El autor de “El parque de las hamacas” nos narra las luchas de los afectados por este plaguicida
El DBCP fue descubierto por Oppenheim en 1833 y fabricado comercialmente durante la década de los años cincuenta por las compañías transnacionales norteamericanas Dow Chemical Company, Occidental Chemical Company y Shell Oil Company. Una empresa del Estado de Israel, Dead Sea Bromine, también fabricó y comercializó el producto en la década de los setenta. Distribuido en todo el mundo, se le dio el nombre comercial de Fumazone y Nemagon.
El autor de “El parque de las hamacas” nos narra las luchas de los afectados por este plaguicida

El DBCP fue descubierto por Oppenheim en 1833 y fabricado comercialmente durante la década de los años cincuenta por las compañías transnacionales norteamericanas Dow Chemical Company, Occidental Chemical Company y Shell Oil Company. Una empresa del Estado de Israel, Dead Sea Bromine, también fabricó y comercializó el producto en la década de los setenta. Distribuido en todo el mundo, se le dio el nombre comercial de Fumazone y Nemagon.

Que el DBCP produce infertilidad, entre otras serias dolencias, no fue revelado públicamente hasta 1978, durante un juicio entablado y ganado por un trabajador estadounidense estéril contra la compañía productora Dow Chemical Company.

De 1968 a 1979, miles de trabajadores bananeros, en la zona atlántica y en la zona sur de Costa Rica, inyectaron en la tierra alrededor de las matas de banano millones de litros de DBCP para combatir los microscópicos gusanillos que viven en tierras cultivadas. Los trabajadores no usaban guantes, ropa protectora ni equipo de ninguna clase que les ayudara a evitar la absorción por medio de la piel o por inhalación. Y todos podemos comprender la dimensión de la tragedia : contaminación ambiental y humana al mismo tiempo.

A finales del siglo XIX, los bananos eran prácticamente desconocidos en los países del Norte, pero poco a poco fueron conquistando los estómagos de los consumidores y el comercio de esta fruta escaló posiciones. Muchos países se transformaron en fincas donde compañías como United Fruit (ahora Chiquita), Castle & Cooke (ahora Dole Food) o Del Monte obtendrían millones de racimos. La influencia de varias de estas empresas en algunos estados fue dramática, ejerciendo un dominio total. Sergio Ramírez indicaría en su libro “Balcanes y volcanes” que “desde 1911, el empresario norteamericano Sam Zemurray había iniciado en Centroamérica un imperio bananero que les valió a los países de la región el nombre genérico de República Bananera, pues no eran gobernados por sus dirigentes naturales, sino por las grandes compañías transnacionales norteamericanas. A cambio de una irrisoria transferencia tecnológica, éstas pasaban por encima de las leyes de las repúblicas centroamericanas, estableciendo sus propios estados con sus puertos, ciudades, almacenes, su comercio, su policía, su moneda, sus leyes, su flota mercante y cuando fue necesario su marina de guerra”.

Libros como “Mamita Yunai”, de Carlos Luís Fallas, o “Bananos”, de Emilio Quintana, sumergen al lector en las infrahumanas rutinas… “Así hasta la enfermedad de su mujer, que se quedó de abono en la finca, sin poderla sacar a curarse por falta de dinero y por falta de un carro para llegar a la línea del ferrocarril. El gringo dijo que las mulas y los carros eran para acarrear el banano y no para jalar enfermos”. Explica esto muy bien la realidad actual, cómo el capitalismo de Washington considera al resto del continente como una reserva humana y un granero exclusivo, sin derechos laborales ni sociales ; una propiedad a explotar.

A finales de los setenta se descubrió por casualidad que trabajadores estadounidenses de una tercera empresa que fabricaba este producto (Occidental Petroleum) tenían problemas graves de infertilidad. La noticia pasó a escándalo y en 1977 el DBCP fue prohibido parcialmente en Estados Unidos. Algunas empresas cesaron su producción pero vendieron el stock existente para ser utilizado en el extranjero. Dole Food Company y algunas de sus empresas cercanas siguieron empecinadas en seguir aplicando este compuesto en los países del Sur. En los noventa, más de 25.000 trabajadores afectados de más de 10 países introdujeron demandas en Estados Unidos contra seis transnacionales que, o bien fabricaron o bien usaron el DBCP.

