Artículo de opinión de Tomás Ibáñez.

¿Cómo no va a alegrarse un corazón anarquista cuando una parte del pueblo no solo desafía, sino que se abalanza contra las fuerzas represivas asumiendo todos los riesgos que eso conlleva?

¿Cómo no va a vibrar la fibra anarquista cuando se grita contra los encarcelamientos, se exige la libertad de los presos y se reclama el fin de la monarquía?

¿Cómo no vamos a involucrarnos en una revuelta tumultuaria y, si nuestro cuerpo nos lo permite, no vamos a procurar estar en las primeras líneas de la contienda?

¿Cómo no va a alegrarse un corazón anarquista cuando una parte del pueblo no solo desafía, sino que se abalanza contra las fuerzas represivas asumiendo todos los riesgos que eso conlleva?

¿Cómo no va a vibrar la fibra anarquista cuando se grita contra los encarcelamientos, se exige la libertad de los presos y se reclama el fin de la monarquía?

¿Cómo no vamos a involucrarnos en una revuelta tumultuaria y, si nuestro cuerpo nos lo permite, no vamos a procurar estar en las primeras líneas de la contienda?

Es claro que las barricadas, las llamas, la lucha cuerpo a cuerpo contra la policía encienden nuestro imaginario libertario y hacen hervir nuestra sangre. Además, bien sabemos que es a partir de episodios de lucha de este tipo como consiguen nacer algunas veces impredecibles acontecimientos subversivos que sobrepasan con creces los motivos y las circunstancias iniciales de las revueltas.

Así qué huelga decir que entiendo perfectamente que un sector del anarquismo haya respondido con energía al llamamiento lanzado desde el gobierno catalán y las organizaciones nacional/independentistas para protestar contra la sentencia condenatoria de algunos miembros del anterior gobierno y de dos lideres de organizaciones nacional/independentistas. Es más, entiendo que esos sectores afirmen que no han respondido a dichos llamamientos sino que de todas formas se hubieran lanzado a la calle de motu propio.

Entiendo todo esto pero me cuesta acallar algunas de las dudas que me asaltan.

¿Acaso ese mismo corazón anarquista al que antes aludía no debería manifestar cierta perplejidad al verse involucrado en una revuelta alentada por las máximas instancias del poder político?

¿Acaso aquella fibra anarquista no debería sentirse un tanto incomoda debido a las inconfundibles resonancias nacionalistas de la lucha en la que participa?

Quizás esa perplejidad y esa incomodidad deberían propiciar un pequeño alto en el ímpetu combativo para buscar respuestas a algunos interrogantes, porque:

¿Estaremos de acuerdo (¿o no?) en qué las instituciones catalanas y las organizaciones nacional/independentistas han venido incitando desde hace tiempo y de forma machacona a desencadenar una masiva respuesta popular tan pronto como se conociera la sentencia?

¿Estaremos de acuerdo, (¿o no?) en que esa respuesta popular, además de suscitar la natural simpatía de quienes luchan contra el sistema, forma parte íntegramente del largo “proceso” articulado para avanzar hacia la independencia nacional de Catalunya?

¿Estaremos de acuerdo (¿o no?) en que sin la incansable actuación de las instituciones y de sus medios de comunicación, así como de la permanente movilización de las organizaciones nacional/independentistas, la respuesta difícilmente habría alcanzado la dimensión que ha tenido?

¿Estaremos de acuerdo (¿o no?) en qué sí las manifestaciones y las concentraciones son tan masivas es porque acuden a ellas cientos de miles de personas que son en su inmensa mayoría profundamente nacionalistas?

Por supuesto, no se trata de esperar a que una revuelta presente inconfundibles tintes anarquistas para involucrarse en ella, eso significaría en la práctica la renuncia a toda acción. Sin embargo, la ausencia de discernimiento en cuanto a decidir en qué revueltas participar, y junto a quienes luchar, también anula la eventual eficacia emancipadora de nuestras acciones . Lo cual las equipara con la ausencia de acción, o peor aun, las lastra como acciones contraproducentes. Involucrarnos en luchas populares que distan mucho de ser anarquistas como las de Chile o las de Ecuador tiene unas justificaciones de las que carecen las luchas respaldadas por el poder y con resonancias nacionalistas.

¿Reclamar la libertad de los presos y de las presas? Faltaría más, ! por supuesto! Pero sin responder al silbato de quienes nos convocan a manifestar esa exigencia solo cuando se trata de presos y de presas nacional/independentistas. Mis dudas para acudir a ese tipo de convocatoria se desvanecerán tan pronto como vea que esos llamamientos también se lanzan para reclamar la libertad de otro tipo de presos y de presas. De lo contrario me resultará muy difícil no pensar que mi repulsa hacia la prisión está siendo instrumentalizada al servicio de unos valores y de unos objetivos que distan mucho de ser los que defiendo en tanto que libertario.

Por bellas que sean las llamas de las barricadas y por indignantes que sean los disparos de la policía no deberíamos dejar que esas llamas nos impidan ver los caminos engañosos que alumbran, ni dejar que esos disparos nos impidan oír las enseñanzas proporcionadas por la larga historia de nuestras luchas emancipadoras.

Tomás Ibáñez

Barcelona octubre 2019

 


Fuente: Tomás Ibáñez