El 11 de mayo pasado, fallecieron cuatro trabajadores de los astilleros Navantia de Ferrol, a consecuencia de una fuga de gas asfixiante en el tanque de una fragata militar en construcción. Tres de los fallecidos, Eduardo González, Juan Carlos del Real y José Luis Veiga, perdieron la vida al intentar entrar en el depósito para rescatar a su compañera, Ana Paz Vilariño. Las cuatro víctimas del accidente laboral eran trabajadores de dos empresas auxiliares contratadas por el astillero.
Último editorial (16.05.2005) del semanario anarquista «La Campana» (Pontevedra) sobre la muerte de cuatro trabajadores en Ferrol el pasado 11 de mayo.
El 11 de mayo pasado, fallecieron cuatro trabajadores de los astilleros Navantia de Ferrol, a consecuencia de una fuga de gas asfixiante en el tanque de una fragata militar en construcción. Tres de los fallecidos, Eduardo González, Juan Carlos del Real y José Luis Veiga, perdieron la vida al intentar entrar en el depósito para rescatar a su compañera, Ana Paz Vilariño. Las cuatro víctimas del accidente laboral eran trabajadores de dos empresas auxiliares contratadas por el astillero.
La magnitud de esta inexorable, calculada, negociada, prevista y fabricada sangría -de la que el suceso de Ferrol resulta un dramático episodio- apenas resulta imaginable. En España se producen cuatro o cinco muertes por cada día laboral (946 en 2004), decenas de trabajadores mutilados gravemente en cada jornada (10.549 en 2004, más de 40 por cada día laboral) y decenas de miles de personas están amenazadas directamente de enfermedades profesionales evitables.
¿Cómo se fabrica tanta muerte y desolación ?
La secuencia de los hechos ocurridos en Ferrol es reveladora de la catástrofe homicida que afecta a nuestro país como consecuencia de la funesta primacía del beneficio económico sobre la vida, la salud y el respeto debido al trabajo.
La tragedia del 11 de mayo tuvo lugar en la fragata en construcción Roald Amudsen, nada más comenzar la jornada de mañana. La trabajadora Ana Paz de la subcontrata Mainfer recibió la orden de limpiar un tanque de dos metros de profundidad e introducirse en su interior por el acceso disponible, una escotilla situada en la parte superior. En ese tanque, el día anterior, se había soldado una tubería usando argón licuado. La segunda trabajadora en entrar en el tanque iba a ser otra empleada de Mainfer, Elisa. Nada más asomarse a la boca del tanque observó el cuerpo tendido de Ana y, nerviosa, empezó a gritar pidiendo auxilio. Eduardo y Juan Carlos, dedicados a la misma tarea por cuenta de la misma contrata, corrieron hacia el tanque e intentaron socorrer a Ana, pero nada más bajar por la escalerilla, en pocos segundos, perdieron la consciencia y perecieron. Lo mismo le ocurrió a la cuarta víctima, José Luis Veiga, soldador de Tecnimo que estaba cerca e intentó ayudar a sus compañeros. Un quinto trabajador se salvó cuando, a punto de entrar en el tanque, un encargado de obra, sospechando lo que ocurría en el interior, le agarró y le conminó a esperar los servicios especializados.
Toda empresa constructora de buques, como Navantia, o de mantenimiento, como Mainfer, conocen que, en caso de escape en un contenedor, el argón licuado se evapora muy rápidamente provocando supersaturación del aire con grave peligro de asfixia. Cuando esto ocurre en un recinto cerrado y a bajas concentraciones de oxígeno, la pérdida de consciencia y la muerte a quien acceda al interior pueden ocurrir en segundos, sin ninguna advertencia. Más aún, el acceso a este tipo de tanques está sujeta a una normativa de seguridad, según la cual a su entrada, debe existir un documento en el que conste que se realizó una medición para comprobar si existen restos de gas, lo que sirve para dar la orden de entrada en el recinto. Sin embargo, en esta ocasión, todo indica que no se hizo así.
A la vista de los hechos no tardarán quienes pretendan despachar el asunto como una cuestión de negligencia culpable o fatídico error humano. Sin embargo, los trabajadores debemos estar precavidos frente a ese interesado reduccionismo, pues sabemos que lo ocurrido en Ferrol es una simple repetición de cientos de sucesos similares, que al final acaban por colmar la carreta de muertos. Hay que tener en cuenta que en la España de hoy, capitalista e industrialmente progresada, mezquina en su culto a la codicia y el dinero, la Normativa de Seguridad e Higiene laboral vigente no ha llegado nunca a ser el mecanismo de prevención de siniestros laborales y daños a la salud en el trabajo que defienden sus promotores, sino más bien una lamentable excusa para negar la fatal provocación de accidentes laborales y enfermedades profesionales evitables que sigue al modelo actual de organización del trabajo industrial y de relaciones laborales, basado en la precariedad y explotación más funestas.
Dolidos por la muerte de nuestros compañeros, hartos de que tanto cálculo económico acabe siempre en llanto para los mismos, nuestra preocupación de trabajadores es detener cuanto antes este atroz goteo de muertes, esta sangría.
Y no ignoramos que ha de hacerse para lograrlo : atacar al verdadero agente homicida, disponiéndonos colectivamente a sustituir el principio que rige la organización del trabajo bajo el capitalismo -el beneficio privado- por el principio inexcusable del respeto a la vida humana y la salud de los trabajadores. Solo ese día se romperá la fatal cadena. El día en que nos dispongamos a acabar con la precariedad laboral, con la contratación temporal abusiva y con el régimen de subcontratas y externalizaciones, basado en el ahorro de costes y la exaltación de la competitividad empresarial. El día en que afeemos la conducta de los sindicatos CC.OO, UGT, CIG y USO, que el 13 de mayo acordaron ofrecer como toda respuesta a la masacre un paro en la comarca de dos horas -aunque también paros en Navantia, que durarán hasta el día 16- y la garantía a la empresa y al delegado del gobierno de que, tal como estaba previsto, el próximo 25 de mayo se procederá a la prevista botadura de la fragata-tumba.
Hasta que no nos dispongamos a hacer todas estas cosas, la agresión mortífera del capitalismo y sus valedores contra los trabajadores no terminará.
Par : La Campana