Esto que se cuenta no es una historia oficial, porque de serlo vergüenza daría hasta conocerla. Aunque es posible que las personas que esto lean pudieran estar vacunadas de espanto por situaciones que con mucha crudeza las películas presentan. Soy, Elisaberth Hornet y me he currado durante años, para cuando mi partido político llegara al poder, el estar en un alto cargo de la administración pública. Muchos años de “si Wuana” a los gerifaltes de la cúpula de esa organización donde entré precisamente para escalar a los cargos donde podría obtener mayores ventajas personales y capacidad de poder seguir ascendiendo.
Esta larga carrera política sólo es posible realizarla mediante compra de favores, tanto a los de arriba como generando dependencia de los de abajo, ya que siempre conviene tener una base que me sustente en lo alto de la organización. Nada es gratuito, nada se consigue sin pagar algún precio. Y en esto que un miembro del partido, que precisamente trabaja en el ámbito de la administración que lidero, me ha sido recomendado por uno de mis “jefes” para que pueda devolver el favor a quien en las últimas elecciones se prestó a completar la candidatura municipal de mi partido en una localidad de la provincia. Sus circunstancias como persona trabajadora se complicaron y busca desesperadamente una “contraprestación” en forma de cargo de “confianza” para el desempeño de cualquier tarea, aunque no tenga ni pajolera idea de cómo realizarla. Estoy totalmente convencida de que una dedocracia al uso es esencial políticamente hablando, ya que permite tener contento a la militancia política, así como una prueba del poder que se detenta y que permite beneficiar a los acólitos sin mayores dificultades.
Le encargué a mi personal de confianza que buscara un puesto idóneo para esta persona y, mira por dónde, una de las unidades de apoyo se encuentra en proceso de nombramiento de quien responsablemente debe dirigirla. El cargo parece idóneo para mi patrocinado, tanto por el contenido como el contexto territorial donde debe ejercerse y las complicaciones son mínimas. No obstante me informan que para ese nombramiento hay que seguir un procedimiento legalmente establecido y que puede ser cosa farragosa. Por ello indico a mis más fieles colaboradores que investiguen sobre las posibilidades de dejar desierta la convocatoria de forma que pueda con total libertad y legalidad nombra a dedo a mi púpilo.
Al parecer hay un profesional con intención de presentarse al puesto pero me dan la mala noticia de que el profesional al final ha presentado su candidatura al puesto. Le echo una bronca a mi personal de confianza por inútiles y al final me tengo que encargar personalmente del asunto. Al final a alguien se le ocurre que, si en el proceso se suscitan dudas sobre la legalidad de la candidatura, el proceso puede malearse a favor de mi interés. Doy el visto bueno y se desencadena una rueda de actuaciones que ponen en entredicho la profesionalidad de quien al puesto legítimamente aspira. Muevo mis hilos hasta en las altas instancias del gobierno, al que no desearía haber recurrido, y me prometen no cuestionar lo que vaya gestionando y apoyarme abriendo algún que otro expediente disciplinario al personal díscolo.
Al final después de varios meses puedo publicar una resolución en la que declaro que no ha habido candidatura y nombro por fin a mi apadrinado sin mayores dificultades. Se que he causado un daño al honor del profesional, se ha mentido, ocultado la verdad, falseado informes, pero para poder alterar la ley no ha quedado más remedio. Y, al fin y al cabo, por algo me llamo Elisaberth Hornet. A la victima de esta jugarreta le queda la vía del Contencioso Administrativa que, como todo el mundo sabe, llevará años en resolverse y para lo que me queda en este convento… ¡pues eso! Además de que la justicia contencioso administrativa es ¡tan cándida! que sigue manteniendo la máxima de que la administración siempre obra de ¡“buena fe”! con lo cual mi responsabilidad, si llega a demostrarse que algo he tenido que ver en este delito, será nula. Porque yo, Elisaberth Hornet, solo miro por el interés de quienes represento y me han nombrado para ello. De hecho las personas a las que represento las gastan mucho más grandes que esta humilde servidora. Los sindicatos han querido meter las narices pero con esto de los procedimientos administrativos y la inestimable colaboración de mi personal de confianza, me ha sido muy fácil torearlos. Total que la jugada me ha salido y por cierto no puedo dedicarle mucho tiempo a esta historia “ficticia”, por supuesto, ya que soy sumamente respetuosa con las leyes.
Rafael Fenoy
Fuente: Rafael Fenoy