Desde la redacción de RyN os ofrecemos un resumen de la crónica de nuestros enviados al evento para la edición digital del periódico. En el próximo número de Rojo y Negro podremos leer la crónica íntegra, una entrevista a Aristides Pedraza -organizador del evento-, ver fotos del Encuentro y otros extras.


Saint Imier, igual que Suiza, está franqueada por montañas verticales. Fue lo primero que percibí cuando al cruzar la frontera con Francia me sobrevino la idea de estar recorriendo el mismo camino que en su día realizase Mijail Bakunin, allá por el año 1872. Entonces, las palmas de las manos de los internacionalistas eran duras, y contenían en su esencia la rudeza y la sutilidad intelectual del trabajador que aspiraba a entregar vida y espíritu por la anarquía.

Saint Imier, igual que Suiza, está franqueada por montañas verticales. Fue lo primero que percibí cuando al cruzar la frontera con Francia me sobrevino la idea de estar recorriendo el mismo camino que en su día realizase Mijail Bakunin, allá por el año 1872. Entonces, las palmas de las manos de los internacionalistas eran duras, y contenían en su esencia la rudeza y la sutilidad intelectual del trabajador que aspiraba a entregar vida y espíritu por la anarquía.

Y fue con esa atmósfera que comenzó el encuentro. Ya en el pueblo -pequeño como el pueblo de cada uno de nosotros-, las casas característicamente suizas, el tráfico casi ausente y las calles menudas, no dejaban lugar a dudas, uno se hallaba en un sitio tan extraño como acogedor. 

El primer lugar, voluntariamente obligatorio, punto de encuentro de los libertarios, fue el Espace Noir. Bar anarquista que constaba de una biblioteca, sala de actuaciones para diferentes eventos, y el propio bar, con su, añorada aquí por algunos, sala de fumadores. Una bandera rojinegra de notable tamaño presidía una de las paredes, mientras en las mesas se discutía, se leía, se reflexionaba al calor de una cerveza fría, o se trabajaba. Por una puerta trasera, se salía a un espacio abierto con unas pequeñas gradas de unos 5 escalones en el que se concentraba la gente para tomar el aire, hacer asambleas, comer o incluso cantar. Este fue el lugar de pivotaje. El Espace Noir se convirtió en la sede central del evento. 

Para facilitar la movilidad, la relación del pueblo con la zona de acampada, se habilitó a los asistentes un funicular, que viajaba en unos 3 minutos desde el pueblo a las tiendas y viceversa. La asistencia desbordó las expectativas. Miles de asistentes se debatían entre dormir en hoteles cercanos o en el camping, el cual tuvo que ser ampliado por esta avalancha libertaria que no quiso perderse este Encuentro poco menos que histórico.

Contando con el Espace Noir, se puso a disposición de los asistentes 8 salas o espacios en los que se ofrecían las diferentes conferencias. Pero también hubieron otras muy variadas actividades tales como talleres de defensa personal, mesas redondas, feria del libro, conciertos, cine, etc, etc, etc. 

En el meeting de apertura, al medio día del 8 de agosto, en la “Grande salle de spectacle”, se congregó una ingente cantidad de personas. En la sala, 3 ponentes, M. Nemitz, R. Berthier y H. Hernandez. Traductores simultáneos para quien no tenía la suerte de hablar los diferentes idiomas. La expectación se sentía como algo tangible. Los interlocutores hablaron sobre la historia del movimiento obrero en el marco de la Internacional Antiautoritaria de St. Imier, vinculado con otros temas como, por ejemplo, el feminismo. Sin más, ni menos, quedaron inauguradas las jornadas del Encuentro Internacional de Anarquistas en Saint Imier. 

La comida, fue organizada por colectivos ajenos a la organización del encuentro, pero con la complicidad de estos. El precio de 3 comidas al día -desayuno, comida y cena- era de 8 francos, que se pagaban de manera “voluntaria”, es decir, se dejaban en un bote no vigilado. 

Los habitantes del pueblo, nos acogieron con gusto.

Caminando por Saint Imier, pudimos encontrar un pequeño museo donde se exponía una colección de carteles y documentos de nuestra Revolución libertaria de 1936, de Nuestra Revolución. Y es que resulta inevitable enorgullecerse y emocionarse al ver cómo tus antepasados más directos han construido un modelo que es admirado en todo el mundo como el paradigma de un mundo mejor. Definitivamente, la cuidad estaba teñida del rojo y negro que lleva por título este periódico. 

Mención especial merece la feria de libro. Ésta se encontraba situada en la parte baja del pueblo, dentro de una pista de patinaje. Libros en los más variados idiomas, y gente, y más gente, encontraba ejemplares que no encontrarían en sus respectivos lugares de residencia. La feria del libro reflejaba cómo ese corazón que late en el pecho del anarquismo esta hecho de papel impreso. Una muestra de cómo la cultura sigue siendo el eje central de una ideología de liberación, libertad y rebeldía. 

Transcurrían los días entre conferencias, debates en el Espace Noir, visitas a la feria del libro, paseos por el pueblo y la montaña, y encuentros con compañeros procedentes de los distintos lugares del globo. Ponentes de Japón, América latina, Tunez, Grecia… Casi la totalidad de las charlas se traducían a diferentes idiomas. Si no podía ser con traducción simultanea -que sólo poseía una de las salas- se traducía un idioma tras otro. Esto hizo que las charlas pudiesen resultar pesadas en algún momento, pero logró que todos pudiésemos disfrutar de todo. 

La noche del sábado, y para que no estuviese carente el Encuentro de cierta tensión, las autoridades comunicaron que un grupo de 40 fascistas se dirigían a Saint Imier. La noticia corrió y se establecieron grupos de vigilancia durante la noche, para mayor tranquilidad de los anarquistas. Por fortuna -sobre todo para ellos-, ningún facha apareció en el pueblo, y lo más cerca que estuvimos de unos fascistas fue quizá un coche que al cruzarse con alguno de nosotros gritó: “anarchistes de merde”.

El meeting de clausura no estuvo exento de polémica. Fue el acto con más asistencia del encuentro. La gente incluso se agolpaba en las puertas, para ver, para escuchar. Más que el acto en sí, lo enriquecedor de éste fue que se dejaron ver las distintas tendencias, distintas lineas y corrientes de pensamiento y acción, y uno podía analizar el panorama general del anarquismo. 

Hubieron intervenciones esperanzadoras, ricas, sustanciales. Se llamó a la organización de los trabajadores para tumbar hasta la horizontalidad a la Autoridad, se apostó por el fomento del esperanto y la mayor utilización del idioma internacional en posteriores encuentros, y se comenzó a hablar del siguiente evento internacional antes de acabar este. Sin duda, hermoso. 

Nos encontramos con organizaciones y personas con programas que nos permiten soñar con un mundo distinto, mejor, con la auténtica cohesión social, en las que vive el espíritu de las revoluciones más bellas que los hombres y las mujeres han protagonizado a lo largo de la historia. 

En definitiva, este Encuentro Internacional Anarquista de Saint Imier, constituye un paso en pos de la coordinación del movimiento libertario internacional. Ha servido para aclarar posturas, para reafirmar ideas, para generar debate, para beber de un manantial que ya precedió el año 1872 y que nos sobrevivirá inevitablemente. 

Pablo P.


Fuente: Rojo y Negro