Artículo de opinión de José Asensio (Equip de Comunicació CGT-PV) publicado en Ràdio Klara.
En tiempos de la llamada posverdad (medias verdades, mentiras y manipulación informativa) estamos asistiendo, y seguiremos, a la reinterpretación de muchos de los hechos históricos vinculados al denominado conflicto vasco. Si a ello le sumamos el trasfondo emocional, de angustia, que conllevan las situaciones de uso indiscriminado de la violencia armada es relativamente sencillo utilizar las denominadas políticas de posverdad para modelar, según convenga, los hechos históricos y mostrarlos al gran público como una “nueva realidad” que acaba imponiéndose como la única realidad.
En tiempos de la llamada posverdad (medias verdades, mentiras y manipulación informativa) estamos asistiendo, y seguiremos, a la reinterpretación de muchos de los hechos históricos vinculados al denominado conflicto vasco. Si a ello le sumamos el trasfondo emocional, de angustia, que conllevan las situaciones de uso indiscriminado de la violencia armada es relativamente sencillo utilizar las denominadas políticas de posverdad para modelar, según convenga, los hechos históricos y mostrarlos al gran público como una “nueva realidad” que acaba imponiéndose como la única realidad. En resumidas cuentas, las relativamente nuevas estrategias “perfeccionan”, desde espacios más vinculados a los códigos humanos y sus emociones, las dinámicas de propaganda política y control social anteriores al uso del nuevo término.
Así fuimos asistiendo en los grandes medios de desinformación durante años al paso de una realidad sociopolítica vinculada a Euskadi donde únicamente (1) existían las bombas, los secuestros, el dolor y la sinrazón. Aquella única realidad dio paso a otra donde, principalmente desde el anuncio del cese de la violencia armada por parte de la organización terrorista ETA en octubre de 2011, las noticias sobre aquellas tierras y sus gentes pasaron a ser meramente testimoniales y vinculadas a grandes temas de” interés público” como el futbol, o el museo Guggenheim, por poner dos curiosos ejemplos. En la actualidad asistimos, de nuevo, a un renacer informativo al respecto, y de nuevo, vinculado principalmente al concepto “oficial” del terrorismo.
En la misma lógica de aplicación de posverdades poco oiremos, lógicamente fuera de tierras vascas, sobre el porqué tras tantos años de sufrimiento este conflicto no haya podido desarrollarse finalmente, como en otros lugares del mundo, bajo el paraguas político de un auténtico proceso de paz. No lo tenían más fácil, ni lo siguen teniendo, por poner dos ejemplos recientes, en Colombia o en Irlanda. Es un hecho histórico que el gobierno del Reino de España, en manos del Partido Popular, no ha querido participar en nada que fuera considerado una negociación política. Incluso teniendo un precedente reciente en ese mismo partido, en los tiempos del aznarismo y su histórica frase sobre el movimiento vasco de liberación, que podría haber sido “utilizado” en aras del bien común, de las generaciones venideras y de la paz. Es obvio, por tanto, que existen otras razones más poderosas para que un gobierno se desentienda de un asunto de esta envergadura y no realice unas negociaciones que forman parte de su responsabilidad política.
De la misma forma asistimos a manifestaciones públicas desde diversos ámbitos en las cuales todos los atentados de la organización vasca desaparecen de su contexto histórico y, por lo tanto, son tratados de idéntica forma. Bajo ese filtro interesado, por ejemplo, mientras en su momento medio mundo, incluida la Península Ibérica, celebraba el asesinato del general franquista Carrero Blanco (2), hoy parece que nadie brindó por ello. En esta línea tampoco parece ser que nunca existieron reconocimientos internacionales a las acciones de la banda, por no decir apoyos explícitos, y menos aún entre los “demócratas anteriores a la Transición” (3).
