Artículo sobre las pensiones de Rafael Fenoy
Cuando de pensiones se trata nuestra lengua orienta dos significados claros que, aunque puedan parecer chocantes, manan de un mismo significado. Su raíz latina pensĭo, -ōnis, llama al cuidado. En el ámbito hostelero pensión es una casa donde se reciben huéspedes, donde pueden obtener cobijo. Establecimientos, que a pesar de su limpieza y buen trato, son “baratos”. Y ese cuidado “barato”, se relaciona también con la cuantía de muchas pagas que reciben las personas pensionistas.
Cuando de pensiones se trata nuestra lengua orienta dos significados claros que, aunque puedan parecer chocantes, manan de un mismo significado. Su raíz latina pensĭo, -ōnis, llama al cuidado. En el ámbito hostelero pensión es una casa donde se reciben huéspedes, donde pueden obtener cobijo. Establecimientos, que a pesar de su limpieza y buen trato, son “baratos”. Y ese cuidado “barato”, se relaciona también con la cuantía de muchas pagas que reciben las personas pensionistas. El diccionario las define como “Cantidad periódica, temporal o vitalicia, que la seguridad social paga por razón de jubilación, viudedad, orfandad o incapacidad.” O aquella otra acepción “Auxilio pecuniario que bajo ciertas condiciones se concede para estimular o ampliar estudios o conocimientos científicos, artísticos o literarios”. En Méjico, curiosamente, pensión se relaciona con un “Establecimiento en que se pueden estacionar automóviles mediante un pago mensual”.
Desde la década de los 50 España tiene un sistema de pensiones, o pagas por razón de jubilación, viudedad, orfandad o incapacidad, que viene funcionando a trompicones y del que desde hace años se viene discutiendo sobre su supervivencia. Dos factores fundamentales afectan al futuro de las pensiones: Por un lado, el número, en aumento, de personas a las que pagar, consecuencia de la mayor esperanza de vida y el incremento de población experimentado en España desde 1970, y por otro, el número de personas que cotizan (porque trabajan) a la caja de pensiones, que no crece en proporción al anterior factor ya que aumenta el desempleo estructural. Muy recientemente el Catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull, Santiago Niño Becerra, hace un análisis lúcido de este asunto.
Es preocupante, ¡claro está!, para quienes observan el devenir, asumiendo que debe modificarse el sistema actual, ajustándose a las reglas del mercado. Y es evidente que quienes conocen “los mercados”, saben que estos no tienen reglas. Mejor dicho, sólo una, “obtener el mayor beneficio privado y socializar las pérdidas, las deudas, haciéndolas públicas”. Con esta única regla, estamos más que ……, estamos listos. Porque nunca, en su insaciable avaricia, quienes tienen tanto dinero y poder, estarán suficientemente hartos para dejar las migajas necesarias en el cesto de las pensiones y en la de los servicios sociales públicos. Como los “expertos” lo saben, están muy, pero que muy preocupados. El Gobierno del PP, desde que ha llegado al poder, ha rebañado de la caja de las pensiones, nada más y nada menos que, 15.000 millones de euros (dos billones y medios de las antiguas pesetas). Y ello argumentando que es para “pagar las pagas extras de las pensiones”.
Mire usted por dónde, la ciudadanía elige a sus gobernantes, no para que arruinen la caja común, sino para que se coman el coco y hagan dinero, recojan de donde está y completen lo que haya de menester. Meter la mano en el cajón de las cuentas públicas no es una opción. Si no saben cómo hacerlo, de otra manera, que se vayan y los que se presenten, para cobrar como gobernantes, que traigan soluciones, no problemas. Porque de problemas las gentes están hartas. Y es que para cuidar hace falta inteligencia.
Rafael Fenoy Rico
Fuente: Rafael Fenoy Rico