Que 900 trabajadores y trabajadoras del Aeropuerto del Prat de Barcelona hayan ejercido sus derechos constitucionales : derecho a un empleo estable, a un trabajo digno y a una relación contractual cierta fuera de las manos de los nuevos “pistoleros” que emergen a través de las Uniones Temporales de Empresas (UTEs), en la gestión liberalizadora de los modos de producción, no debiera ser sino una noticia cotidiana en los medios de comunicación.
Si este tipo de noticias aparecieran de manera habitual, significaría que los trabajadores y trabajadoras y sus sindicatos ejercen sus derechos, y la sociedad “civil” biempensante y nuestros poderes públicos carecerían de argumentos para criminalizar la acción sindical y democrática en las relaciones laborales.
Por el contrario, este hecho -el cual no muestra sino los límites, la presión y la ausencia de libertad que de manera sistemática se viene ejerciendo sobre las clases trabajadoras por parte de los sindicatos CCOO y UGT y las leyes desreguladoras y precarizadoras de los Gobiernos, bien estatal bien autonómico-, es una anomalía y con seguridad, la represión criminal y judicial, caerá sobre los trabajadores y trabajadoras más consecuentes.
Vivimos tiempos convulsos, criminales : se nos mata a diario por el hecho de trabajar ; se nos condena a relaciones laborales donde nuestro contrato está en blanco en lo referido a nuestros derechos salariales, de tiempo de vida, de derechos sindicales y sociales ; se nos impone la libertad absoluta del dinero y del beneficio empresarial.
Lo normal, lo admitido por esa sociedad “civil”, la cual es cómplice por el gran silencio en el que se mantiene, es encontrarnos a diario con noticias como éstas :
Y estas otras aparecen también a diario como “normales” :
Y esto no es lo más grave. Lo más escandaloso resulta de la invisibilización del panorama mundial del empleo.
El Informe de la OIT 2006 (sólo publicado en su revista y en su página web) revela que de los 2.800 millones de trabajadores y trabajadoras que hay en el mundo, la mitad, es decir
La temporalidad aumenta y crece en el estado español, situándose a junio de 2006 en el 34,39% de las personas asalariadas. Lo que significa que más del 50% de la población ocupada asalariada tiene “garantía” de un contrato precario. Y la siniestralidad (los muertos asesinados por el modo de trabajar en este sistema capitalista), crece y aumenta al ritmo que lo hace la especulación, las relaciones laborales mafiosas, la complacencia de administraciones y la colaboración de los sindicatos mayoritarios en la racionalización del modelo de trabajo.
Las televisiones, la prensa escrita, las tertulias radiofónicas, piden “sangre” contra quienes han osado exigir sus derechos y han ejercido la libertad democrática de no trabajar.
Hoy no es ningún delito que el capital y sus modos de producir y distribuir mercancías causen las mayores catástrofes jamás conocidas en el planeta tierra y muchas de ellas irreversibles : el calentamiento de la tierra, la esquilmación de los recursos naturales, el agotamiento de los recursos marinos, el daño irreparable a la biodiversidad, los miles de muertos y millones de desplazados -además de la destrucción de sus entornos, de sus medios de vida-, por guerras de poder en zonas enteras de Africa, América Latina, Oriente Medio, Oriente Próximo, Asia, etc.
Ninguno de estos medios (escritos, hablados, televisivos), dedican sus tiempos de más audiencia, sus programas estrella para frenar y terminar con esta barbarie. La mayor parte de ellos son responsables directos -unos por acción y otros por omisión-, del actual estado “global” de cosas.
Decía un filósofo burgués hace ya varios siglos que cuando el soberano utiliza el poder en contra de sus súbditos, éstos tienen la sagrada obligación de rebelarse. Si nos comportáramos como sujetos, como personas dignas, dejaríamos de ser súbditos y en consecuencia el soberano no existiría.
Fuente: Desiderio Martín