Vivimos unos tiempos en los que todo sucede tan deprisa, que perdemos día sí día no conquistas que costo duras luchas conseguir.

Merece la pena recordar como durante la “transición” las reivindicaciones defendidas en asambleas y huelgas eran cosas que hoy damos por establecidas, como una jornada semanal de 40 horas, bajas por accidentes y enfermedad pagadas al 100%, vacaciones y descansos remunerados, salarios dignos…

Merece la pena recordar como durante la “transición” las reivindicaciones defendidas en asambleas y huelgas eran cosas que hoy damos por establecidas, como una jornada semanal de 40 horas, bajas por accidentes y enfermedad pagadas al 100%, vacaciones y descansos remunerados, salarios dignos…

Aquello costó huelgas interminables, heridos y hasta muertos a manos de la policía como en Marzo de 1976 en Vitoria. Reventaron una asamblea de trabajadores y dispararon sobre ellos como único argumento del sistema cuando se ve cuestionado y contra las cuerdas. Caro precio para unas conquistas que se tambalean en pos de competir con países en los que la pobreza y la falta de libertades hacen del obrero presa fácil de las multinacionales. Países con los que solo se puede competir si nos ponemos a su altura en condiciones laborales y sociales, a eso nos quieren llevar.

Conquistas que casualmente el capital ahora decide intentar arrebatarnos aprovechando la debilidad del movimiento obrero y esta “crisis” que nunca termina y que ellos han provocado, pretenden salir fortalecidos de ella, como un episodio más de la lucha de clases, en el que toman la iniciativa para atacar como si de una batalla final se tratase. Veremos lo que da de si esta pelea y lo que está dispuesta a aguantar la gente. De momento nos golpean duro y apenas reaccionamos.

Volviendo al pasado, cuando la lucha partía de las asambleas, las cajas de resistencia apoyaban a los despedidos en las movilizaciones y los interlocutores eran meros portavoces de la asamblea, todo estaba más claro y los objetivos de la lucha eran concretos e inamovibles, por eso se consiguió lo que ahora está en juego. Los trabajadores habían perdido el miedo y se demostró que sus reivindicaciones eran justas y realistas. Solo el “estado de bienestar” trajo la paz a las ciudades.

Parece que lo hemos olvidado, pero esto se consiguió así y todavía hay trabajadores en activo que vivieron aquello en sus carnes. Ellos pueden ayudarnos a recordar aquellas luchas, pero somos los que no lo hemos vivido y nos quedan muchos años de vida laboral por delante los que nos vemos abocados a la lucha.

Es el momento de movilizarse y no dejarse asustar ni por la empresa ni por sus voceros, que más que defender al trabajador refuerzan el discurso patronal y rebajan las pretensiones de los trabajadores. Los llamados sindicatos mayoritarios llevan muchos años cavando su propia tumba y últimamente se ven evidenciados por la emergencia de movilizaciones ciudadanas que no cuentan con ellos y prefieren la asamblea.

A día de hoy estos representantes sindicales forman parte del problema y no de la solución, es el capital el mayor interesado en mantenerlos de interlocutores, porque al contrario de lo que le pasa al obrero, el capital si que tiene memoria y conserva la conciencia de clase, de su clase, la explotadora por supuesto.

Desde CGT hacemos un llamamiento a la participación en la toma de decisiones y a la exigencia de transparencia en las negociaciones. No podemos dejar el futuro de todos en manos de estos sindicatos, es una irresponsabilidad que nos llevará a condiciones de vida cada vez peores.

A las negociaciones hay que acudir en una posición de fuerza y eso solo se consigue mediante la implicación de todos y mediante la movilización.

CGT Michelín

 


Fuente: CGT Michelín