Érase una vez un Estado que, tras mucho lloriquear, logró entrar en la Comunidad Europea allá por 1986. Lo que más le interesaba al gran mercado europeo, además de vender libremente sus productos, sin aranceles de nigún tipo, era comprar el aceite, las frutas y hortalizas de aquellas fértiles tierras para inundar los supermercados de las ciudades europeas.
Muy pronto en el litoral mediterráneo y en Andalucía las huertas que surtían al mercado «nacional» fueron creciendo y creciendo hasta tomar el tamaño y el nombre de huerta europea.
En la sierra y las marismas onubense comenzaron a dar fresones y cítricos en decenas de miles de hectáreas, la cuenca del Guadalquivir llegó a superar el medio millón de hectáreas de regadío ; en el poniente almeriense se alzó un mar de plástico con una superficie de más de 20.000 hectáras de invernadero ; la huerta murciana comenzó a escalar montes y los sembró de limones ; lo mismo ocurrió con los naranjos en Valencia y hasta el Maresme llegaron los invernaderos. La huerta europea tenía mucha sed y necesitaba mano de obra barata, semiesclava, carne de patera, gente morena y pequeñita de la otra orilla del Atlántico, cuerpos rubios del Este.
La huerta seguía y seguía creciendo, ni los embalses que se construian eran suficientes. Al tener más agua, más tierras se ponían en regadío y volvían a tener escasez, el agua no les llegaba ni a los talones. Ya en 1934, Lorenzo Pardo un planificador hidráulico a las órdenes de Indalecio Prieto, Ministro de Fomento, ideó un plan de obras para trasvasar agua desde el Tajo al Segura ; obra que se llevó a cabo en décadas posteriores. A principios de los años setenta del siglo pasado, dicho trasvase fue inaugurado por Paco Pantanos, más conocido como Franco dictador de España por la gracia de Dios. En 1993, Borrell, Ministro socialista, presenta el Anteproyecto de Plan Hidrológico Nacional con el afán de equilibrar la «España húmeda» y la «España seca» mediante múltiples trasvases entre cuencas, de Norte a Este y Sur, es decir, desde las cordilleras cántabra y pirenáica a litoral mediterráneo y Andalucía, con lo que se ponían las bases par saciar la inmensa sed de la huerta europea. Gobernando Azanar en el filo del milenio fue aprobado el Plan Hidrológico Nacional, con menos trasvases y embalses que el monstruoso sueño de Borrel, pero, eso sí, teniendo como estrella al trasvase del Ebro.
Antes de que acabe el mandato de Aznar se han dado prisas en aprobar unas obras hidráulicas estratégicas para que la huerta europea quede satisfecha, sino sigue creciendo Ya lo hicieron los socialistas al comenzar a construir el embalse de Itoiz, pues sin embalses en la cabecera pirenaica no es posible asegurar que el trasvase del Ebro transporte la cantidad de agua con la que se comprometieron sus planificadores. Lo mismo ocurre con la reciente aprobación del trasvase del Júcar al Vinalopó y de la presa Breña II (Córdoba). De la cabecera del Júcar se pretende trasvasar agua de buena calidad al río Vinalopó para regar sus cultivos. El agua detraída del Júcar hará que la calidad del recursos en la parte media y baja de dicho río sea muy baja, ya que arrastra muchos contaminantes, pero con el trasvase la cantidad de agua y su potencia de dilución disminuirá. Aunque la Unión Europea subvencionará dicho trasvase, lo hace con la condición de que el agua a trasvasar sea sólo del Júcar, porque el trasvase del Ebro tiene previsto inyectar agua al Júcar. Una trampa formal para asegurarse las subvenciones de la UE e ir realizando obras estratégicas, necesarias para que el Ebro riegue el litoral mediterráneo.
El gobierno del PP sigue empeñado en construir el trasvase del Ebro al mismo tiempo que, sin tanta propaganda en contra, avanza la construcción del travase del Negratín ( embalse situado en la cabecera del Guadalquivir) a la zona de invernaderos del Levante almeriense. Para conpensar el déficit crónico de la mencionada cuenca, aprobaron en su día el embalse La Breña II, con una capacidad de 850 hectómetros cúbicos, destinados a garantizar 360.000 hectáreas de riego, entre las que se encuentran el arrozal de las marismas del Guadalquivir, los cúltivos de cítricos y melocotones de la vega, aguas abajo de Almodovar del Río (Córdoba) donde se localizará el futuro embalse, y la zona regable del Bajo Guadalquivir, que recibe el agua del canal de derivación del mismo nombre. La Unión Europea apoya este embalse con una financiación cercana a los 80 millones de euros. De esta forma se acaba con los enfrentamientos entre las comunidades de regantes : los embalses de la cabecera de la cuenca servirán parar regar el olivar de Jáen, Norte de Córdoba y parte de la provincia de Granada. Es la locura productivista del riego por goteo del olivar, alentada por partidos y sindicatos de derechas o de izquierdas. Hace diez años había menos de 100.000 hectáreas de olivar regado (de las cuales más de 70.000 no tenían concesión legal) ; en la actualidad, las estadísticas oficiales son incapaces de inventariar la superficie de olivar de regadío ¿a cuanto asciende ? Y como por lo visto sobra agua en la Cuenca del Guadalquivir se trasvasa a los rentables invernaderos almerienses.
La planificación de esta ingeniería hidráulica se basa en labor de expertos : el ingeniero interpreta los datos que aportan las estaciones meteorológicas y de aforo para elaborar proyectos de regulación de cauces superficiales. En cuanto a las aguas subterráneas, los motores-bombas han permitido su extracción hasta dejar secas las lagunas de Ruidera, para mantener el regadío en la zona de cultivos destinados a engordar ganado para el mercado de la carne. Otros usos de las motores-bombas es el drenaje de zonas inundables ; de esta forma se desecan períodicamente las marismas del Guadalquivir para el cultivo del arroz altamente subvencionado por la Unión Europea. La ingeniería y la tecnología hidráulica para el regadío a partir del siglo XX está asociada a la agroindustria, a la expansión del mercado interior y exterior, a la globalización económica en detrimento de la autosuficiencia alimentaria, a favor de la dependencia y la dominación. Y colorin colorado este cuento, desgraciadamente, continúa.