Ferrer Guardia cien años después - Traducción automática google -
Hace cien años Barcelona fue el escenario de una huelga general contra una guerra colonial, una huelga que derivó en una revuelta de alcance catalán. En muy diversas poblaciones de la geografía catalana se hicieron actos populares de carácter antimilitarista y en no pocos lugares se constituyeron comités ciudadanos. El carácter movimiento, más bien espontáneo y acéfalo, derivó, sobre todo en Barcelo...
Ferrer Guardia cien años después – Traducción automática google –
Hace cien años Barcelona fue el escenario de una huelga general contra una guerra colonial, una huelga que derivó en una revuelta de alcance catalán. En muy diversas poblaciones de la geografía catalana se hicieron actos populares de carácter antimilitarista y en no pocos lugares se constituyeron comités ciudadanos. El carácter movimiento, más bien espontáneo y acéfalo, derivó, sobre todo en Barcelo…
Ferrer Guardia cien años después – Traducción automática google –
Hace cien años Barcelona fue el escenario de una huelga general contra una guerra colonial, una huelga que derivó en una revuelta de alcance catalán. En muy diversas poblaciones de la geografía catalana se hicieron actos populares de carácter antimilitarista y en no pocos lugares se constituyeron comités ciudadanos. El carácter movimiento, más bien espontáneo y acéfalo, derivó, sobre todo en Barcelona, donde proliferaron las barricadas, hacia la destrucción de bienes religiosos. En algunos lugares tenía también un matiz de reivindicación contra el desempleo y la carestía de la vida.
Más allá de las connotaciones irracionales de este tipo de bullangas hay factores objetivos que explican el estallido de lo que fue llamado «los hechos del año 1909», la Semana Sangrienta o la Semana Trágica.
Semana Trágica de Barcelona. Semana Trágica de Cataluña. Varios factores ayudan a entender esta explosión popular, factores como la existencia de un régimen político caciquista, una estructura económica y social lesiva para las clases trabajadoras, con unos privilegios abusivos para los pudientes. Puede ser un botón de muestra el hecho de que la exoneración del servicio militar obligatorio se compraba por 2.000 pesetas, cifra que no estaba al alcance de los jóvenes de las clases sencillas. Otro factor que explica el comportamiento colectivo era la experiencia reciente de la solidaridad obrera vivida con motivo de la huelga general de 1902.
Al régimen retrógrada y oligárquico de Alfonso XIII la mitad de los hombres y más de la mitad de mujeres no sabía leer ni escribir, y todos sabían que una parte de la solución de los males colectivos era la extensión de la escolarización y una educación popular suficiente.
El malestar del pueblo tenía causas tanto objetivas como la constatación de que, a diferencia de lo que ocurría en la República francesa vecina, aquí no se avanzaba en la separación entre el Estado y la Iglesia, tal como el espíritu moderno reclamaba : el Iglesia y sus congregaciones tenían en nuestro país un trato de favor. La pugna entre partidarios y detractores de la separación entre la Iglesia y el Estado llegó a tener una gran intensidad, y salió de madre. Imperó por ambas bandas la intolerancia y el fanatismo.
Durante los disturbios de la semana hubo destrozos materiales, heridos, muertos, detenidos. Los hechos de enfrentamiento al poder en Cataluña y en particular en Barcelona, constituyeron un ejemplo bastante único en la Europa del siglo veinte, tanto por su contundencia a nivel simbólico (quema de bienes religiosos), como por la duración temporal o por la extensión territorial y el número de participantes.
Cuando, al constatar los diferentes actores en juego la desproporción de fuerzas, remitió el movimiento, se empezó a hablar, por parte de quienes creían poder determinar, de las responsabilidades de la protesta popular, una protesta que había sido tan formidable como , en general, incontrolada. Las clases dirigentes y los estamentos como la Patronal de la industria y la agricultura, pedían de forma abierta al gobierno conservador del estado un castigo ejemplar. También otros estamentos, como la jerarquía eclesiástica o la Lliga Regionalista de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó-que apenas hacía dos años había sido víctima de un atentado político que no se esclarecerse, pedían un escarmiento contundente, esto sí, de forma más solapada o vergonzante.
