Con 18 años, Stuart Christie viajó a España en autoestop. Eran jornadas de calor, en agosto de 1964, y el joven anarquista escocés escondía una carga de explosivos bajo sus ropas. Franco estaba en su objetivo en un atentado que Defensa Interior, organismo secreto de la CNT, la FAI y la Federación Ibérica de las Juventudes Libertarias (FIJL), proyectaba perpetrar en el estadio del Bernabéu. La operación se frustró en la madrileña plaza de las Cortes. Allí el enlace escocés fue detenido el 11 de agosto y condenado a 20 años de cárcel.


Con 18 años, Stuart Christie viajó a España en autoestop. Eran jornadas de calor, en agosto de 1964, y el joven anarquista escocés escondía una carga de explosivos bajo sus ropas. Franco estaba en su objetivo en un atentado que Defensa Interior, organismo secreto de la CNT, la FAI y la Federación Ibérica de las Juventudes Libertarias (FIJL), proyectaba perpetrar en el estadio del Bernabéu. La operación se frustró en la madrileña plaza de las Cortes. Allí el enlace escocés fue detenido el 11 de agosto y condenado a 20 años de cárcel.

En la intensidad de la campaña internacional, y tras una solicitud de clemencia de su madre, Franco conmutó la pena y Christie retornó a casa. A sus 58 años, y desde su residencia en el sur de Inglaterra, Christie rememora su apoyo a la lucha antifranquista, que relata en un libro de memorias, Granny made me an anarchist (Mi abuela me hizo anarquista), que Simon & Schuster lanzará en el Reino Unido el 6 de septiembre. No hay planes, de momento, para su traducción al castellano.

Pregunta. ¿Qué le empujó a tomar las armas contra Franco ?

Respuesta. La acción directa era la única opción. Con 17 años, me pareció más positivo participar en operaciones de solidaridad internacional que teorizar sobre la revolución. Hubo varios desencadenantes que me empujaron por esta senda : la represión franquista con la militancia trabajadora y la ejecución por garrote vil de los anarquistas Joaquín Delgado y Francisco Granado.

P. ¿Cómo se ganó la confianza de la militancia clandestina ?

R. Pertenecía a la Federación Anarquista Escocesa y contacté con miembros en el exilio de la FIJL que operaban en Defensa Interna, entre ellos, Salvador Gurruchari.

P. Sorprende que recurrieran a un extranjero sin experiencia previa para atentar contra Franco.

R. Era lógico. Los jóvenes españoles estaban controlados por el régimen, así que utilizaban extranjeros. En mi caso, fui el enlace en un plan para asesinar a Franco en el Bernabéu. Debía recoger explosivos y detonadores en un domicilio de París y entregarlos a mi contacto en Madrid.

P. ¿Sufrió algún sobresalto en el viaje ?

R. De París a Perpiñán viajé en tren y después en autoestop hasta Barcelona. ¡Un estudiante, con falda escocesa, no despertaría sospechas de ser un terrorista ! Me había atado los explosivos y detonadores al cuerpo con cinta adhesiva. Al llegar a la frontera se estropeó el coche y tuve que empujarlo bajo la atenta mirada de agentes de policía. Estaba sudando y notaba que la cinta ya no aguantaba a los explosivos. Pasé un momento espantoso.

P. ¿Localizó a su contacto en Madrid ?

R. Debía recoger instrucciones en la oficina de plaza de las Cortes de American Express. En cuanto entré, supe que había caído en una trampa. Secretas de la Brigada Político-Social estaban esperándome. Me arrestaron y me interrogaron en la comisaría de Sol durante cuatro días. No me torturaron, sólo me abofetearon, pero a mi contacto, Fernando Carballo Blanco, sí. El consejo de guerra se celebró el 2 de septiembre y días después me pasaron una carta por debajo de mi celda de Carabanchel informándome de que saldría de prisión en 1984.

P. ¿Qué motivó la intervención de Franco para concederle la libertad a los tres años y medio de una condena de 20 años ?

R. La campaña internacional por mi liberación avergonzó a Franco. Estaba negociando con Londres sobre Gibraltar y estableciendo relaciones con vistas a un ingreso en la Comunidad Europea. Aprovechó mi situación como ejemplo de su buena fe. Le convenía liberarme e impuso, en secreto, sus condiciones. Mi madre tuvo que escribir una carta pidiendo clemencia para su hijo. Fue un acto de diplomacia bajo la manga. Una buena publicidad para Franco.

P. ¿Perdió la fe en la revolución durante su arresto ?

R. Nunca. Un anarquista lo es para toda la vida. Lo que sí es cierto es que los métodos cambian. Acciones que en el 64 eran posibles, hoy no lo son. Aunque uno se oponga a la guerra en Irak, no es aconsejable atacar con una bomba a Tony Blair, pero sí con una tarta de merengue.

P. ¿Cómo juzga el balance que se hace en España del franquismo ?

R. No ha habido reconciliación y nadie ha sido enjuiciado por los crímenes franquistas. Pero la gente no olvida. Mientras las víctimas no reciban audiencia, justicia e indemnización, España seguirá manchada por las cicatrices de la barbaridad de 40 años de tiranía clérico-fascista.

LOURDES GÓMEZ – Londres

El PAIS