Artículo publicado en Rojo y Negro nº 391, julio-agosto 2024

Sea del sector que sea, una gran multinacional afincada en una ciudad, con una contexto histórico labrado y cuyo impacto mediático, laboral y económico haya sido muy potente, se habrá dedicado en las últimas décadas a proyectar una gran imagen de sí misma y, por supuesto, se habrá esforzado en instaurar en la ciudadanía de la localidad donde está implantada una dependencia hacia ella augurando un futuro negro para la población cercana en caso de que un día la multinacional decidiera marcharse del lugar. Esto es, precisamente, lo que lleva haciendo Renault durante más de 50 años en Valladolid y Palencia. Siempre hemos tenido claro que no es fácil la postura de CGT dentro de una empresa así.

No es casualidad que se instalaran dos fábricas constructoras de vehículos y del mismo grupo a una distancia de apenas 40 kilómetros entre ellas y en dos ciudades de un tamaño medio o pequeño y de economía rural. Se dio el primer paso, la instalación de la multinacional primero en una ciudad mediana y, después, la apertura de una segunda en una ciudad pequeña próxima (en ambas con terrenos mediorregalados) generando dependencia de ella no solo a nivel provincial, sino también regional. Corría el año de 1953 cuando salieron de Valladolid los primeros automóviles de la marca Renault y en 1977 se construyó la factoría de Villamuriel de Cerrato (Palencia).
El segundo paso que pondrían en marcha sería el de generar admiración, y hasta envidia, entre la ciudadanía de quienes allí trabajaban. Este paso, aunque muy sencillo, no es barato, por lo menos en su momento no lo fue (aunque después les saliera casi regalado a base de subvenciones), has de llegar a unos lugares como Valladolid y Palencia donde, en aquellos días, no existían multinacionales de este tipo y donde mucha gente trabajaba o bien en el campo o bien en la construcción. Los pasos, como ya hemos dicho antes, son muy sencillos, te instalas en un lugar que cumpla dichos requisitos, contratas a mucha gente que viene de aquellos sectores (y otros) de trabajo y prácticamente les triplicas el sueldo de un día para otro con la posibilidad de hacer un pico más de dinero a base de horas extras y festivos bien pagados. Admiración por parte de la plantilla conseguida y, ya de paso, una enorme cola de gente deseando entrar y dispuesta a lo que sea para conseguirlo. El plan marcha sobre ruedas, no es distinto al de otras compañías.
Una vez que la multinacional arranca y ya tienes a la plantilla contenta y a la ciudadanía admirando a la empresa y envidiando a la plantilla, viene el trabajo de afianzar esa visión de la marca y de la empresa. Unos cuantos convenios con conquistas de derechos y subidas salariales dignas (conseguidos por una lucha obrera ejemplar) es el escenario perfecto para ello. En pocos años, el obrero del campo castellano o de la obra ha pasado de deslomarse 12 o 14 horas bajo la lluvia, el frío o el sol de justicia por cuatro duros y llegar a malpagar una pequeña casa en su pueblo a trabajar 8 horas bajo techo, con un sueldo que triplicaba a lo que ganaba anteriormente y que le permitía tener un piso en la capital y una casa en el campo o un apartamento en la playa. Sin olvidarnos de la política social, un magnífico complejo llamado “GRUPO EMPRESA” en el que, por muy poco dinero, el fasero de turno y toda su familia podrían disfrutar de un espectacular complejo deportivo con piscinas… ¿qué más podían desear?
El plan va a la perfección, pero para cerrar el círculo queda lo más importante: que esa plantilla que lleva años en la fábrica, que tiene unas condiciones sociales y laborales que no habría imaginado ni en sueños, con toda la razón y la lógica del mundo, haga ver a sus hijos que lo mejor que pueden hacer en la vida es entrar a trabajar en la fábrica, algo que, evidentemente, los hijos ven como lo más normal del mundo (mucha gente aún sigue queriendo entrar a trabajar en “la FASA”) y lo aceptan de buen grado, deseando en la inmensa mayoría de casos que ese día llegue cuanto antes. Y a base de contactos, de encargados, de jefecillos y de “sindicatos”, poco a poco, las naves de Renault se fueron llenando de hijos e hijas de aquellos que un día levantaron todo aquello y pusieron a la FASA, y a las ciudades donde está ubicada, en el mapa.
