(Buscando la vida del abogado Joaquín Penina, autor hipotético de La resurrección de Don Quijote, surge un homónimo. Uno de esos pobres a los que el héroe arenga en su astracanada, al término de su abruptamente interrumpido homenaje en Fomento. Uno, pero real).
Para la izquierda argentina, Joaquín Penina es un dramático símbolo, la muerte que inauguró las dictaduras
(Buscando la vida del abogado Joaquín Penina, autor hipotético de La resurrección de Don Quijote, surge un homónimo. Uno de esos pobres a los que el héroe arenga en su astracanada, al término de su abruptamente interrumpido homenaje en Fomento. Uno, pero real).
La piedra con el nombre de Joaquín Penina provoca muchas ondas en las aguas de Google. Ondas tristes, lentas y remotas. Era un catalán de Cardona que nació el 1 de mayo de 1905 y murió fusilado 25 años después en las barrancas del Saladillo de la ciudad de Rosario. No hay páginas españolas que lo recuerden. Pero sí muchas argentinas. Para la izquierda argentina, Joaquín Penina es un dramático símbolo. El primer desaparecido. La muerte que inauguró las dictaduras. El 8 de septiembre de 1930 el general José Féliz Uriburu quebró el constitucionalismo y dio un golpe de Estado. Al día siguiente su policía detenía en Rosario a «tres hombres de ideas avanzadas» : Joaquin Penina, Pablo Porta y Victorio Constantini. Estos últimos lograron sobrevivir. Hay dos libritos argentinos sobre la tragedia. El fusilamiento de Penina, de Aldo F. Oliva, y 1930 : Joaquín Penina, primer fusilado, de Fernando Quesada. Y hay una estremecedora crónica de Osvaldo Bayer, seguramente una de sus contratapas de Página 12. La crónica debe de estar basada en los libritos y se centra en el testimonio del subteniente Jorge Rodríguez. La noche del 10 de septiembre estaba de guardia. «Se le aproximó el capitán Sarmiento para decirle que debía ejecutar ’a un individuo’. Al pedirle aclaración de quién se trataba respondió ’es un anarquista que fue sorprendido mientras imprimía panfletos incitando al pueblo y a la tropa contra las autoridades que rigen el país».
Penina había llegado a Argentina en una fecha indeterminada, entre 1924 y 1925. Su padre era albañil y su madre tejedora, y él un albañil también, aunque en busca de fortuna. Se marchó prometiendo a los padres y su hermano de 11 años que los mandaría llamar una vez rico. Cuenta el subteniente Rodríguez : «Fue bajado del camión y sintió el ruido de las cargas de las pistolas. Entonces yo, que lo tenía a un paso, lo vi abrir los ojos en mirada de asombro, comprendiendo de pronto. Dio un medio paso atrás y le vi morderse el labio inferior como si prefiriera sentir el dolor de su carne mas no el temor. Yo iba detrás. No quise prolongar la valiente agonía de ese hombre».
Nada más llegar a la ciudad de Rosario, Penina se afilió a la Federación Obrera. Lo describen como un pacifista tolstoiano, vegetariano, fraterno, y como un hombre recto. Cuando el general Uriburu se apoderó del Estado, el canillita empezó a repartir pasquines en la calle. Mimeografiados, dicen, en Argentina. Ésa fue la base de la acusación y lo que le llevó a encararse con el subteniente Rodríguez : «Ordené : ’¡Apunten !’. Entonces el reo giró la cabeza hacia la izquierda y, mirando con odio al grupo que presenciaba, gritó : ’¡Viva la anarquía !’. Su voz era templada, yo no vi temor. ’¡Fuego !’, ordené, sin ver ya nada. Tres tiros».
Pregunté por Penina en Gironella, donde vivía antes de partir a América. Beltran, el anterior alcalde, y Busquets, el archivero municipal, tenían algunos (pocos) datos de su historia. Se los habían facilitado al argentino Quesada para escribir su libro. Cuna y tumba, y algún dato más. Por ejemplo que Penina fue un héroe efímero en Gironella durante la proclamación de la República. Pocos meses antes lo habían fusilado y el pueblo le dio su nombre a la avenida principal. Los sucesivos bautizos de esa calle resumen bien la historia. Se llamaba Carretera cuando no tenía nombre. Luego avenida de Joaquín Penina. Luego del Caudillo. Y luego, ahora, de Catalunya.
El propio subteniente Rodríguez le dio el tiro de gracia. «Todos nos acercamos hasta donde estaba el cadáver y alguien dijo : ’Fue un valiente hasta el último momento’. Vestía pobremente : zapatos de caña ; pantalón, no sé si de fantasía o marrón oscuro. Un saco también oscuro. Era rubio y de pequeña estatura. Representaba unos 25 o 26 años. De sus bolsillos se sacaron dos o tres galletas marineras muy duras y en parte comidas y un giro de cinco pesetas para un hermano de Barcelona. El giro no llegó a mis manos ni sé tampoco quién se lo llevó».
El hermano se llamaba Juan. Lo mataron a la misma edad que Joaquín en un lugar indeterminado de Andalucía. Unos dicen Pozoblanco, otros Riotinto. Después de la transición política, el alcalde Beltran tuvo la idea de hacer algo en memoria de Joaquín, el argentino. La gente de Gironella no lo entendió muy bien. Lo había olvidado o nunca supo. Lo cierto es que hubo muchas protestas. «Penina, Penina», iban repitiendo. Pensaban en Juan. Se había distinguido en los primeros días de la guerra civil española como miembro destacado del comité local. Un comité cruel y activo. En Gironella mataron a mucha gente y también se desplazaron por los pueblos vecinos. El archivero Busquets examina las notas sobre los padres de los jóvenes Penina. No consta la muerte de la madre, María. Sí la del padre, Jaime. Murió en Gironella en 1948, a los 67 años.
Pienso en ese viejo. En Gironella, 1948. La niebla y el cielo de carbón. Dos hijos muertos a tiros, con 24 años. El albañil levantando una pared, un ladrillo y otro.
Fuente: ARCADI ESPADA | EL PAIS