En cualquier caso, para las clases dirigentes había una represión dura, cortar cabezas, hacer un castigo ejemplar. Y eso es lo que, de forma tan rápida como brutal, dejando sin aliento a una buena parte de la ciudadanía, sucedió en un lapso de pocas semanas. Así de rápido !
Parafraseando al poeta Joan Maragall, diríamos que, más allá de la constatación de la «ciudad quemada» no hubo una actitud de «Ciudad del Perdón».
Los republicanos catalanes fueron cobardes, los dirigentes lerrouxistas jugaron el juego perverso de quien tira la piedra y esconde la mano. Los sindicalistas todavía no habían madurado organizativamente. Únicamente se mostró resuelta, terriblemente resuelta, la derecha española y la derecha catalana que apoyar a Maura, gente como Lluís Muntadas, el dirigente de la patronal Fomento del Trabajo Nacional, que ya el primer día de la revuelta apuntó a Ferrer como imaginario hacia los revolucionarios y que al acabar los disturbios exigía mano de hierro y castigos ejemplares.
El principal personaje sobre quien le echaron la venganza de clase fue el pedagogo y editor de Alella Francisco Ferrer Guardia (1859-1909), tristemente famoso por su ejecución en el castillo de Montjuïc el 13 de octubre siguiente.
Pero Ferrer fue el símbolo de otra sociedad y de otra forma de entender la cultura popular. Fue un pedagogo y editor que llevó a la práctica de forma genial ideas de educación popular integral que la experiencia progresista y la praxis socialista habían ido acumulando durante décadas.
Sorprende en este sentido encontrar en plataformas de comunicación ciudadanas actuales negaciones de la condición de pedagogo a Ferrer Guardia por parte de autores que se dedican a la historia social, y juicios que descalifican sin base su persona y su obra.
Por ejemplo se dice que no hay para tanto, que al final su proyecto educativo era una copia del que se hacía en el extranjero, obviando la contribución de Ferrer en construir una reforma educativa internacional (Escuela Nueva) sobre bases populares y de justicia social. Esta afirmación desprecia el hecho evidente que la renovación educativa y escolar catalana vino en buena parte de las fuerzas libertarias, librepensantes y republicanas, que impulsaron realidades como la Escuela y Editorial popular de Ferrer Guardia o las escuelas del Presupuesto Extraordinario de Cultura 1908.
La Historia de la Educación contradice de plano esta negación de la condición de educador popular y de méritos pedagógicos, negación que, sin complejos, el corriente historiográfica revisionista, de corte neoconservador, proclama hoy, presentando nuevamente de forma impresentable, valga la redundancia , la figura de Ferrer bajo el estigma de la mediocridad humana e intelectual y el terrorismo nihilista.
Y por eso es recordado Francisco Ferrer Guardia : por su modelo de pedagogía popular, laica, humanitaria y en sintonía con un proyecto de emancipación económica universal. Esto es precisamente lo que lo hace el educador catalán de la época contemporánea más conocido internacionalmente.
Los historiadores revisionistas, como decimos, lo niegan y al mismo tiempo hacen un juicio paralelo, sin elementos documentales nuevos decisivos, dando por segura una implicación de Ferrer en varios atentados, implicación que no ha podido ser probado de forma determinante y que trabajos académicos bienintencionados, pero no suficientemente documentados, reproducen, pero que de manera desapasionada personaje de la altura científica, humana y ética como el naturalista aragonés Odón de Buen descartan absolutamente. De Buen había sido destacado colaborador de la Escuela Moderna, a pesar de discrepar políticamente de Ferrer.
Hay que leer los hechos de Julio de 1909 y el crimen de Estado cometido en Ferrer Guardia en clave de presente y de futuro. Ni la Jerarquía católica, ni el Ejército ni la Monarquía restablecida han pedido perdón por su injusta ejecución, por lo que una reparación pública sigue siendo necesaria.
