Miembros de CGT hemos podido conocer la experiencia única del campo de refugiados de Mahkmur, a través de la Brigada 19 de julio, con la que hemos viajado este verano al Kurdistán de Bashur (Irak). Después de participar en la campaña de escudos humanos Seri Hilde en Qandil ante los bombardeos del ejército turco y en los actos de conmemoración del genocidio Yazidi, la última etapa del viaje ha sido aprender y compartir esta experiencia de autogestión, democracia y feminismo.
Makhmur es un campo de refugiados único y, también, posiblemente un pueblo único, a 100 km al sur de Mosul, que este año celebra 20 años de su creación.
Durante los años 90 la guerra del Estado turco contra el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) dejó miles de personas encarceladas, torturadas, asesinadas y poblaciones enteras arrasadas. Unas 15.000 personas se fueron a finales de 1993 de Bakur (Kurdistán de Turquía), atravesando la frontera con Irak bajo los bombardeos, huyendo de la represión del ejército turco.
Makhmur es un campo de refugiados único y, también, posiblemente un pueblo único, a 100 km al sur de Mosul, que este año celebra 20 años de su creación.
Durante los años 90 la guerra del Estado turco contra el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) dejó miles de personas encarceladas, torturadas, asesinadas y poblaciones enteras arrasadas. Unas 15.000 personas se fueron a finales de 1993 de Bakur (Kurdistán de Turquía), atravesando la frontera con Irak bajo los bombardeos, huyendo de la represión del ejército turco.
Una vez en Bashur (Kurdistán iraquí) se movieron por siete campamentos de donde fueron expulsadas hasta instalarse, en 1998, en Makhmur, donde sólo había tierra y polvo. Muchos niños y niñas murieron de picaduras de escorpiones que salían de debajo de las piedras. Con los años, sin embargo, han construido, en medio del desierto, una pequeña ciudad de 13.000 habitantes, de forma autogestionada y en base a un modelo de democracia radical.
Makhmur es un ejemplo de cómo es posible organizar toda una sociedad de forma asamblearia, en un modelo de auto gobierno donde las decisiones no vienen de arriba abajo, sino que van «de abajo arriba», – como nos explicaron -, que trabaja por la liberación de la mujer y por el respeto a la naturaleza.
Desde que llegamos sentimos que estábamos en lo que ellos mismos describen como una isla en la hegemonía mundial del sistema capitalista. Fuimos parte, durante unos días, de esta sociedad tan viva, activa, en debate y formación permanente. Allí es cosa de todos y todas reflexionar y ser parte de cómo queremos vivir y qué mundo queremos construir; una realidad muy lejana al individualismo, al consumismo y a la desconexión con la política y con la vida colectiva que podemos ver desde en zonas del Kurdistán de Bashur (donde el modelo estatal del PDK de Barzani capta toda la vida política- y económica -) a muy cerca, en nuestros territorios y en Europa.
La ideología del Confederalismo Democrático está muy presente en el campo, en las fotografías, las banderas, los libros, pero sobre todo en la forma de auto gobernarse, relacionarse y hacer comunidad. Pudimos conocer algunas de las instituciones que forman este sistema de democracia radical y de base, como la Asamblea del Pueblo, la Asamblea y la casa de Mujeres, la Asamblea y la casa de Jóvenes, el hospital y las cooperativas.
Con los 20 años que llevan a Makhmur, y desde su actitud siempre abierta a hacer autocrítica, a evaluar colectivamente, a investigar y a aprender de otras experiencias, han podido ir mejorando su modelo que ha sido un referente para Rojava, Bakur y se propone serlo para todos aquellos territorios que apuesten por este modelo.
Y todo esto hay que recordar que lo han hecho huyendo de las bombas y de la represión del estado turco a principios de los 90 contra el PKK; siendo expulsadas de siete campamentos donde se instalaron con sólo tiendas de lonas en el Kurdistán de Bashur; haciendo crecer un pueblo en un desierto donde sólo había polvo y escorpiones; homenajeando a los miles de mártires que tienen las familias que viven en el campo; creando servicios y educación sin casi ninguna ayuda externa y sin las ONGs que crean dependencia, y haciendo frente a las continuas amenazas del Estado Islámico y del gobierno turco. Esto ha hecho que dieran una gran importancia a la autodefensa, para poder preservar su autonomía y su modelo. Por ejemplo, nos dijeron que no querían que todo el mundo tuviera que hacer formación militar pero la situación de amenaza en que viven lo hace necesario.
