Comunicado desde Chiapas por los 38 estudiantes de magisterio asesinados por el gobierno y los narco en Guerrero.
La responsabilidad es del Estado y es la sociedad en su conjunto la que no puede cejar ni un segundo en su exigencia. Se sabe que al menos 20 de ellos fueron subidios a patrullas de la policía de Iguala, pero nadie responde por ellos.
La responsabilidad es del Estado y es la sociedad en su conjunto la que no puede cejar ni un segundo en su exigencia. Se sabe que al menos 20 de ellos fueron subidios a patrullas de la policía de Iguala, pero nadie responde por ellos.
Hoy, cuando las cárceles de México se llenan de luchadores sociales y los panteones de estudiantes, la principal urgencia es la presentación con vida de los 38 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos desde hace siete días (las autoridades hablan de 43). La responsabilidad es del Estado y es la sociedad en su conjunto la que no puede cejar ni un segundo en su exigencia. Se sabe que al menos 20 de ellos fueron subidios a patrullas de la policía de Iguala, pero nadie responde por ellos. Y, como siempre, son los familiares los que preguntan casa por casa, averiguan, recaban datos, se reúnen con organizaciones de derechos humanos y no dejan de tocar puertas. No hay descanso para ellos, ni lo debería haber para nadie, pues cada segundo cuenta.
Macedonia Torres Romero recorre las oficinas ministeriales, los hospitales, las instalaciones del Ejército y de la Marina en busca de su hijo José Luis, y nada. Para ella y para los demás padres de familia la vida cambió la noche del 26 de septiembre, cuando la policía preventiva municipal de Iguala persiguió a los estudiantes como viles delincuentes y asesinó a tres de ellos, mientras otras tres personas también fueron acribilladas en operativos vinculados con la persecución de los alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa, que se atrevieron a tomar autobuses para ir a recolectar fondos
La historia de José Luis, de 20 años y hoy desaparecido, es la de muchos jóvenes que tienen en la escuela normal la única posibilidad de estudiar una carrera superior. Originario de Amilcingo, municipio de Temoac, Morelos, cursa apenas el primer año. Su madre es una mujer campesina, viuda, madre de seis hijos, que se sostiene de la venta de elotes y cacahuates.
Doña Macedonia cuanta a Alaíde Martínez que cuando su hijo terminó el bachillerato decidió irse a Guerrero a seguir estudiando, «pues no le alcanzaba para pagar una universidad, pero quería sacar adelante a su familia». La solución para él, como para tantos otros, fue la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, donde «no se paga porque es como un internado».
Los casos de impunidad se acumulan. No es explicable que el gobernador perredista Ángel Aguirre permanezca en el cargo. Sus presos políticos aguardan en las cárceles, y desde ahí, Nestora Salgado, de la Policía Comunitaria de Guerrero, envía un mensaje: «Únanse a los muchachos de Ayotzinapa. No los dejen solos en estos momentos. Que no hagan lo que quieren hacer con ellos». Clemente Rodríguez, padre de otro de los desaparecidos, insiste: «El gobierno sabe dónde están».
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Fuente: www.desinformemonos.org