Es falso también, históricamente hablando, que se hiciera una verdadera revisión jurídico-política del Consejo de Guerra contra Ferrer. Es cierto que, al menos hasta finales de 1911 la exigencia de revisión del caso Ferrer y de rehabilitación de su memoria fue de permanente actualidad y sirvió de constante prueba acusatoria contra la derecha más autoritaria.
Pero la estructura del Estado seguía en manos de los monárquicos y no hubo ninguna rehabilitación política real de Ferrer. Es cierto que el 29 de diciembre de 1911 el «Consejo Supremo de Guerra», instancia máxima de justicia militar, decidió permitir a los herederos del fundador de la Escuela Moderna de disponer de los bienes confiscados por la autoridad después de su proceso y inculpación.
Ahora bien, esta resolución sólo fue un gesto legal y en ningún caso significaba ni una revisión jurídica que llevara a la invalidación del mismo juicio ni tampoco suponía ninguna modificación de actitud política de las fuerzas y actores que habían intervenido en el desenlace del proceso. Y, a pesar de no representar una rehabilitación de Ferrer, al menos indirectamente era un abierto reconocimiento, una confesión patente (aunque fuera dicho con boca pequeña) de la falta de fundamentos jurídicos y de las profundas contradicciones legales de la sentencia.
Cien años después, tampoco la Generalitat, la única institución de la actual restauración Monárquica con una legitimidad que le viene de la República (así como la del Rey Juan Carlos le viene de Franco), no ha hecho, que sepamos, ningún acto significativo para reivindicar Ferrer, ni, por otra parte para reivindicar tantos pedagogos libertarios represaliados por el franquismo-pensemos por ejemplo, en el que fue presidente de la Escuela Nueva Unificada el 1936-1937, Joan Puig Elias, el cual, a estas alturas , no tiene ninguna, calle o escuela dedicado a la ciudad de Barcelona, lo cual es una vergüenza y un agravio a la vez.
Únicamente el Ayuntamiento de Barcelona, en particular cuando era dirigido por Pasqual Maragall, hizo un gesto simbólico para reconocer el valor cívico del fundador de la Escuela Moderna.
En esta línea, el pasado 9 de julio el Plenario del distrito de Sants-Montjuich aprobó llevar adelante un cambio del nombre de la Avenida Marquès de Comillas en Montjuïc por el de Francisco Ferrer Guardia, a partir de la propuesta de la comisión del Nomenclátor del Ayuntamiento de Barcelona, siguiendo una iniciativa ciudadana, impulsada por la Fundación Ferrer Guardia. Por supuesto, apoyamos esta propuesta.
Hay que recordar, por otra parte, por el valor simbólico que tiene, la preparación de una Conmemoración especial de Ferrer Guardia, impulsada por el Ayuntamiento de Alella, Maresme.
No nos podemos resignar que la inercia institucional no reconozca las aportaciones, a menudo pagadas con el exilio y hasta la muerte, de tantos hombres y mujeres a favor de la educación y la cultura popular, pero menos podemos permitir que desde tribunas teóricamente progresistas siga habiendo afirmaciones por el estilo de : «Ferrer Guardia no era pedagogo y su Escuela Moderna (…) lo que hizo es recoger líneas educativas que ya existían en Europa para ofrecerle a la clase media-alta, completamente al margen de las sociedades obreras «.
Quien creyera eso, quien creyera que la Escuela Moderna fue un proyecto educativo al margen de los trabajadores y del sindicalismo, no habría entendido nada del capítulo de la historia de la educación catalana que se tiñó de sangre para la ejecución de Francisco Ferrer Guardia, tal 13 de octubre hace un siglo.
Sería llevar más confusión y ruido donde debe haber análisis y reconocimiento.
Secretaría de Formación de la Federación Local de Sindicatos de la CGT de Barcelona
En catalán : CGT Catalunya