Pero, sobre todo, sus herramientas son la educación y la moral alta. Están convencidas de que así es posible luchar contra los estados y el capitalismo. Es lo que les ha permitido resistir a las amenazas y ataques de estados tan potentes como el de Turquía. «Hemos sobrevivido gracias a la confianza y estar bien organizados. Creemos en la democracia, la ecología y la liberación de la mujer. Con estas tres condiciones todo es posible», explica Filiz, copresidenta de la Asamblea del Pueblo. Ver cómo, desde la persecución, han construido en el desierto este pueblo lleno de vida, plantas, huertos, espacios sociales y educativos… es la mejor prueba de que igual sí es posible.
El Confederalismo Democrático en Makhmur
Su confederalismo funciona con tres grandes asambleas: la del Pueblo, la de la Mujer y la de los Jóvenes, además de las comunas de barrio y de distrito, – abiertas a toda la población-, donde se debate sobre los problemas cotidianos y se buscan soluciones colectivas. Cada asamblea o comuna tiene dos corepresentants (hevserok), un hombre y una mujer.
Filiz, corepresentante de la Asamblea del Pueblo, explica que «el poder viene de las comunas de barrio. De tres a cinco representantes de cada comuna participan en el nivel superior, la comuna de distrito». En cada comuna de distrito se eligen representantes que participan en la Asamblea del Pueblo, la cual tiene diferentes comités como el de economía, el social, el educativo, el de salud, el de diplomacia… El Ayuntamiento es uno de estos comités de la Asamblea del Pueblo, el cual se encarga de las infraestructuras, la limpieza, la electricidad y el agua.
En todos los niveles, – las asambleas y los comités -, se celebra semanalmente una «asamblea emocional», llamada tekmil, como espacio de autocrítica y evaluación a partir del cual se establece un plan de mejora.
Los debates, sin embargo, tienen lugar más allá de las comunas y las asambleas; se hace mucha vida comunitaria y se habla de política con la familia, el vecindario, y en todos los espacios cotidianos de relación social. Según Filiz: «hemos desarrollado el sistema confederal como resistencia al imperialismo y a los estados-nación; como una lucha del pueblo contra la opresión. Las personas se pueden representar a sí mismas, sin un ente externo que las represente».
Construyendo comunidad, economía cooperativa y servicios autogestionados
En el campo están satisfechos de cómo han conseguido desarrollar servicios básicos, como la atención sanitaria, la cual comenzó con muy pocos medios y, aunque a día de hoy todavía tiene falta de medicamentos, cuenta con un hospital donde trabajan personas del campo que han estudiado medicina (sólo medicina general, ya que no pueden estudiar especialidades al no tener pasaporte).
La educación es también autogestionada: han desarrollado su propio sistema educativo y materiales didácticos. Tienen, además de escuelas e institutos, una academia abierta para personas de todas las edades donde se forman en oficios y en ideología y sistema democrático. También se da mucha importancia a la promoción de la cultura kurda, a través del teatro, la música y los deportes. La Asamblea de Jóvenes organiza diferentes campeonatos no competitivos como forma de promover una vida sana y mantener la moral alta. La Asociación de Mártires es, también, una institución importante en el campo, que cuenta con una casa memorial dedicada a todas las personas luchadoras que han sido asesinadas, familiares de los que hoy viven en Makhmur.
La economía se basa, sobre todo, en negocios familiares de subsistencia básica (comercios, campos de aceitunas, de higos, de uva…), y huertos de autoconsumo. Se promueven zonas verdes y proyectos económicos con el objetivo de fomentar la autosuficiencia como, por ejemplo, cooperativas comerciales. Las cooperativas agrícolas son difíciles de sacar adelante debido a la falta de agua, de tierra y de diésel, así como del clima, ya que sólo se puede cultivar en primavera y en otoño.
La Asamblea de Mujeres tiene autonomía dentro del sistema confederal y se ocupa de la organización de las mujeres, de su educación, salud…, además de intervenir en problemas cotidianos y en casos de violencia de género. Actúan desde la educación y el trabajo caso por caso, a través de un comité de resolución de conflictos. Además, tienen proyectos de cooperativas de mujeres para promover su autonomía y han creado un cuerpo de autodefensa especializado. Con el tiempo, han puesto más énfasis en trabajar el anti nacionalismo, los privilegios masculinos, y la historia de la mujer y del patriarcado.
