Ésta es una crónica concebida desde Argelia, pero escrita dos meses después. El día a día, la vuelta al trabajo asalariado, ha dejado en el trastero esa última crónica de 15 intensos días de vivencias argelinas. Pero me es imposible dejar en el tintero la esperanza más sólida de transformación que tiene la sociedad argelina : el sindicalismo autónomo.

Ésta es una crónica concebida desde Argelia, pero escrita dos meses después. El día a día, la vuelta al trabajo asalariado, ha dejado en el trastero esa última crónica de 15 intensos días de vivencias argelinas. Pero me es imposible dejar en el tintero la esperanza más sólida de transformación que tiene la sociedad argelina : el sindicalismo autónomo.

Desde una visión anarcosindicalista, es importante comprobar que es el sindicalismo autónomo argelino la punta de lanza de cualquier transformación social en Argelia, que es el referente principal de oposición a la dictadura. Los partidos políticos o están acoplados al poder o están totalmente marginados y excluidos, sin capacidad de respuesta. El tejido asociativo está masivamente controlado por el poder y las pocas excepciones sufren un acoso continuo y una prohibición casi total de sus actividades. Incluso el importante movimiento ciudadano de la Kabilia atraviesa una difícil situación ante la impunidad del poder, la represión, la traición de algunos de sus dirigentes y el aislamiento conseguido por el régimen con respecto a otras regiones de Argelia.

En el sindicalismo autónomo se reagrupan muchos militantes conscientes de que en ese terreno está la posibilidad más clara de crear un movimientito que no esté controlado por el poder, que tenga capacidad de enfrentarse a él y de poder defender, de una manera autónoma, los intereses de los trabajadores y de la población en general.

Surgidos al calor de las movilizaciones populares de finales de los 80, los sindicatos autónomos rompieron el monopolio sindical de las UGTA, apéndice del poder, y se implantaron en los diferentes sectores de la administración pública, en muchos de los cuales la UGTA es hoy un sindicato residual. Es a partir de la defensa de los intereses concretos de los trabajadores, cómo han conseguido una importante implantación y una cierta capacidad de respuesta ante el gobierno, cómo se ha demostrado, por ejemplo, con el seguimiento masivo (más del 90%) de la huelga en la enseñanza pública con cerca de 50.000 profesores en huelga.

Pero queda mucho camino por recorrer. El régimen argelino es una dictadura basada en un aparato represivo omnipresente, con un control social hasta el último rincón del país, donde todas las instituciones están sometidas al poder real e invisible de los “generales”, donde no puede existir ninguna estructura que no esté sometida al régimen existente. Y tiene muy claro que su enemigo más importante es el sindicalismo autónomo contra el que desarrolla todo tipo de técnicas de destrucción o de paralización.

Por un lado, está la técnica tradicional de cualquier dictadura : la represión (detención y enjuiciamiento de militantes, despidos, destierros, cierre de locales, prohibición de manifestaciones, etc.). Por otro, está el desarrollo y la concreción de la vieja técnica de “divide y vencerás” que se concreta en la “clonación” de los sindicatos autónomos. Es muy sencillo : se potencia una disidencia dentro del sindicato (sea a través de la corrupción o compra de militantes, del chantaje, de la infiltración de agentes o utilizando los personalismos y las luchas de poder internas) que lleva a crear otro sindicato, con el mismo nombre o parecido. Este sindicato bis es inmediatamente reconocido y se crea una duplicidad que confunde a la afiliación y que desvía al sindicato de sus objetivos.

La instrumentalización de la violencia islamista ha permitido a la dictadura justificarse y, lo que es más importante, mantener hasta hoy un estado de no derecho, un estado de excepción que le da la potestad de prohibir, en cualquier momento, cualquier actividad con la disculpa del “terrorismo”. Es revelador cómo se potencia la islamización de la sociedad, con la presencia islamista en la coalición gubernamental, con proyectos faraónicos de una gran mezquita en honor a Bouteflika, con la financiación de las asociaciones musulmanas, mientras se sigue manipulando la violencia islamista para justificar el estado de excepción todavía en vigor.

Y es en este contexto terriblemente difícil cómo el sindicalismo autónomo se mantiene como única estructura organizada con influencia en la sociedad y de oposición a una situación dramática de deterioro creciente de las condiciones de vida y de los salarios de los trabajadores argelinos. Y se mantiene dando pasos adelante como es la Casa de los Sindicatos. “La Maison des syndicats”, en el barrio popular La Glacière de Argel, es un espacio libre, abierto a los trabajadores y a las asociaciones, sin tener que pedir el permiso del estado. Y ese espacio simboliza y expresa el sentido profundo del sindicalismo autónomo argelino : un sindicalismo que escapa al control de la DRS (Departamento de Información y Seguridad, antigua seguridad militar), el poder real existente en Argelia. Y esto es ya una victoria.

