Artículo publicado en Rojo y Negro nº 399, abril 2025

Recientemente, se nos ha recordado, con bombo y platillo, el quinto aniversario de la declaración del estado de alarma por la “plandemia” de COVID-19 en España. En aquel momento, desconocíamos la magnitud de lo que enfrentábamos, pero ahora es crucial analizar lo sucedido en retrospectiva, reflexionar y aprender de los errores cometidos y de los que aún persisten.

No debemos permitir que, en nombre de la protección de la salud, se tomen decisiones y acciones que la perjudiquen, recordando que «la política es medicina a gran escala» (Virchow). Es fundamental rechazar la imposición de una única «verdad» científica ya que esto contradice la esencia misma de la ciencia. La discrepancia ante esa única “verdad” ha sido y sigue siendo tratada de «anti» mientras afloran, en una discreción mediática incomprensible, estudios que revelan una realidad diferente, por ejemplo, el reciente estudio de Roh J.H., Jung I., Suh Y. y Kim M.H.1 con unas conclusiones más orientadas a evitar molestar a esa «verdad» que a proclamar que «el emperador está desnudo».
Durante la pandemia vivimos un control social basado en el miedo impuesto por figuras militares en las ruedas de prensa y un estado policial total. ¿Quién no recuerda cómo se señalaba desde los balcones, en una especie de «invasión de los ultracuerpos», a quienes necesitaban salir a la calle por motivos de salud o la presión sufrida por las trabajadoras de servicios esenciales, rechazados e incluso amenazados por vecinos, amigos y familiares?
Muchas de las acciones implementadas, y que aún perduran, fueron contrarias a la preservación y protección de la salud de la población hasta el punto de que hoy podemos constatar que:
– Solo unas pocas personas salieron fuertes o, más bien, forrados con la corrupción en las compras (mascarillas, guantes, pruebas diagnósticas, etc.), en las construcciones (anexos a hospitales y centros de salud ahora en desuso)…
– Muchas más personas se han quedado atrás, aumentaron las desigualdades sociales (con ello empeoró más la salud) sobre las personas más precarizadas de nuestra sociedad.
El autoritarismo que lo impregnaba todo se instaló, y persiste, en el sistema sanitario. Se centraron todos los esfuerzos en la «plandemia» y en contar «casos» cambiando más de protocolos que el SARS-CoV-2 cambiaba de cepa y dejando a muchas personas alejadas de algunos tratamientos, pruebas diagnósticas, intervenciones quirúrgicas e incluso sin poder acompañar y velar a sus familiares. Es inaceptable que actualmente algunos especialistas del sistema de salud sigan realizando las visitas programadas de sus pacientes a través del teléfono.
Se tomaron decisiones en nombre de la salud, pero en realidad la perjudicaron ya que nuestra salud está determinada por múltiples factores y el sistema sanitario es solo uno de ellos, el que menos impacto tiene. Aunque no seamos conscientes, nuestras luchas cotidianas buscan mejorar nuestra salud.
La lucha por nuestra salud es amplia y abarca todos los aspectos en los que podemos influir directamente. Comienza en lo individual con la autogestión de nuestros estilos de vida, pero estos se ven influenciados por factores ambientales que tienen un impacto mucho mayor en nuestra salud. Estos determinantes están presentes en nuestra vida diaria y luchamos constantemente por cambiarlos y construir un mundo nuevo en el que:
– Haya empleo para todas las personas. Trabajar menos y en mejores condiciones laborales y así tener más tiempo para el ocio. El empleo precario y las condiciones laborales abusivas están destruyendo cuerpos y mentes. El estrés, la ansiedad y la humillación diaria son armas utilizadas por el sistema para mantenernos sometidas. ¡La lucha por condiciones laborales dignas es, sin duda, una lucha por la salud integral!
– Vivamos en viviendas adecuadas en entornos saludables, en comunidades y barrios que fomenten la cohesión social, la solidaridad y el apoyo mutuo. El precio de la vivienda se dispara y millones de personas se ven obligadas a vivir en condiciones miserables. La falta de vivienda asequible es otra herida abierta que atenta contra nuestra dignidad. No podemos permitir que el lucro se interponga entre las personas y su derecho a un hogar.
– Accedamos sin limitaciones a alimentos saludables y respetuosos con el medio ambiente, al agua y a la energía. El autoritarismo y el negocio de los servicios esenciales junto con la persecución de quienes se atreven a cuestionar el orden establecido, el Estado y sus aliados, han convertido la lucha social en imprescindible. La represión contra la clase trabajadora y las comunidades es una llamada urgente a la rebelión.
– Respiremos aire libre de contaminación, en entornos naturales y libres de especulación urbanística, en defensa de la salud del planeta.
– La riqueza sea distribuida de manera justa, con un modelo de pensiones públicas que garantice una vida digna a los pensionistas actuales y futuros.
– Las políticas sanitarias promuevan la equidad social, garantizando el acceso a la salud para todos sin importar su origen o condición. La investigación, la producción de medicamentos y la gestión de los servicios esenciales deben estar en manos de la gente. Solo a través de la autogestión y el control democrático podremos construir un sistema que defienda la vida y la dignidad.
El sistema de salud no debe ser tratado como un negocio ya que la mercantilización de la salud ha llevado a la creencia errónea de que consumir productos de salud o pagar por servicios médicos garantiza la salud. Esta mentalidad ha llevado al sobrediagnóstico y a la medicalización de problemas sociales y laborales, en definitiva, una medicalización excesiva de la vida, generando dependencia del negocio de la salud y despojándonos de nuestras capacidades ancestrales de autocuidado.
Por todo esto, hoy nos reafirmamos en nuestra lucha por una salud que vaya más allá de las consultas médicas y de los productos farmacéuticos. Esta jornada del 7 de abril es un recordatorio de la importancia de luchar por todo lo que nos afecta directamente porque nuestra salud está ligada a la justicia y la equidad social, a la vivienda digna, al empleo, al ocio y al medio ambiente.
Si has llegado al final de este artículo y te ha interpelado esa es la intención, abrir el debate sobre cuál fue nuestra postura y cuál debería ser en futuras situaciones similares. Los que suscriben este artículo creen que el virus existió —de hecho, el virus mató y dejó secuelas a muchas compañeras y no somos antivacunas— por si alguien necesita alguna aclaración.
¡Es hora de derribar las estructuras opresoras y construir, desde abajo, una sociedad basada en la solidaridad, la justicia y la autogestión!
¡La lucha continúa hasta que la dignidad de cada ser humano prevalezca sobre el capital!

1 Roh JH, Jung I, Suh Y, Kim MH. A potential association between COVID-19 vaccination and development of Alzheimer’s disease. QJM. 2024 Oct 1;117(10):709-716. doi: 10.1093/qjmed/hcae103. PMID: 38806183.

Secretariado Permanente FESAN

 


Fuente: Rojo y Negro