Una investigación demuestra que el intercambio de archivos está vigilado
Tres investigadores de la Universidad de California (EEUU) han calculado la probabilidad de que un usuario de programas de intercambio de música y películas pueda ser identificado por compañías discográficas y productoras de cine. Su conclusión es que aquellos que usan eMule, Bittorrent o Kazaa sin tomar precauciones tienen todas las probabilidades de ser cazados.
Una investigación demuestra que el intercambio de archivos está vigilado

Tres investigadores de la Universidad de California (EEUU) han calculado la probabilidad de que un usuario de programas de intercambio de música y películas pueda ser identificado por compañías discográficas y productoras de cine. Su conclusión es que aquellos que usan eMule, Bittorrent o Kazaa sin tomar precauciones tienen todas las probabilidades de ser cazados.

Los profesores del Departamento de Informática e Ingeniería de la citada universidad Michalis Faloutsos y Laxmi Bhuyan, junto al estudiante Anirban Banerjee, parten de la premisa de que la industria del ocio o empresas contratadas por ella crean falsos usuarios en las redes de intercambio de programas para atraer e identificar a los que comparten películas o canciones.

La industria no oculta que es cierto. La práctica atemoriza con una posible demanda, al menos, en EEUU, donde compartir archivos es ilegal (en España es legal mientras no haya lucro).

Lo primero que hicieron estos investigadores fue recopilar una serie de rangos de direcciones de Internet o IP sospechosas de pertenecer a la industria, a empresas especializadas en perseguir el tráfico P2P, como MediaDefender, o a la Policía.

Muchas de estas direcciones aparecen en listas negras elaboradas por organizaciones a favor del intercambio, con el fin de que los programas eviten usarlas (eMule impide que ordenadores con direcciones de rangos de discográficas se conecten a su red).

Según su análisis, sólo el 0,5% de esas direcciones IP son de alguna discográfica o productora. Del resto, pocas han sido identificadas ; pero las que sí lo han sido, pertenecen todas a empresas especializadas en atacar o espiar las redes de intercambio.

Con la lista de direcciones sospechosas en la mano, dedicaron 90 días de 2006 a reunir 100 gigabytes de datos (todo el espacio del disco duro de un ordenador) provenientes de usuarios de programas de intercambio de EEUU, Europa y Asia.

Los datos extraídos son contundentes. En su informe ,se puede leer : «El 100% de todos los nodos son rastreados por entidades que aparecen en alguna lista negra y de media, entre el 12% y el 17% de todas las direcciones IP contactadas por nuestro programa aparecían en estas listas negras».

El estudio revela que los primeros cinco rangos de direcciones sospechosas concentran el 94% de las IP. Evitando estos cinco, se consigue reducir el riesgo al 1%.

Tres avisos a navegantes

Si no usa bloqueo de listas, será rastreado.
Todas las pruebas que realizaron sin usar un sistema de bloqueo -programas como eMule lo llevan- acabaron por encontrarse con una dirección sospechosa.

Los rastreadores son difíciles de descubrir.

Las empresas que fisgan en lo que intercambian los usuarios, ponen mucho empeño en pasar inadvertidas.

El peligro vienede los ‘bogon’.

Una de las estrategias que siguen los fisgones para no ser identificados es usar los rangos de BOGON IP. Se trata de direcciones no pensadas para ser usadas en la Internet pública:12 de los 15 principales rastreadores se ocultan tras BOGON IP. Esconden deliberadamente su identidad mientras surten de archivos a las redes para pescar víctimas.


Fuente: publico.es