Uno de los días que visité la Maison, viví otro fenómeno aparecido en Argelia a principios de los años 2000, las revueltas. Violentas sublevaciones populares que sacuden periódicamente tanto las grandes ciudades como las pequeñas aldeas por todos los motivos posibles vinculados al “malvivir”. En este caso, no fue tan grave. En el barrio había una revuelta exigiendo un nuevo acceso al barrio y alguien del sindicato había grabado en video la manifestación. La gente pensó que podíamos ser policías y al salir del sindicato nos rodearon. Costó explicar las cosas pero al final se arreglaron. Pero vivimos de cerca la violencia que late en la sociedad argelina.

En medio de esta compleja realidad, el sindicalismo autónomo argelino es la esperanza de futuro pero tiene que superar importantes contradicciones.

La primera de ellas es el corporativismo, la falta de confianza, la falta de solidez de unas relaciones que deberían ser mucho más fraternales entre los distintos sindicatos. El SNAPAP plantea crear una confederación, el CNAPEST plantea que hay que avanzar hacia la Confederación General del Trabajo de Argelia, pero la realidad es que el organismo de coordinación existente, la Intersindical Autónoma de la Función Pública (IAFP) funciona coyunturalmente y en momentos importantes como la huelga de la enseñanza, no existe una coordinación real y efectiva entre los sindicatos que están en la IAFP. Si ponemos el ejemplo del profesorado de secundaria, nos encontramos por un lado, al CNAPEST, sindicato mayoritario del profesorado de secundaria, que ha sufrido todo tipo de amenazas y presiones en la ultima huelga de la enseñanza, por otro al CLA, mas un movimiento que un sindicato, minoritario pero con una posición muy clara e influyente de defensa de la escuela publica para terminar con el SNAPEST cuya inclusión en las negociaciones con el ministerio, siendo un sindicato recién creado y sin apenas base, muestra su vinculación con el poder y su función de crear confusión entre los enseñantes. Y digo esto con cariño y respeto a alguno de sus militantes.

Otro reto fundamental al que se enfrenta el sindicalismo autónomo argelino, es implantarse en los sectores productivos, en los que se mantiene el monopolio de la UGTA o la ausencia total de sindicalismo. Luchas como la de Yacine Zaid contra la multinacional Compass o la de Meryem Mehdí contra British Gas, han puesto al descubierto el “infierno” que sufren los trabajadores argelinos en la zona petrolífera de Hassi Messaoud. La creación del comité de solidaridad con los trabajadores argelinos, especialmente en el sur, la implicación del sindicalismo autónomo en estas luchas y la existencia de un espacio como la “maison des syndicats” (que ha servido de refugio a Meryem Medí en su huelga de hambre y de espacio de coordinación de luchas, como las del profesorado interino) han abierto las posibilidades de trabajo en este sector.

Otra apuesta importante del sindicalismo autónomo argelino es la incorporación y la participación de la mujer y de la juventud. El importantísimo trabajo que ha realizado el Comité de mujeres del SNAPAP en la creación del comité de solidaridad con los trabajadores argelinos, su implicación en apoyo a la lucha de Meryem Mehdí, el desarrollo de planes de formación, es un ejemplo incluso para el sindicalismos europeo donde, a veces, la implicación de la mujer en responsabilidades sindicales es muy minoritaria. También se comienza a dar pasos en el trabajo entre los jóvenes, en el apoyo al incipiente movimiento asociativo que aborda el tema de los “harragas”, de la emigración clandestina, que afecta fundamentalmente a los jóvenes. Otra apuesta más que el sindicalismo autónomo pretende abordar.

En definitiva, la experiencia sindical argelina merece un seguimiento y una implicación solidaria. La “Maison des syndicats”, como un espacio no sometido a control estatal, necesita de un apoyo decidido, en cuanto que representa ese espacio común y abierto que signifique un eslabón más en la creación de una confederación de los sindicatos autónomos argelinos. La participación y el impulso del Comité Internacional de Solidaridad con el sindicalismo autónomo argelino (CISA) es también un mecanismo fundamental para dar una expresión real a ese seguimiento e implicación con el movimiento sindical argelino.

En estas dos realidades concretas puede hoy expresarse el apoyo mutuo entre el sindicalismo revolucionario europeo y el sindicalismo autónomo argelino.

Agustín Gómez

afiliado al Sindicato de OO.VV. de Cádiz (Andalucía) de la CGT (estado español)