La actualidad de este país nos ofrece un excelente panorama para constatar esa multiplicidad de puntos de vista, cada uno bajo el suyo propio, que favorece la explicación adecuada de la realidad. Eso sí, por mucho que nos empeñemos, por mucho que nos hayamos dado cuenta de que la diversidad es, no un complemento, sino el objeto de las relaciones humanas, como digo aun sabiendo esto, no acabamos de salir de esa dualidad básica amigo-enemigo tan relacionada con el eficaz juego que ha desempeñado, y todavía ejerce, el poder a lo largo del tiempo.
Es a través de la impregnación de este servilismo educacional, tan sutil, por otra parte, cuando nos comportamos como ignorantes marionetas manejadas por los poderes establecidos.
Es a través de la impregnación de este servilismo educacional, tan sutil, por otra parte, cuando nos comportamos como ignorantes marionetas manejadas por los poderes establecidos.
Dicho esto, y trasladando la actualidad de este país, no a una magnitud económica –ya que es evidente que somos una economía intervenida, puesto que tanto durante la última legislatura socialista como en la actual populista, los gobernantes tienen que llevar los deberes de casa resueltos ante las financieras internacionales para que les califiquen y les organicen los recortes sociales-; no, no me refiero a lo que no tenemos acceso resolutivo directo, me refiero a la actualidad interna. A esa actualidad a la que sí tienen vía directa los poderes específicos e institucionalizados, por otra parte heredados y apoyados desde la doctrina maniquea antes citada. Me refiero a la coyuntura que nos transmitió el monarca en su discurso navideño donde nos advirtió que la justicia “es igual para todos”, lo mismo que el actual presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.
Resulta evidente que en cualquier momento de la Historia, tanto los individuos como los colectivos, por ende las instituciones, sólo están capacitados para asumir o innovar un número limitado de rutas alternativas para actuar de forma concertada, eso sí, siempre que éstas encajen dentro de sus capacidades materiales y de sus parámetros culturales. Como es el caso del poder en este país. Por lo que no puede sorprendernos que la Casa Real conociese en el año 2006 que el duque de Palma estaba negociando con gente “poco recomendable” y no denunciase estos hechos a la justicia, o que la notoriedad del sistema jurídico de este país pase por el encausamiento de su juez estrella, ni más ni menos que por prevaricación, cohecho e intervenir las comunicaciones imputado-abogado. Y no deben sorprendernos estos hechos, ya que los poderes establecidos que conocemos -puestos en duda por muchos más de los que ellos se piensan- al relacionarse tan sólo con sus iguales transporta por sus venas la hemofilia de su cruzamiento en las altas cumbres, huyendo de la pluralidad y de la diversidad, por consiguiente, avanzando solamente a través de la ignorancia y la arrogancia de la que, por otra parte, nunca se ha desprendido. Y eso, como dicen, que la justicia es igual para todos.
Lo que hasta aquí se ha relatado no tiene más pretensión que poner en duda la independencia del poder judicial y la utilidad monárquica. Si vivimos en un país intervenido económicamente, pese a lo que diga el anterior presidente del gobierno, el único lugar donde los poderes interiores pueden ejercer, es de Perogrullo, pero hay que decirlo, es dentro del propio país. En este caso, tanto monarquía como judicatura, nunca han perdido la manija del poder, y, por su propia naturaleza, pueden decidir su propio destino, además no están obligados a entablar una vasta confrontación de ideas, y aquí me refiero a la diversidad antes mencionada, de donde podrían desprenderse las “líneas de fuerza de un consenso cuyo lugar, en rigor, puede ocupar la defensa de los intereses establecidos y de las posiciones adquiridas”, como dijo Claude Julien en el artículo “Derrotisme”.
Hasta aquí la actualidad que el poder ejerce, pero no tan sólo los dos personajes antes mencionados dicen que la justicia es igual para todos, y por lo que veremos menos si los hechos pertenecen al pasado. La Constitución de 1978 señala, en su artículo 14 que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Son derechos fundamentales, y son fundamentales porque, según dice la Carta Magna, son innatos, inseparables de la persona, irrenunciables y absolutos. Y desde el punto de vista de la Constitución, se caracterizan por poder ser invocados directamente por los ciudadanos, sin necesidad de ser desarrollados por otra ley, es decir vinculan a todos los poderes públicos, por su sola existencia constitucional. Se caracterizan además, porque ante su vulneración, los ciudadanos, pueden recurrir ante los Órganos Jurisdiccionales Ordinarios (Juzgados y Tribunales Ordinarios, entendiéndose por ordinarios, los distintos al Tribunal Constitucional), mediante un procedimiento preferente y sumario (Artículo 53.2 CE), y en su caso por el Recurso de Amparo, ante el Tribunal Constitucional (Artículo 53. 2 CE).
Ya hemos hablado del juez estrella, claro todo el mundo habla del juez estrella, pero ¿quién habla de las víctimas del franquismo? Según los artículos antes citados –aunque es de suponer que como la redacción de la actual Constitución fue posterior al franquismo, no se podrá acudir a ningún Tribunal jurídico, porque no existían estos delitos-: ¿Dónde podemos acudir los familiares de los asesinados por el franquismo para que se esclarezcan los hechos de una vez por todas? ¿Qué órgano es competente para juzgarlo?
Justificar la Transición, abogar por la prescripción de los delitos, fundamentar la causa bajo el paraguas de la inexistencia legislativa de los crímenes de lesa humanidad, afirmar que la Ley de Amnistía de 1977 fue necesaria para la democracia, equiparar la violencia de los oprimidos con la violencia de los opresores, estas son alguna de las conclusiones a las que ha llegado el Tribunal Supremo respecto al intento de juzgar el franquismo. Ahora bien, según esto: ¿Dónde reside la independencia del poder judicial, si, después de casi cuarenta años de democracia no se atreve o no quiere saber nada del pasado, justificando su no intervención de esta forma? A caso, ¿no es la justicia igual para todas las víctimas, dando igual cuando se produzca su ejecución? Como dice la ironía popular “ante la realidad unos son más iguales que otros”.
O los poderes establecidos en este país caminan en la dirección que la sociedad le demanda, o de nuevo, el país sufrirá un parón, un retroceso similar al que ya padeció bajo el franquismo. Como vemos la justicia no es igual para todos, pese a que nuestros gobernantes no paren de repetírnoslo.
En memoria de las víctimas del franquismo y para que los poderes establecidos no se olviden:
“Aquellos que se han muerto no se han ido nunca/Están en la sombra que alumbra/Y en la sombra que se espesa,/Los muertos no están bajo la tierra,/Están en el árbol que se estremece,/están en el bosque que gime,/Están en el agua que corre,/Están en el agua que duerme,/Están en la cabaña, están en la multitud/Los muertos no están muertos” SOPLOS (Birago Diop)
Julián Zubieta Martínez
Fuente: Julián Zubieta Martínez