Tampoco parece que, al contrario de lo ocurrido sobre todo en la década de los ochenta y noventa del siglo pasado, se puedan volver a realizar análisis públicos en profundidad sobre otro hecho histórico incuestionable como fue el uso del terrorismo por parte del Estado Español. Gracias a la profesionalidad y ética de admirables profesionales, el periodismo de investigación que se decía entonces, se consiguió conocer las numerosas tramas y estructuras que se organizaron, desde el Batallón Vasco Español hasta el GAL, y que no finalizaron oficialmente hasta 1987. Salvo honrosas excepciones actuales pocas voces públicas cuestionan o contradicen las versiones y manifestaciones que realiza el poder político actualmente al respecto. Es más, daría la impresión que terrorismo solo existió uno, el de ETA. Basta con preguntar a una parte importante de la juventud sobre si conocen, de entrada, la existencia del GAL. Mi reflexión personal me sugiere que este hecho, el de la utilización del terrorismo por parte del estado, influyó notablemente en que varias generaciones persistieran en la idea que la lucha armada que se mantenía contra el estado fuera una herramienta justificada y, por tanto, utilizable, consiguiendo retroalimentar la necesidad de mantenerla en el tiempo. Pero sobre el asunto del terrorismo de estado también cabria hacer más observaciones. En aquellos años de gobierno del PSOE, y del presidente González, las alcantarillas gubernamentales consolidaron la utilización de los llamados Fondos Reservados y la necesidad que estos no fueran controlados por el Parlamento en su conjunto y, por tanto, que no tuviéramos conocimiento público sobre ellos. Recordaríamos que dichos fondos ampliaron toda serie de corruptelas, y aumentaron exponencialmente la creación de corruptos, como anunciaba desde las páginas del diario El Mundo su entonces director Pedro J. Ramírez o utilizaba Aznar contra Felipe González cada vez que tenía ocasión. Mis consideraciones irían entonces en la línea que en esa época se consolidó una estrategia partidista, con grandes medios para difundirla, donde para alcanzar el poder valía todo. Dicha línea es claramente inmoral puesto que no se critica ni se quiere cambiar el fondo de la cuestión sino únicamente quemar y derribar al supuesto enemigo político. Es más, en la actualidad esta estrategia habría conseguido colocar la consideración de demócratas en partidos y entes gubernamentales que tienen un funcionamiento altamente jerárquico y centralista pervirtiendo no solo el significado de la palabra democracia sino, y lo que es más grave, su práctica y consolidación diarias. Sobre los tejemanejes de un personaje como Pedro J. en todo esto existe mucha bibliografía y se puede leer cantidad de información en la red (4).
Y qué decir tiene si alguien opina ahora mismo, y hay datos más que evidentes, que en el loable objetivo de lograr que la población en Euskal Herria, y la de todos aquellos lugares donde ETA actuaba, pueda vivir, por fin, sin la cadena perpetua de la violencia y el enfrentamiento, hay dos personas, Arnaldo Otegi y el socialista Jesús Eguiguren, que han sido esenciales para que hayamos llegado a la situación actual. En gran parte ninguneados por los mass media peninsulares, en otros vilipendiados, parecería que ambos hubieran sido insensibles a la durísima realidad que se vivía y, en todo caso, que sus gestiones no hayan tenido para ambos una carga y un riesgo importantes. El tiempo pondrá, como suele suceder, a cada uno en el sitio que le corresponde.
José Asensio
Equip de Comunicació CGT-PV
(1) El gobierno vasco en los años 90 del siglo pasado realizaba una campaña pública para revitalizar el sector turístico y mostrar otra Euskadi, promovida por la entonces consejera socialista Rosa Diez, bajo el lema publicitario: Ven y cuéntalo.
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Asesinato_de_Carrero_Blanco#La_oposición_antifranquista
(3) Se pueden encontrar en las hemerotecas de numerosos medios escritos informaciones diversas en ese sentido. Por poner un ejemplo sirva este artículo: https://politica.elpais.com/politica/2015/10/29/actualidad/1446133114_219941.html
(4) Una visión general aparece recogida en el artículo:
http://www.publico.es/actualidad/no-cuenta-pedro-j-ramirez.html
Fuente: José Asensio