Cada año, cuando entra el mes de marzo, irremediablemente se pasean por mi cabeza los relatos de dos momentos históricos cuyos hechos más notables acontecieron en este mismo mes y que fueron, sin duda, dos de las mejores experiencias del ejercicio de la libertad y dignidad popular en Europa. Hablo de la Comuna de Paris, en tiempos de la tercera República francesa y de la Insurrección de Kronstadt, en los primeros años de poder bolchevique en Rusia.

Cada año, cuando entra el mes de marzo, irremediablemente se pasean por mi cabeza los relatos de dos momentos históricos cuyos hechos más notables acontecieron en este mismo mes y que fueron, sin duda, dos de las mejores experiencias del ejercicio de la libertad y dignidad popular en Europa. Hablo de la Comuna de Paris, en tiempos de la tercera República francesa y de la Insurrección de Kronstadt, en los primeros años de poder bolchevique en Rusia.

Existen importantes paralelismos entre ambas “revoluciones”. En primer lugar, las dos se opusieron a un régimen cruel y autoritario, por mucho que se enarbolaran los valores del republicanismo, en un caso y del poder del pueblo, en el otro. Por otra parte, en ambas, la democracia directa y la participación de la clase obrera y campesina fueron el centro de gravitación del proceso de transformación social que se iniciaba. Por último, ambas tuvieron que sufrir la mentira, la manipulación, el asedio y la represión del Estado, únicas armas con las que contaba éste para combatir al pueblo, que había decidido comenzar su camino de autonomía, justicia y libertad.

Hoy, marzo de 2009, a 138 años de distancia de la Comuna, a 81 de la Insurrección y a un montón de kilómetros de París y de Kronstadt, en Iruñea puedo respirar el aliento de aquellos momentos. Las calles amanecen empapeladas con los rostros de Lenon, Parks, Gandhi, Toro Sentado y Burns, diciendo que ellos y ellas también lo hicieron, se sentaron, se plantaron ante la injusticia. Un montón de movilizaciones se nos proponen a la ciudadanía por parte de un grupo de personas que quisieron hablar de auténtica participación ciudadana y de autogestión frente al nuevo régimen totalitarista, el del supuesto civismo. Igual que en París y en Kronstadt, les toca hacer frente a la mentira y al castigo, hasta penas de cárcel piden para un buen número de ellos. Su delito, participar en una sentada pacífica en la que se exigían locales que gestionar libre y compartidamente. Esta agitación, evocadora de otras más gloriosas, evidencia el autoritarismo del Ayuntamiento, engrasa a la ciudad y a sus gentes, exige movilización y solidaridad, desde abajo, por unos modos de vida más libres.

Debemos entender que se nos presenta una nueva oportunidad en nuestra historia, nuestra Historia local, que no podemos dejar pasar. Una batalla en la que, si nos implicamos, no podemos perder, para así atesorar otro marzo de dignidad que haga posible pensar en un futuro mucho mejor.


Fuente: Unai Otegi (Colectivo Malatextos)