«Es necesario que nos auto organizamos. Como mujeres y refugiadas políticas tenemos una doble opresión», explica Bermal, coordinadora de la Asamblea de Mujeres y trabajadora del Comité de Salud. «En Makhmur tuvimos que criar a nuestros hijos e hijas entre la nada. Las mujeres nos ocupamos de los cuidados y esto es mucho más duro en contextos difíciles», añade Jyandar, también coordinadora de la Asamblea de Mujeres.
20 años de resistencia
Los primeros años vivían en tiendas de lona, sin agua ni electricidad, pero pronto se organizaron, a través de trabajos comunales, para edificar casas con piedras; llevar agua de la ciudad con bidones; construir tanques de agua; crearon el primer centro médico en una tienda de campaña; plantaron los primeros árboles … En 2005 participaron en la construcción de la infraestructura eléctrica que proporcionó el gobierno iraquí, una de las pocas ayudas que tuvieron (y que les da 12 horas de electricidad al día que complementan con sus propios generadores). Ahora es un pueblo donde viven entre 12.000 y 13.000 personas (una tercera parte niños y niñas), con casas, tiendas, árboles, huertos, centros educativos y sociales y, sobre todo, mucha vida comunitaria.
Casi todo es autogestionado, a excepción de unos pequeños fondos del gobierno iraquí para el Ayuntamiento. Antes tenían algunas ayudas de las Naciones Unidas, pero se fueron reduciendo y desaparecieron en 2014 cuando el Estado Islámico atacó el campo.
Para Filiz, la autogestión ha permitido «tener autonomía y más capacidad de resiliencia. Por ejemplo, después del ataque del ISIS, enseguida pudieron reconstruir el pueblo, a diferencia de otros territorios, como Mosul o Sinjar. Aquí hay mucha cohesión social». Sin embargo, Leila, corepresentante del Ayuntamiento, reconoce que sin ayuda externa, con las dificultades que tienen para trabajar fuera del campo porque muchas personas no tienen documento de identidad o pasaporte, y en un contexto de guerra, no pueden llegar a satisfacer todas las necesidades: «hay mucho paro y pobreza, y no podemos generar empleos suficientes. El Ayuntamiento crea comisiones que van casa por casa recogiendo un fondo solidario para familias que lo necesiten o para proyectos colectivos del pueblo».
Con los años han llegado nuevas familias refugiadas, sobre todo de Bakur y también de Rojilat (Kurdistán iraní), pero el campo ya no tiene capacidad de crecer. Sólo les queda ir subiendo por la zona de la montaña, pero es peligroso por la proximidad del Estado Islámico y cuesta hacer llegar allí el agua.
Se enfrentan, además, a la amenaza de bombardeos del presidente turco Erdogan, que ya ha atacado Qandil y Sinjar (en la zona iraquí) en su política declarada de aniquilación del PKK y del pueblo kurdo. Otras amenazas provienen del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) que gobierna el Kurdistán iraquí. Makhmur era territorio del Kurdistán iraquí, pero fue ocupado por las fuerzas iraquíes que conquistaron territorios como represalia al referéndum de independencia. El PDK ha amenazado varias veces con desmantelar el campo, ya que, a pesar de compartir el origen kurdo, ven como una amenaza todo proyecto que no pase por su modelo de estado. «Es una guerra psicológica. Nos hacen pensar que en cualquier momento pueden venir y destruir el pueblo. Por eso, tenemos que confiar en el sistema de autogestión. Debemos tener la moral alta», dice Filiz.
También valoran mucho, para poder hacer más fuerte su resistencia y para avanzar en el Confederalismo Democrático, la solidaridad y el intercambio internacional. Nos dicen que quieren compartir con las personas, – no con los estados -, y sobre todo con grupos anarquistas, feministas, ecologistas… para hacer frente juntas al capitalismo y crear una sociedad diferente. Éste es, también, el objetivo que desde CGT nos ha llevado estos días al Kurdistán y que esperamos podamos seguir fortaleciendo en el futuro.
Gemma Parera
Afiliada al STAP-Barcelona
Fuente: Gemma Parera