Para vencer a la derecha hay que derrotar al PSOE. Por eso, sensu contrario, en estos momentos de desplome de la marca socialdemócrata, la banca amiga, la gran patronal y los medios afines se han apresurado a lanzar una campaña de apoyo al rubalcabismo. Saben sus padrinos que si la sangre llega a Ferraz se habrá acabado el régimen y estará en peligro la propia existencia del sistema. La posible derrota socialista, víctima de sus propias fechorías y desplantes, supone la quiebra del bipartidismo dinástico gobernante, y con él del suculento turnismo que desde la transición ha pilotado esta democracia vigilada para mantener el statu quo contra viento y marea.
Por eso, cara a las elecciones europeas de mayo de 2014, el lobby financiero, corporativo y comunicacional se ha puesto manos a la obra con unos cuantos palmeros de postín, con el ex juez Baltasar Garzón al frente (el mantenido de Emilio Botín), para pedir el “voto útil” para el PSOE. No lo dicen así de claro, utilizan el eficaz espantapájaros de “que viene la derecha”. Pero leyendo entre líneas la proclama divulgada en primicia por la prensa progresista (El País y Público digital, en primer tiempo de saludo) se percibe que ese es su leitmotiv.
Por eso, cara a las elecciones europeas de mayo de 2014, el lobby financiero, corporativo y comunicacional se ha puesto manos a la obra con unos cuantos palmeros de postín, con el ex juez Baltasar Garzón al frente (el mantenido de Emilio Botín), para pedir el “voto útil” para el PSOE. No lo dicen así de claro, utilizan el eficaz espantapájaros de “que viene la derecha”. Pero leyendo entre líneas la proclama divulgada en primicia por la prensa progresista (El País y Público digital, en primer tiempo de saludo) se percibe que ese es su leitmotiv.
La carta abierta de los flamantes compañeros de viaje del PSOE, que ha sido maliciosamente presentada por el periódico de Prisa (más órgano de los grandes de la banca que nunca, tras la conversión en acciones de los créditos vencidos del Santander, BBVA y La Caixa) bajo el título “Garzón y ex dirigentes de IU se ofrecen al PSOE para vencer a la derecha”, es un perfecto despropósito. La misiva es tridimensional en sus pretensiones: busca ser una especie de manifiesto de adhesión a la próxima Conferencia Política del PSOE; se vende a la opinión pública con el gancho de estar avalada por “ex dirigentes de IU”, cuando en realidad se trata de gente con una dilatada biografía de gananciales con el PSOE (un ex asesor de Rubalcaba en Interior, un miembro de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones por la cuota socialista o el ex representante de CCOO en el Consejo de RTVE, entre otros, como José Carrillo, rector de la UCM, la universidad que más universitarios ha dejado en la calle por la subida de tasas) y utiliza la amnesia selectiva (como hicieron en la transición a fin de evitar la ruptura con el neofranquismo) para motivar a los desencantados que aún creen en aquel trampantojo “de más vale pájaro en mano…”
Frases como “el Ejecutivo ha dejado en las cunetas del olvido a las víctimas de la dictadura y evita la recuperación de la memoria”, o “asistimos a una brutal involución de los derechos, del Estado de Bienestar, y, con ello, de la propia democracia”, constituyen el típico ejemplo de una gran verdad que encierra una colosal mentira. Ciertamente, el PP en el gobierno ha hecho eso y mucho más. Pero no es menos cierto que parecida barbarie y mucho antes la sembró el PSOE. Y no sólo en la etapa de Zapatero sino a la largo de su dilatada historia como partido de gobierno, etapa en la que disfrutó de una holgada mayoría absoluta que en el fondo no lego más que políticas de corte impúdicamente neoliberales. Eso sí, con el aroma de la siempre bienvenida innovación en el capítulo de mejoras cívicas, para distinguirse de la siempre rancia, pedestre y oscurantista derecha carpetovetónica.
Sin embargo, como antes se pilla a un falso que a un cojo, esa sarta de ofrendas de “destacados dirigentes de IU” que el periódico global en español desgranaba para rancho de incautos, tenía su oportuna réplica en la página contigua del rotativo donde se daba cuenta de las ponencias para esa Conferencia Política donde se escenificara un nuevo parto de los montes. Con perlas como estas: “los socialistas defienden la creación de una nuevo impuesto sobre la riqueza que aúne los del IRPF y Patrimonio” (cuando el PSOE tuvo a gala eliminar el impuesto sobre Patrimonio para caramelizar a las clase medias al tiempo que ZP lanzaba aquello de “subir los impuestos no es de izquierdas”), o esta otra sobre “la posibilidad de que el Congreso estudie la convocatoria de referendos a petición no del Gobierno sino de los ciudadanos” ( olvidando, que ya es morro, que acaban de votar en la Cámara Baja contra “el derecho a decidir” junto al PP y que en su propuesta reforma de la Constitución la transformación de la consulta popular en vinculante ni está ni se la espera”). Miente que algo queda.