Una vez conseguido esto, una vez que tienes a varias generaciones, tanto de trabajadores como de ciudadanos, asumiendo que esta fábrica es el mejor lugar del mundo en el que podrías trabajar y de años y años alimentando y haciendo crecer el sindicalismo institucional de los sindicatos mayoritarios que, de ahora en adelante, pasarán por caja cuando la empresa les necesite para poder saldar sus deudas, es cuando el capitalismo empieza a hacer de las suyas. Con la complicidad de esos sindicatos y con la ayuda de las instituciones inyectando decenas de millones de euros en forma de subvenciones a fondo perdido, la multinacional, que hasta ahora se ha labrado una imagen impoluta, empieza a sacar rendimiento de su plan: despidos masivos (camuflados como prejubilaciones, pero que suponen la pérdida de miles de puestos de trabajo), aumento sistemático de ritmos de trabajo, eliminación de los días D y aparición de la bolsa de horas (trabajar sábados obligados y gratis), eliminación del plus de antigüedad, implantación de las categorías de entrada, cierre del economato, congelaciones salariales durante varios años, contrataciones en fraude de ley… En definitiva, un compendio de recortes en los últimos 20/25 años (coincidiendo con la compra total de la compañía por parte de Renault en el año 2000) que serían completamente inaplicables en cualquier otro centro de trabajo del mundo a no ser de que algunos sindicatos se hubieran encargado de allanar el terreno para ello, como es el caso.
Con lo que no contaba Renault en sus planes es que, tanto antes como ahora, iba a tener un grano en el culo dispuesto a desenmascarar y decir todas las verdades sobre la multinacional. Ese grano en el culo es CGT. Renault no contaba con que CGT apareciera en Renault y mucho menos contaba con que cada día se hiciera más fuerte, con más repercusión, y se ganara cada vez más el respeto de la plantilla. Renault no contaba con tener una organización que, convenio tras convenio, le pusiera los puntos sobres las íes, que ERTE tras ERTE sacara las subvenciones recibidas y los beneficios obtenidos para decir NO FIRMO, que estuviera dispuesta a convocar una huelga indefinida los sábados contra la eliminación del turno de noche, que llevara a los tribunales (y ganara) la discriminación hacia la mujer existente en su contratación, que denunciara (y de nuevo ganara en muchos casos) el fraude de ley existente en muchos contratos, que se recorriera todos los barrios y pueblos de Valladolid dejando claro a la ciudadanía lo que la dirección de Renault pretende hacer con Carrocerías… en definitiva, no contaba con que CGT estuviéramos en todo momento al pie del cañón para denunciar todas las injusticias existentes en Renault y, sobre todo, para dejar bien claro a la ciudadanía que en esta multinacional ya no es oro todo lo que reluce.
Pero sí, señoros de Renault, aquí está la CGT y seguirá estando, le joda a quien le joda. La CGT seguirá denunciando a diario cualquier situación que afecte de manera negativa a la plantilla de Renault porque es nuestra obligación como anarcosindicalistas, porque para nosotras y nosotros no existe otro camino que el de la lucha por los derechos de la clase obrera y porque, sea en Renault o en cualquier otra empresa del mundo, no vamos a parar de pelear por conseguir ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones, ese que está creciendo a cada instante y que está muy alejando del capitalismo que representáis en Renault y que pretendéis seguir instaurando.

Sección Sindical de CGT Renault


Fuente: Rojo y Negro