Varios días en Jerusalén y Cisjordania, son un viaje por el racismo extremo y la resistencia sin pausa.

 

“Existir es resistir” dicen los palestinos y así es. Su día a día es un acto de enfrentar la arbitrariedad, la violencia, humillación, el robo de sus tierras y recursos naturales, la destrucción de sus casas, la violación nocturna de sus viviendas, las detenciones sin motivos, etcétera, etcétera. Como el título del libro de Hanna Arendt, La banalidad del mal, Israel practica el mal con el pueblo palestino, como algo trivial, inventando cada día nuevas formas de opresión como expresión de una sociedad grave y peligrosamente enferma.

“Existir es resistir” dicen los palestinos y así es. Su día a día es un acto de enfrentar la arbitrariedad, la violencia, humillación, el robo de sus tierras y recursos naturales, la destrucción de sus casas, la violación nocturna de sus viviendas, las detenciones sin motivos, etcétera, etcétera. Como el título del libro de Hanna Arendt, La banalidad del mal, Israel practica el mal con el pueblo palestino, como algo trivial, inventando cada día nuevas formas de opresión como expresión de una sociedad grave y peligrosamente enferma.

En estos días de convivencia con los palestinos, hemos tenido multitud de reuniones con organizaciones civiles de todo tipo; conviviendo con palestinos, viviendo en sus casas, rodeados de colonos sionistas o en campos de refugiados, frecuentemente allanados por la noche por el ejército israelí; compartiendo con ellos comidas, historias personales, risas y su inquietud al pasar uno de los tantos puestos de control israelí, sabiéndonos objetivos de los puntos de mira de las amas que manejan los militares, muchos de ellos chicas y chicos de apenas 18-20 años.

La historia actual de Palestina no es en absoluto un “conflicto entre palestinos e israelíes, que no hay quien lo entienda”. La situación de Palestina está estrechamente relacionada con los intereses de las grandes y no tan grandes potencias internacionales; es un conflicto generado por los intereses geoestratégicos de los que se creen los amos del mundo y pretenden marcar el paso de todos los pueblos que se encuentren en su camino. Es uno de los tantos conflictos generados por un capitalismo devastador e insaciable que devora seres humanos para apropiarse de sus territorios y de sus recursos naturales, sean los que sean.

Por lo tanto, tampoco es un conflicto de religiones, de musulmanes contra judíos. La religión es un arma, muy eficaz, utilizada para simplificar los motivos. Y tampoco es un enfrentamiento entre los terroristas palestinos y el estado democrático de Israel.

No olvidemos que Israel es un país creado unilateralmente en la tierra de otro pueblo. Actualmente, por su propia definición, es un estado para los judíos, relegando a segundas, terceras, cuartas… posiciones, a sus habitantes no judíos. Tampoco olvidemos que además de sus más de 70 leyes que discriminan a los palestinos que viven en territorio israelí, dentro de la propia población judía hay una profunda disimetría entre los judíos de origen centro europeo y de la antigua Unión Soviética respecto a los judíos de origen norte africano y más aún a los de origen del África negra.

A nosotras, como europeas, da mucha vergüenza la esperanza que los palestinos tienen en Europa, esta Europa sorda y ciega al sufrimiento de este pueblo, cómplice de cada una de las violaciones de los derechos humanos cometidas por el estado sionista de Israel, esta Europa incapaz de levantar la voz, atada de pies y manos a sus propios intereses económicos y víctima del chantaje sionista por los horrores que los judíos vivieron en suelo europeo. Ninguno de los mandatarios quiere exponerse a ser acusado por anti semita, acusación sistemática a toda persona que cuestione la política israelí.

Estos mandatarios no han sido elegidos para representar y defender a Israel sino que lo han sido por la población de sus países a la que no escuchan, además de desconocer lo que significa la palabra semita, que se refiere a los pueblos que hablan lenguas de origen semítico, como lo palestinos. Los sionistas se han apropiado de un término que define a muchos otros pueblos y la esparcen como un veneno ante la mínima crítica.

A los ciudadanos, a las organizaciones civiles comprometidas con la libertad, justicia, igualdad, convivencia pacífica entre los pueblos de este mundo, nos corresponde defender aquello en lo que creemos.

Rosa Merino, afiliada al Sindicato de Administración Pública de Madrid


Fuente: Rosa Merino - STAP Madrid