Con semejante vendaval de medias verdades, burdas mentiras y manifiestos, y a la espera de nuevas entregas con firmas de los consabidos intelectuales, artistas y profesionales (todos ellos como es obvio de “reconocido prestigio”, famoseo obliga), no sorprende que los notables del partido que aspiran al cetro urbi et orbi se desgañiten con iniciativas a cual más oportunistas, en la convicción de que lo que en política la naturaleza no da la propaganda lo presta. A su conjuro cada día nos desayunamos con una catarata de iniciativas-golosina que tienen como punto de partida hacernos creer que el PSOE ha nacido ayer. De esa cosecha, salen mensajes sobre que sus futuros ministros ya no van a jurar o prometer el cargo delante de una biblia y un crucifijo; que no volverán a indultar a banqueros sentenciados en firme por el Tribunal Supremo como hicieron con el número dos del Banco de Santander Alfredo Sáenz; que a partir de ahora apoyarán a la juez argentina en el caso de la exigencia de justicia universal para los crímenes de la dictadura o que están dispuestos a exigir que el cadáver de Franco deje de estar expuesto en el Valle de los Caídos para los romeros del Caudillo. Al parecer, tras ostentar 22 años de gobierno en el Estado español, es ahora cuando el PSOE “puede prometer y promete”.
Claro que ese dechado de buenas intenciones no puede ocultar la gangrena que corroe a la dirección del centenario partido que aún ostenta en sus siglas la “o” de obrero y la ”s” de socialista con la misma naturalidad que se enarbola la camiseta del “Che” en una junta de accionistas. Porque no es solo la impostura programada lo que pudre a la cúpula del PSOE y a sus adláteres, sino una auténtica lucha por el poder que a menudo adquiere rasgos valleinclanescos. En semejante lidia tenemos a Rubalcaba, Patxi López, Eduardo Madina, Carme Chacón y Susana Díaz en formación de combate, a la federación gallega implantando primarias internas para renovar su dirección mientras Ferraz las anatemiza; al ayuntamiento socialista de Vigo declarando persona nom grata al comisario Joaquín Almunia, portavoz de los hombres de negro de la UE; a las huestes bípedas de Juan Antonio Griñán-Susana Díaz tratando de guardar el equilibrio ante el tsunami de los EREs o al grupo parlamentario en el Congreso instando la aprobación de una ley para sacar los casos de corrupción política (EREs, Nóos, Gürtel; Bárcenas; Palau, Marea, etc.) del ámbito de sus jueces naturales para encomendárselos a la Audiencia Nacional. Ingenio no les falta. Y desprecio al sentido común y al decoro democrático. Como Felipe González, que acaba de crear una fundación que lleva su nombre (al parecer no sólo se le pegó lo de los paseos en el yate Azor), presidida por él mismo y con su hija de secretaria, para glosar su figura histórica, y de paso desgravar lo que en legalidad proceda.
El problema en todo este carajal es que nunca se puede decir de esta agua no beberé. Máxime cuando todos los medios y recursos del sistema están volcados a promover esa segunda transición para que lo fundamental siga igual. Un triple salto mortal en estos esperanzadores momentos de masiva desobediencia popular, que pasa por la recuperación del PSOE como pieza clave del bipartidismo dinástico gobernante y el resultado de esa llamada al “voto útil”. No es verdad que segundas partes nunca fueron buenas. La de ahora es otra apuesta, distante pero no distinta, de la que ofició el PSOE al comienzo de la transición apostando por un sedicente frente común de izquierdas con el PCE de Santiago Carrillo en las primeras elecciones municipales. Aquello funcionó no sólo como parapeto y travesía del desierto para su recomposición interna, sino que incluso sirvió como cantera para futuros cuadros socialistas cooptados de las filas comunistas. En aquella exitosa estrategia se fían para su resurrección. Motivos tienen. De momento cuentan con una dirección de Izquierda Unida que les baila el agua en el Gobierno de la Andalucía de los EREs, y hasta se ha dado el caso cómico de que haya sido la ultraliberal UPyD y no IU quien haya retirado su apoyo al Ejecutivo asturiano por incumplir el pacto de Reforma Electoral, cuando es público y notorio que esta medida es el nudo gordiano que guía a la coalición rojiverde en su política de pactos a diestro y siniestra.
Lo que es más tragicómico y escandaloso el caso, es que esa reforma de la actual legislación electoral si la haya comprometido en firme el gobierno del PP de Extremadura, cumpliendo su palabra con IU Extremadura, por cierto, una federación denostada por la nomenklatura de Izquierda Unida. Porque nada corrige este desvarío de alianzas a la remanguillé el hecho de que Cayo Lara se lamente de un PSOE que “copia el programa a IU” o que acuse a Ferraz de ser el malvado responsable de la sobrevenida ruptura en Asturias patria querida. La responsabilidad de es enorme, histórica e inapelable. Si pacta con el PSOE a tumba abierta, sin importar el precio que tenga que pagar en principios éticos, políticos y democráticos, para compartir poder y sinecuras, no solo puede perder su identidad. Además ayudará a mantener un sistema que solo puede existir en su formato dúplex PP-PSOE/PSOE-PP, y de pasa trasladara a la toda la izquierda social, ajena al cambalache, el descrédito de la gente normal y corriente que no acostumbra a distinguir entre original y copia.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid