
En ese proceso tan corto, quienes fueron garantes de un capitalismo de casino, especulador y “global” sostuvieron y, lo más grave es que aún lo sostienen, pues no se les conoce crítica o autocrítica al respecto, que la economía española estaba muy bien insertada en la UE, matices aparte. En este proceso, han carecido de legitimidad para convencer a las clases asalariadas que ahora toca cambiar la música, que ahora toca el conflicto, la pelea colectiva. El personal anda mosqueado y seguirá andando bastante tiempo, pues no entienden nada bien ser educados desde el individualismo y el “que más chifle capador”, como garantía de sus empleos, sus consumos, sus rentas, etc. Y, en menos de 6 meses pretender cambiar el paso.
El conflicto como necesidad de realizarlo, materializarlo, si ha calado en la clase obrera que fue a la HG el 29-S, la clase obrera industrial y de servicios de limpiezas, transportes, que representa numéricamente lo que representa, entre un 18% a un 22% y clase obrera donde se encuentra la mayor sindicalización.
La desestructuración de la Clase Obrera es de tal intensidad, que ni funcionariado (estos tampoco fueron a la suya), como trabajadores en general de los sectores públicos, bien generales, bien autonómicos, bien locales, ni la mayoría de los trabajadores/as asalariados en cuadrados en el sector Servicios (hostelería, turismo, comercio grande, mediano y pequeño), que ocupan al 73% de toda la población activa de este país, y los parados/as, han comparecido y el conflicto le han “padecido”, con miedo a perder las condiciones precarias por “cabreo del patrón” (empleos y salarios) y con cabreo absoluio muchos, pues ante la pérdida masiva de sus empleos, los sindicatos sostenían que “no se había agredido a los derechos laborales”.
La HG del 29-S, no pudo ser “seguida”, no sólo no secundada, por más del 70% de la población activa y se hace necesario pensar y reflexionar del porqué y mirar en clave del día después y una conclusión (de seguro hay algunas más) es que esta Clase Obrera de hostelería, del pequeño, mediano y gran comercio, de las contratas y subcontratas, del telemarqueting, de los parados/as, de los que trabajan en la economía sumergida, que representan numéricamente la mayoría de asalariados/as, se sentían ajenos a las reivindicaciones más inmediatas, las que movilizan conciencias y cuerpos, pues entienden que sus contratos los de toda la vida laboral que llevan, han sido siempre débiles, precarios y de “absoluta libertad patronal” para disponer de ellos y terminarlos cuando le “da la gana” y con exigua indemnización.
Esta clase obrera considera que los derechos laborales (los cuales han sido ninguneados y arrebatados con la Ley 35/2010 de Reforma Laboral), entendidos como pertenencia, es decir más allá de la retórica jurídica, nunca los han conocido, luego difícilmente iban a ir a una pelea por algo que les es “ajeno” y pertenece a los “otros” (a los de 45 días, a los industriales, a los de las grandes empresas, a los bancarios, etc.).
La práctica sindical de CGT, no sólo la teorización, se encuentra insertada sólo en parte en esa clase obrera “no compareciente” y el mañana, el día después, requiere de que los asalariados y asalariadas y las clases populares nos cambiemos el “chip” y llevemos a nuestras prácticas cotidianas el conflicto, la pelea como la única garantía de nuestros empleos, nuestros salarios, nuestras condiciones de trabajo y de vida y nuestra libertad.
Desiderio Martín Corral