Sin embargo, gracias a la pericia de los “prestigiosos” abogados de las multinacionales, los casos fueron desechados mediante una doctrina legal estadounidense denominada “foro no conveniente”, que determina que los juicios se deben llevar en el foro más apropiado o dicho de otra forma, los litigios se tienen que desarrollar en los países de los afectados. Esta doctrina también fue usada para repeler algunas demandas de los afectados por el accidente de Bhopal.

En 2004 una corte de Los Ángeles aceptaba tramitar por primera vez en la historia un caso de afectados extranjeros por el DBCP (concretamente nicaragüenses). El 7 de noviembre de 2007, Dole Food y Dow Chemical fueron condenadas a indemnizar a 6 obreros centroamericanos por un monto cercano a los tres millones de dólares. De hecho, afectados de Costa Rica, Guatemala, Panamá o Costa de Marfil estarían litigando en tribunales norteamericanos. La lucha de los trabajadores ha sido determinante. En Honduras están negociando con la transnacional Standard Fruit (Dole Food). En Costa Rica, la presión de los sindicatos bananeros y las fuertes manifestaciones acompañadas de corte de carreteras y represión policial derivaron en una serie de acuerdos e indemnizaciones con el gobierno. La contundencia de las huelgas fue tal que Orlando Barrantes, secretario del Consejo Nacional de Trabajadores Bananeros, fue juzgado por secuestro extorsivo a dos policías a los que supuestamente retuvo durante las movilizaciones. El caso fue considerado por muchos sectores como una farsa, que lo único que buscaba era criminalizar la protesta y acongojar al activismo. Tras una condena exagerada, el caso se paralizó y afortunadamente Barrantes sigue en la calle.

Nicaragua ha sido el estado donde la lucha obrera ha sido más decidida y fructífera. Sus acciones junto a las acaecidas en otros países han logrado que el caso trasvasara las fronteras. Los obreros han enfrentado los diversos intentos en derogar la ley aprobada en el año 2000. Dicho texto ha sido determinante y es la auténtica piedra en los zapatos de las empresas. Los afectados de Nicaragua han repetido varias veces en estos últimos años, una marcha que recorría los 140 Km. que separan Managua de sus casas ubicadas en Chinandega. Una vez en la capital acampaban en los jardines situados frente a la Asamblea Nacional. Allí colgaban sus hamacas, montaban sus cabañas de plástico y esperaban a que la presión se transmitiera a los gobernantes forzando así algún tipo de negociación. Aparte de defender la ley mencionada antes, han logrado acuerdos en materia de sanidad, trabajo, vivienda, pensiones, etc. Hoy en día se está a la espera de que se lleven a término.

Grito a la esperanza

En mi libro “El parque de las hamacas” se pretende que este drama no quede traspapelado en la historia. A través de la sucesión y el goteo de diversos hechos y acontecimientos se busca también que el lector se cuestione los diversos engranajes del actual sistema productivo y económico. Por el contrario, “El parque de las hamacas” es también un grito a la esperanza. El trabajo de obreros y abogados ha logrado que a esta historia le llegue la primavera. Otros colectivos y organizaciones tienen en la lucha de los afectados del DBCP una bocanada de aire fresco y también, por qué no, un manual de lucha con lo positivo y también con las muchas contradicciones que han existido.

“El parque de las hamacas” refleja la evolución de unos pueblos que en algunos casos ya han dejado claro que no quieren seguir siendo el patio trasero de nadie. En el siglo pasado las empresas se establecieron en algunos países del Sur y determinaron funestamente su futuro. Hoy, varias décadas después, han sido los trabajadores los que han establecido sus demandas en los países de las compañías y están exigiendo justicia. La evolución es evidente. Afortunadamente.


Fuente: Texto : Vicent Boix. Fotos : Nuevo Diario / Piet Den Blanken