Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico

En el discurso de políticos y por tanto en medios de comunicación, se constatan indicaciones de que cualquier pasado fue peor. La gran intuición que el pueblo en general tiene, es que siempre han existido problemas en sus vidas, de uno u otro signo y que poquísimas familias pueden hacer un recordatorio en el que no aparezcan momentos difíciles. Si observamos la evolución de lo cuesta vivir, en términos de productos necesarios, y la comparamos con la evolución de la capacidad económica para adquirirlos, podremos extraer algunas conclusiones.

En el discurso de políticos y por tanto en medios de comunicación, se constatan indicaciones de que cualquier pasado fue peor. La gran intuición que el pueblo en general tiene, es que siempre han existido problemas en sus vidas, de uno u otro signo y que poquísimas familias pueden hacer un recordatorio en el que no aparezcan momentos difíciles. Si observamos la evolución de lo cuesta vivir, en términos de productos necesarios, y la comparamos con la evolución de la capacidad económica para adquirirlos, podremos extraer algunas conclusiones.

Partamos de una fecha “mítica”, 1978 por aquello de la Constitución, aunque debemos recordar que unos meses antes, el 27 de octubre de 1977, se firman los Pactos de la Moncloa, hecho de indudable importancia que conformará el desarrollo económico, político, sindical y social de este país todo este tiempo. El año 1978 comienza como terminó el anterior, con una inflación del 26%. ¡Sí! del 26, que supone por término medio que cada producto de consumo experimentaba de un año para otro un encarecimiento de más de una cuarta parte. Comparada con la tasa de inflación de 2014 (0,4%), aunque el cálculo de la misma haya variado, es notablemente alta.

No obstante la comparativa entre 1978 y 2014 aporta datos contundentes que, además de confirmar la negativa evolución, aportan un poco más de pesimismo al ya de por sí sombrío presente y negro futuro. Teniendo en consideración dos elementos esenciales como son la cuantía del salario base y el precio de unos cuantos productos los datos son elocuentes. El salario base que en 1978 era de 15000 pesetas, unos 90 euros, mal contados, en la actualidad es de 645 euros. Esto supone que ha aumentado 7,2 veces. ¿Parece mucho? Comparemos el precio de aquello que comprábamos en 1978. Una barra de pan 9 pesetas (0,054), ahora 0,55 de euros, se ha incrementado 10,2 veces. El litro de gasolina pasa de 24 pesetas (0,144 euros) a 1,3 euros, lo que supone 9 veces de incremento. El periódico que costaba 8 pesetas (0,048 euros) cuesta 1,2 euros, experimentando un aumento casi 25 veces su valor. El transporte pasa de 5 pesetas (0,03 euros) a 1,2 euros, que es 40 veces el valor anterior. Los números nos dicen que mientras el salario base se eleva 7 veces desde 1978, el precio de cada producto de consumo ha crecido 9, 10, 25 y 40 veces su valor.

Esta progresiva disminución del poder adquisitivo, que es ni más ni menos, la traducción de lo poco en que se valora el tiempo de vida dedicado al trabajo, se ha consolidado con la llegada del Euro. Lejos de frenar y reconducir al alza la capacidad adquisitiva de las personas trabajadoras el Euro sigue esquilmándola. Desde el 2000 al 2014 cada uno de los productos analizados han experimentado en sus precios subidas: el pan 1,8; el litro de gasolina 1,54; el periódico 1,33 o el transporte 1,48; veces su valor. Una verdadera cuesta empinada que sólo parece algo más pendiente cada Enero.

Rafael Fenoy Rico

 


Fuente: Rafael Fenoy Rico