Artículo publicado en Rojo y Negro nº 399, abril 2025

Ojalá no fuera necesario escribir estas líneas. Ojalá hoy no tuviéramos que hablar de que han asesinado más niños y niñas en Gaza que en todas las guerras del mundo en los últimos cuatro años. Ni de Philippe Lazzarini, de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), que en febrero de este año afirmaba que “en poco más de cuatro meses, en Gaza han muerto más niños, más periodistas, más personal médico y más empleados de la ONU que en cualquier otro lugar del mundo durante un conflicto”. Ni de que en los cinco primeros meses de ataque israelí a Gaza, fueron asesinadas 1.263 personas por cada 100.000 habitantes, y que aunque las comparaciones sean odiosas, en Ucrania, en 24 meses, morían 23 personas por cada 100.000 habitantes. Ni de la hipocresía y complicidad del Gobierno español, enviando un cargamento de material bélico (bombas, granadas, torpedos, munición…) en noviembre de 2023, en pleno genocidio, por valor de casi un millón de euros; ni del contrato de más de 44 millones de euros firmado con Israel a primeros del año pasado y que, pese a las atrocidades cometidas en los últimos meses, sigue en vigor; ni de que a lo largo de 2024 se han enviado más de 60.000 piezas de armamento desde Zaragoza a Tel Aviv; ni de que el alto el fuego, pese al alivio que ha supuesto, ha sido una teatralización que convenía a la coyuntura puntual de cambio de Gobierno en EE.UU.
Ya, estarás pensando, ¿y qué se puede hacer?, ¿se puede hacer algo? Por supuesto: desde CGT Nafarroa, junto a BDZ y STEILAS hemos decidido continuar el legado de lucha de quienes nos precedieron, y que mediante el boicot, la protesta y las huelgas fueron capaces de cambiar el rumbo de las cosas. Hay momentos en la Historia en los que la sociedad civil se erige como la única palanca posible para detener la injusticia. Los ejemplos son innumerables: las Marchas de la Sal, lideradas por Gandhi junto a la sociedad civil, fueron imprescindibles para conseguir la independencia de la India; el boicot a los autobuses de Montgomery en EE.UU., tras la acción de desobediencia civil de Rosa Parks, negándose a ceder el asiento a una persona blanca, supuso la desaparición de parte de la estructura legal que sustentaba el racismo; el boicot a los productos sudafricanos en pleno apartheid, supuso el primer paso para que este régimen criminal cayera; o más recientemente, el movimiento de insumisión, que acabó con el servicio militar obligatorio después de 200 años.
Estamos viviendo uno de esos momentos. La complicidad de los gobiernos occidentales es evidente, de hecho han sido el sostén de Israel durante decenios, normalizando su vulneración sistemática del derecho internacional y garantizando su impunidad. Por eso, nos hemos organizado para dar respuesta a una de las principales demandas de la sociedad civil palestina: el boicot económico a los establecimientos que apoyan a Israel y, por ende, el genocidio. ¿Qué quiere decir eso? Dejar de consumir ahí y denunciar su apoyo a la masacre. Una de las corporaciones más significativas en ese sentido es Carrefour, que obtiene ganancias de las docenas de tiendas franquiciadas en territorio ocupado, además de las ocho tiendas abiertas en las colonias ilegales, que se siguen construyendo en territorio palestino, expulsando a sus habitantes, y por lo tanto, violando la legislación internacional. Por si esto fuera poco, Carrefour ha compartido en sus redes cómo hacía llegar paquetes al ejército israelí en plena masacre.
Por todo ello, cada primer sábado de cada mes, nos manifestamos y repartimos octavillas en el Carrefour más grande de la ciudad. Porque el boicot económico es nuestra manera de decir basta. Y funciona: Carrefour ha cesado su actividad en Jordania debido al boicot, AXA retiró sus inversiones de los bancos israelíes que financian la ocupación, Puma ha retirado el patrocinio de la selección israelí… además, en noviembre, la Corte Penal Internacional ordenó el arresto del primer ministro israelí por crímenes de lesa humanidad.
No estamos asistiendo a un nuevo crimen de Israel, estamos asistiendo a la Solución Final, perpetrada por un Estado supremacista que considera “animales” a la población palestina. Estamos siendo testigos de crímenes de guerra y de lesa humanidad: la destrucción de la práctica totalidad de las infraestructuras de Gaza, el asesinato o mutilación del mayor número posible de gazatíes, especialmente de la población que garantizaría su futuro: las mujeres y los niños, cifras de asesinados que oscilan entre los más de 50.000 que documentan las fuentes gazatíes, hasta los casi 190.000 que maneja la prestigiosa revista médica británica The Lancet.
Debemos seguir rebelándonos porque en nuestros pueblos y ciudades no queremos establecimientos que hagan negocio con el genocida. Porque defender el Derecho Internacional es situarse en el lado correcto de la Historia. Para que cuando nos pregunten qué estábamos haciendo durante el genocidio, podamos levantar la cabeza y decir: tratar de detenerlo.

CGT-Nafarroa


Fuente: Rojo y Negro